
01. Take It To The Cross
02. Sorry
03. Lost
04. God Damn Evil
05. You Don’t Even Know Me
06. The Valley
07. Sea Of Thieves
08. Beautiful
09. Can’t Live Without Your Love
10. Own Up
11. The Devil Doesn’t Live Here
Golpeando bien fuerte han regresado Stryper, incluso con algo de polémica para algunos sectores conservadores. La gran banda californiana presenta God Damn Evil de la mano de Frontiers Music y producidos por el omnipresente e hiperactivo Michael Sweet.
La polémica ha llegado con la poca gracia que ha hecho el título “God Damn Evil” a las tiendas más puritanas de discos cristianas y a la cadena Walmart que se han negado a poner a la venta el disco en físico en sus expositores. Stryper, banda señera del heavy cristiano ha sentido que no se hayan entendido las buenas intenciones de su último disco. Aunque Stryper no ha sido santo de devoción para muchos grupos cristianos que los ven como unos manipuladores de las Sagradas Escrituras por mucho que hayan predicado esas palabras desde el acero y el cuero, o más bien desde el spandex y la laca. Ya reivindicaron, en “Against The Law” esa postura incómoda entre lo más inamovible del Cristianismo que prefiere los cantos en la Iglesia con la estética y las formas como Dios manda, y los que se mofaban de sus temáticas dentro del universo del Heavy Metal plagado de adoradores de Satán, del sexo, la lujuria y del pecado en sus múltiples formas.
Con el primer adelanto, “Take It To The Cross”, Stryper nos dejó un tanto aturdidos. Agresivos, potentes y… ¡guturales! Que no son obra de Michael sino de Matt Bachand (SHADOWS FALL, ACT OF DEFIANCE), guturales algo tímidos sobre los que Michael lanza unos agudos punzantes.
Supongo que premeditadamente lo eligieron para que todos se fijasen en él pero no es ni lo mejor ni lo peor de su último trabajo “God Damn Evil”, en el que hay un repertorio para todos los gustos. Volviendo a “Take It To The Cross”, tiene un estribillo machacón donde los haya y un corte que en general nos recordará a los Manowar de última hornada con toques a lo Halford. A mí no me ha encandilado en exceso pero habrá quien no los conozca y tras su escucha se fije en ellos, su mensaje es directo y certero a los nuevos acólitos del metal.
Tras el sobresalto inicial, el duodécimo plástico de los americanos no dista tanto de la propuesta desde que regresaran en 2005. Esto es, mucho hard melódico, algunos temas bien heavies, bien potentes y con producciones más actuales, más cercano a estos tiempos que corren.
No se si Dios maldice o son los tiempos pero este último trabajo esta lleno de diferentes estilos y es en “Sorry” donde salen a relucir esos coros y estribillos que devuelven a Stryper a su pasado más glorioso. El tema tiene una potente base rítmica, que se hace notar para bien en este y en el resto del plástico, formada por Robert Sweet a los parches y Perry Richardson (FIREHOUSE) al bajo que sustituye al histórico Tim Gaines. Las desavenencias con Gaines se airearon y acabaron con él fuera, cuyo divorcio y nueva pareja han tenido mucho que ver.
Buen corte “Sorry” con las guitarras de Michael y Oz rasgando y contrastando con el melódico estribillo y los coros. Tema que entrará bien a los más veteranos seguidores.
Demostrando el buen estado vocal y la versatilidad de Michael, en “Lost” se marca unos agudos de altos vuelos y siguiendo la buena sintonía las guitarras están sobresalientes. Un corte de heavy tradicional.
Cambiando al hard rock con aires sureños “God Damn Evil” suena pletórico, muy bien facturado aunque algo arquetípico. Las seis cuerdas siguen luciendo. En general, la banda muestra estar muy bien engrasada y en un gran estado de forma.
Yendo de modernetes, a lo alternativo, “You Don’t Even Know Me”, para volver a dar otra cara en un disco muy dinámico. Tal vez demasiado movido en estilos sin controlarlos todos, en concreto este intento de maquillar las raíces y estilo clásico de Stryper es lo que hace cojear a este su último trabajo. Decía Sweet que era el mejor disco desde “To Hell With The Devil” y temas como este no ayudan a creerle del todo. Algo parecido pasa al llegar a “Sea Of Thieves”, con cierto afán de gustar de más al nuevo respetable, entrando en terrenos más radiables y actuales.
“The Valley” vuelve al heavy potentorro con un riff muy NWOBHM, destaca la labor de los dos guitarristas y vocalmente va de tranqui. Estos contrastes están muy bien conjugados dando un muy buen corte.
“Beautiful” es más acaramelada vocalmente, un amago de balada que no pierde la presencia guitarrera y la base rítmica de pegada, tal vez algo facilona sin un mínimo rastro de misterio. Complementando el momento más almibarado, “Can’t Live Without Your Love”, por el título ya te haces una idea que hemos llegado a la balada donde Stryper han sido maestros. Esta criaturita dulce y bonita cumple con el legado. Sweet esta en un momento también muy dulce. Balada de libro y donde los californianos están muy cómodos.
“Own Up”, vuelve a rasgar el ambiente con las seis cuerdas y metiéndose en un tema muy alternativo, el mayor exponente de la búsqueda de nuevos horizontes de Stryper, que siguen pisando fuerte.
Cierran con las espadas (celestiales) en lo alto, con el corte más rápido: “The Devil Doesn’t Live Here”, heavy del bueno con un estribillo y unos coros más marciales que pastelosos, dejando un broche lleno de energía y de poderío. Tremendo Michael al micro.
God Damn Evil, un disco de contrastes de estilos, con una segunda mitad más flojita que la primera. Con heavy clásico, con hard rock melódico y algún tema sorpresa para demostrar que pueden ser actuales. Buscando un equilibrio entre su sonido tradicional con otras propuestas actuales y de otros estilos que no son los que les distinguieron en los 80.
Stryper es una gran banda, con grandes músicos y grandes discos. Lo petaron con discos como Soldiers Under Command, To Hell With The Devil o In God We Trust, eran habituales de la MTV y no dejaron indiferentes a nadie de la época ya fuera por sus canciones, su atuendo o sus letras. Son unos clásicos del hard rock y del glam, por supuesto, aderezaron su música con una estética rompedora, los elásticos amarillos y negros, la laca y los símbolos cristianos en sus conciertos. Su propuesta se alejada del universo lascivo de otras bandas americanas coetáneas como Mötley Crüe o WASP. Llegaron golpeando en el nombre de Dios con letras sacadas de las Sagrada Escrituras. Una banda necesaria que ha sabido reinventarse alejándose de aquél glam de moda del que fueron exponentes, ahora más liberados dan lecciones de heavy y hard melódico adentrándose en algún estilo en el que nos sorprenden.
Siguen estando en buena forma aunque en este disco hayan perdido un poco de equilibrio entre tradición y modernidad. Algo parecido a lo que vivimos este año con el Thunderbolt de Saxon, bandas veteranas queriendo demostrar que también pueden ser actuales y que se meten en discos con un exceso de potencia, queriendo sacar músculo como si fueran chavales, sobre todo cuando no eran ni los más fuertes ni los más bravucones.
El dios que maldice no supera a su predecesor Fallen que era un señor disco y menos a sus clásicos anteriormente mencionados aunque eso no resta para disfrutar de la mayoría de temas de este trabajo.
Michael Sweet: voces, guitarras
Robert Sweet: batería
Perry Richardson: bajo
Oz Fox: guitarras
Charles Foley: coros
John O'Boyle: bajo
Paul McNamara: teclados, sintetizador, coros en "God Damn Evil"
Danny Bernini: percusión
Matthew Bachand: guturales en "Take It to the Cross"
Tyler Murello: coros en "God Damn Evil"