
01. Letting Go
02. Slap In The Face
03. Rip And Tear
04. Sleazy Come Easy To Go
05. Never Enought
06. Malaria
07. The Ballad Of Jayne
08. Magdaline
09. Give A Little
10. I’m Addicted
11. 17 Crash
12. Showdown (Riot On Sunset)
13. Wheels Of Fire
14. I Wanna Be Your Man
Atraviesas Sunset Boulevard en un coche rápido, un descapotable, con una despampanante rubia en el asiento del copiloto. La rubia, cómo no, lleva más silicona encima que tú cocaína en el bolsillo. Pones a los L.A. Guns a toda pastilla, claro. Que atronen. Que se enteren los transeuntes de quién manda esta noche en la ciudad. “Letting Go” y su continuación, “Slap In The Face”, las primeras canciones de su segundo disco “Coocked & Loaded”, son perfectas para comenzar la farra. Estás en Los Angeles, estás en 1989 y te espera una larga noche bajo las luces de neón de la capital mundial del rock. A continuación enfilas Beverly Hills.
Con “Rip The Fear” el epíritu del rock ya se ha adueñado definitivamente de ti; pisas un poco más el acelerador mientras las Gibson Les Paul atronan en el altavoz de tu Mustang del ’73. La música te altera más que ninguna droga que hayas consumido nunca y tus manos tiemplan ligeramente sobre el volante por la pura emoción: Tracii Guns toca realmente bien, sabe como reventar unos cuantos tímpanos, piensas. Un tipo realmente cool.
Para cuando comienza a sonar la mugrienta “Sleazy Comes Easy Go” vislumbras a un mendigo arrastrando un carrito de la compra por la acera, a sólo unos metros de unas jovencitas de aspecto adinerado; sabes que ese tipo de chicas se pirran por los rockeros tatuados y macarras como tú, pero ya tienes compañía por hoy; le miras de reojo el escote a la rubia que te acompaña y caes en la cuenta de que no recuerdas su nombre. Qué más da. Los aullidos de Phil Lewis en “Never Enought” te devuelven de nuevo a la senda sucia y peligrosa de los L.A. Guns. Tarareas el estribillo entre dientes.
Una guitarra acústica te avisa de que está sonando “The Ballad Of Jayne”; sabes que está dedicada a Jayne Mansfield, una actriz de Hollywood, rubia, sexy, que recorrió esas mismas calles veinte años antes que tú, antes de morir en un accidente de automóvil. Vivió al filo, lo mismo que tú. Incluso recuerdas haber visto su propia estrella en el Paseo de la Fama una noche en la que ibas especialmente puesto. Ni el blanco de los ojos se te veía de cómo llevabas las pulilas de dilatadas, capullo.
Muchas bandas de Los Angeles suelen tener su correspondiente power ballad que contrarresta sus muchos temas guitarreros y agresivos, sus riffs y solos punzantes como navajas, sus baterías aporreadas como si fuese el fin del mundo; quizá quieran demostrar que, bajo esa fachada de auténticos hijos de puta, de drogradictos que destrozan habitaciones de hotel y rompen botellas de cerveza en la cabeza de sus mejores amigos, tienen su corazoncito. La canción te parece genuinamente algo bello y piensas si debes decirle alguna palabra bonita a la rubia, pero ya tienes unos años y te conoces perfectamente: lo único que quieres es follártela. Las palabras románticas, pues, para los galanes de Hollywood, el mismo que vislumbras al final de la calle, alzándose glamouroso iluminado bajo el sol del atardecer.
Se van sucediendo temas como “Give A Little”, “I’m Addicted” o “17 Crash”, más rock frenético, cochambroso, grasiento y desaliñado cuando por fin penetras en Sunset Strip, que te da la bienvenida con luces multicolor, letreros de neón, mallas, melenas cardadas. Llevas todo el camino dándole lingotazos a tu petaca llena de tu marca favorita de bourbon, Jack Daniel’s, y por fin aparcas para dirigirte a tomar una copa al Whiskey A Go Go, en el que están sonando, casualidad, L.A. Guns, concretamente “Showdown”: el solo de guitarra de Tracii Guns se te clava directamente en el cerebelo, en un punto indeterminado donde el Jack Daniel’s te está también golpeando; guitarras eléctricas y bourbon, lo que siempre quisiste desde que llegaste a Los Angeles desde la Costa Este.
Tras haberte aplicado convenientemente unos cuantos shots de bourbon y de lo que no es bourbon te diriges al Trobadour; tocan, el motivo de tu incursión nocturna en West Hollywood, los L.A. Guns. Ya los viste hace tiempo, pero tenían otro cantante: Axl Rose, el tipo que lo está petando con los Guns n’ Roses, la banda más potente de la ciudad actualmente. Aunque los L.A. Guns te siguen pareciendo lo más.
Los L.A. Guns te saludan con un puñetazo en los morros: “Wheels Of Fire” arrasa el Trobadour en su totalidad, reduciéndolo a un humeante montón de escombros. Tracii está ametrallando a todo y a todos con su guitarra, que está literalmente envuelta en llamas, una bola de fuego que no deja de escupir rock and roll, causando dolor y placer como una sesión del más despiadado sadomasoquismo.
Para finalizar el show elegirán “I Wanna Be Your Man”, un gancho a la mandíbula y de propina un directo a la nuez, como hace la mafia de N.Y. para que no te olvides de ellos, para que los tengas siempre presentes en tu mente maltrecha, que a estas alturas está totalmente shockeada por el alcohol y por el rock mugriento y callejero de una de las bandas más cool y peligrosas de Los Angeles.
Buscas a la rubia y la ves al fondo del local, coqueteando con un tipo con más tatuajes, melena más larga, más cardada que la tuya y más macarra que tú; te parece reconocer a Tracii Guns, pero no lo puedes asegurar con certeza. Bah, que más da. Habrá más rubias, más noches. Mañana será otro día en Los Angeles. Y lo quemarás al ritmo de “Never Enought” o “Rip And Tear”. A ritmo del mejor sleazy rock angelino.
Phil Lewis: Voz
Tracii Guns: Guitarra
Mick Cripps: Guitarra
Kelly Nickels: Bajo
Steve Riley: Batería