
1. Son of the Jackal (03:52)
2. Unded Stillborn (03:59)
3. Avenging Archangel (03:28)
4. Death Is My Master (Slay for Kali) (05:09)
5. Sepulchral Ghoul (04:19)
6. Seven Heads They Slumber (01:59)
7. Infernal Wrath (04:07)
8. Atomicide (03:18)
9. Ten Horns Arise (03:31)
10. Diabolist (03:40)
Todo melómano sediento de furia y garra de Death Metal con tesituras Thrash bien se podrá hacer un buen botín con lo que ofrecen los holandeses Legion of the Damned, banda que siempre demostró tenerlo prácticamente todo para tener capacidad de recrear pasajes viscerales, los riffs más asesinos imaginables y una potencia destroza-tímpanos que es todo un primor.
Aunque puedan parecer una aparición del género bastante reciente, ya Maurice Swinkels y cía rompían vísceras en la vieja escuela a ritmo de rudo Metal cuando se hacían llamar “Occult” y repartían leña con álbumes de la talla de Prepare to Meet Thy Doom (1994) u Of Flesh and Blood (1999).
Con el cambio de nombre llegaría el éxito. Renombrados como “Legion of the Damned”, debutaron su nueva firma con un Malevolent Rapture (2006) que aderezó su Thrash/Death Metal con un toque especial marca de la casa que les haría ganar un nivel de popularidad que ni ellos mismos esperaban.
Resulta, además, que Legion of the Damned encima son una auténtica máquina de producir discos, por lo que una vez forjado aquel debut -que no tardaría en convertirse en todo un clásico moderno del género en Europa- enseguida volvieron a los estudios Stage One bajo mandato del renombrado productor y ex–Holy Moses Andy Classen para dar vida a su segunda ofrenda: Sons of the Jackal.
Francamente, no estamos ante un Cause of Death, un Reign of Blood o un Agent Orange. De hecho, se trata del argumento perfecto señalador de la linealidad que Legion of the Damned ha seguido como pauta regulada durante toda su carrera. Ergo, lo evidente no quita lo valiente, y este irredento Hijo del Chacal, además de una muy sagaz secuela de Malevolent Rapture, supone toda una machetada sonora para cualquiera que a él se preste.
Legion of the Damned no se lo piensan dos veces a la hora de ponernos bien las pilas. Hijos aventajados de Destruction, Sodom, Sepultura, Exodus y Chuck Schuldiner, disponen ante nosotros un viaje de 37 minutos por un suntuoso infierno conformado por diez tracks en total, arrancando el susodicho con la titular Son of the Jackal, que destila hasta los topes esencia de los Sodom de In the Sign of Evil, en plan Blasphemer (no en vano Swinkels es popularmente conocido como el Tom Angelripper holandés).
La producción deja patente ser una entidad de destrucción más del propio álbum junto a los músicos que le dan forma, como se ven en esas sacadas de miembro que son la bestia riffera Unded Stillborn y la brutal Avenging Archangel. Sendas piezas son más de lo mismo, efectivamente; pero en manos de Legion of the Damned son el mejor más de lo mismo que pueda haber. Si es que solamente basta ver cómo trabaja el dúo dinámico van Ebisch-Fleuren para ser testigo de la masacre que estalla de la fuerza de la batería y la guitarra.
Y es que, por mucho que no llegue a ser un álbum que le vaya a marcar la vida a nadie, se nota a leguas el empeño que refuerza la indiscutible calidad de la obra, que, haciendo los deberes como es debido, apenas ofrece descanso durante su escucha. Death Is My Master (Slay for Kali) regurgita horror a través de las guitarras y sus despiadadas melodías recogidas de las forjas del mismísimo averno, a la vez que Sepulchral Ghoul nos regala una de las sinfonías más sádicas –y, por ende, maravillosas– del LP, dando a posteriori paso al interludio instrumental acústico Seven Heads They Slumber, que, de maneras tan laxas como sombrías, nos conduce a la segunda mitad del disco, la cual abre acertadamente con una Infernal Wrath de tonalidades más heavies y que sabe repartir a conciencia las diferentes tonalidades de sus diversos tempos cargados de toxina y sucia bilis.
Sons of the Jackal, así, se asegura de cerrar el telón por todo lo alto. El cénit de la obra nos augura su santa trinidad, comenzando con la vorágine en perpetuo crescendo que es Atomicide, pasando por Ten Horns Arise (magnífica presentación de pesados riffs que implosionan en un cruento bombardeo de solos) y culminando en Diabolist, un fehaciente resumen de lo que supone este descenso al ínferos que es Sons of the Jackal.
El segundo paso discográfico de Legion of the Damned es una consecuencia clónica y sucesiva de su debut, una continuación tan lineal y literal como efectiva y sincera. No nos vamos a engañar, discos como éste no serán la cima de la innovación, pero lo que le falta de originalidad acaba por sobrarle en potencia, ganas y buena maña.
Legion of the Damned no mienten a nadie. No vienen aquí a ser los nuevos Death, Obituary o Sodom. La portada de este CD bien refleja unas intenciones que los holandeses ni se molestan en esconder. El licántropo surgiendo de un negro sepulcro tras un fondo sanguinolento es la calcada seña de identidad de un álbum que, aunque poco revolucionario, no yerra, ni en broma, a la hora de ofrecer directamente lo que quiere: peligrosa e ígnea descarga del Thrash/Death Metal más abrasivo y armado hasta los dientes de un mural sonido férreo y agudo.
¿Buscas caña y fiereza a mansalva? Adelante, pues, sin temor, que no te arrepentirás.
Que sean tres cuernos bien altotes (7’5/10) –que podrían ser cuatro bajos sin problemas– para esta genuina muestra de destreza y rudeza, cortesía de la Legión de los Malditos.
Maurice Swinkels / Voz
Richard Ebisch / Guitarra
Harold Gielen / Bajo
Erik Fleuren / Batería