
01. And The Gods Made Love
02. Have You Ever Been (To Electric Ladyland)
03. Crosstown Traffic
04. Voodoo Chile
05. Little Miss Strange
06. Long Hot Summer Night
07. Gypsy Eyes
08. Come On (Let The Good Times Roll)
09. Burning In The Midnight Lamp
10. Rainy Day, Dream Away
11. 1983… (A Merman I Should Turn To Be)
12. Moon, Turn The Tides… Gently Gently Away
13. Still Raining, Still Dreaming
14. House Burning Down
15. All Along The Watchtower
16. Voodoo Child (Slight Return)
Para finales de 1968, Jimi Hendrix edita junto a su banda más legendaria, la Experience, el que posiblemente sea su mejor álbum, y desde luego, el más valorado por críticos y público: “Electric Ladyland”. Un disco doble que, además, se adelantó por un mes al doble más famoso de todos los tiempos, el “White Album” de The Beatles.
Hendrix estaba por aquellas fechas en la cúspide de su creatividad, demostrándolo con creces en el anterior “Axis: Bold As Love” editado un año antes, un disco en el que Jimi parecía querer apartarse de la “pueril” explosividad escénica para centrarse en la experimentación sonora, en los arreglos, en el ir un poco más allá. Y el resultado de todo ello fue “Electric Ladyland”, un disco no demasiado fácil, de acuerdo, pero que condensa a la perfección todo lo que fue Hendrix, y también todo lo que podía haber sido. En este su último disco de estudio hay rock duro, hay psicodelia, hay arreglos imaginativos, experimentales, hay pinceladas funk y soul –se mastica algo de la influencia de la música negra de sellos como Stax o Motown- hay blues; el sonido del álbum terminó influenciando, dicen algunos cronistas, a Miles Davis para la creación de “Bitches Brew”, uno de sus discos más controvertidos, y de igual manera, “Electric Ladyland” fue influyente para el rock sinfónico y progresivo de la siguiente década, los setenta, una década que Jimi Hendrix no llegó a ver más que de manera somera. En definitiva: es imposible que te guste la música y no encuentres algo en este álbum que te haga levantarte de la silla y aplaudir.
Aún con todo, el parto de la “dama eléctrica” no fue nada fácil, como por otra parte suele suceder en estos casos. Ya en los primeros días de grabación, Chas Chandler -descubridor, mánager y productor de los anteriores discos del guitarrista zurdo- se marchó para no volver, enfrentado con Hendrix por las diferentes visiones de ambos a la hora de afrontar la grabación: Chandler gustaba más de composiciones más bien convencionales, encuadradas dentro de los tradicionales tres o cinco minutos; Jimi, por otra parte, opinaba que eso era limitarse, y si hay algo de lo que carece “Electric Ladyland” (y la música de Hendrix) es de límites. El guitarrista de Seattle, pues, se hizo cargo de la producción y su extremo perfeccionismo le hacía repetir tomas una y otra y otra vez, dándose casos de temas que fueron grabados dando por buena la toma cuarenta y tantas. En la parte técnica, como ingeniero del sonido, contamos también con un “top” de todos los tiempos, Eddie Kramer, un tipo cuyo nombre figura en tales labores en la tapa de álbumes de titanes como The Beatles, Led Zeppelin, Curtis Mayfield, Kiss, Peter Frampton, Brian May, Carl Perkins… ¡y Barón Rojo!
Por otra parte, las relaciones de Jimi con el bajista británico Noel Redding alcanzaron su punto más bajo –dando como resultado la disolución de la Experience pocos meses después- dado que éste último era realmente guitarrista y se sentía totalmente infravalorado e infrautilizado, a pesar de que Hendrix (al igual que en el anterior “Axis: Bold As Love”) le deja meter una composición propia en el álbum y cantarla; era habitual que Redding, tras alguna acalorada discusión con Jimi, saliese a despejarse a tomar una cerveza en algún pub cercano y se encontrase a su vuelta con sus partes de bajo grabadas por el propio Hendrix en su ausencia… lo que no hacía sino caldear aún más la ya enrarecida relación entre ellos.
Por el estudio –el álbum fue grabado en su práctica totalidad en Nueva York, mientras se construía el estudio que Jimi apenas llegó a ver terminado, los Electric Lady Studios, sitos en esa misma ciudad- pasaron algunos de los más prestigiosos músicos de la época que colaboraron en varios cortes del álbum (como iremos viendo), un álbum que comenzaba con un corte experimental llamado “… And The Gods Make Love”, que actúa a modo de intro y que realmente no aporta nada, ya que no es siquiera una verdadera canción sino un collage de ruidos y voces distorsionadas; ya sí, la música comienza de verdad con “Have You Ever Seen”, una composición que se adentra en terrenos soul y en la que Hendrix, que nunca destacó especialmente como vocalista, canta realmente bien.
“Crosstown Traffic” es un frenético corte de espíritu psicodélico inspirado en el también frenético tráfico de la Gran Manzana, y Hendrix toca además un kazzo improvisado con un peine y un papel, clara muestra del hambre de innovación del guitarrista al hacer los arreglos con tan peculiar instrumento. Y “Crosstown Traffic”, sin duda uno de los temas más conocidos del álbum, lleva al oyente hacia una de las cumbres de “Electric Ladyland”, “Voodoo Chile”, un lisérgico blues de quince minutos que no se hace largo en absoluto, y que fue grabado de buena mañana luego de que Hendrix invitase al estudio a una improvisada audiencia que había conocido en un club cercano y que hizo que Redding se llevase el enésimo cabreo y se largase del estudio.
“Voodoo Chile” tiene alma de jam session y como tal, varios de los músicos que en ella tocan lo hicieron por pura camaradería entre iguales… y porque se encontraban en el lugar correcto y en el momento preciso; además de Hendrix y su conmovedor talento natural para el blues y de Mitch Mitchell y su estruendosa pero milimétrica batería, intervinieron el legendario bajista Jack Casady de la banda The Jefferson Airplane, uno de los más icónicos representantes de la contracultura hippie-psicodélica de la escena de San Francisco (junto a Grateful Dead) y sobre todo Steve Winwood, el polifácetico y muntiinstrumentista miembro de bandas igual de memorables como Traffic o los efímeros Blind Faith de Eric Clapton; en “Voodoo Chile” toca el órgano hammond en una inolvidable interpretación en la que rivaliza con la guitarra de Jimi Hendrix, emprendiendo ambos un duelo de igual a igual que merece figurar en los anales de la historia del blues.
Tras “Voodoo Chile” es hora para el mencionado momento de gloria de Noel Redding, la canción compuesta y cantada por él como vocalista en solitario: “Little Miss Strange”. Redding, al igual que el batería Mitch Mitchell eran ingleses –país en el que comenzó a despuntar la carrera y la gloria imperecedera de Hendrix- y al igual que el tema que incluyó en el anterior álbum, se nota sobremanera esa impronta “british” que Hendrix termina por diluir en las partes instrumentales.
“Long Hot Summer Night” es cien por cien Hendrix, y uno de esos temas que aportan pinceladas de personalidad y color en “Electric Ladyland”. En esta composición colabora con su piano, además, Al Kooper, uno de esos tipos realmente legendarios del negocio (productor, ingeniero, músico muntiinstrumentista, descubridor de bandas míticas) que por desgracia no ha acabado de ser valorado como debiera a lo largo de la historia de la música… no en vano es el organista tras las teclas del órgano que suena (¡y casi protagoniza!) “Like A Rolling Stone” de Dylan, uno de esos temas que suelen encabezar a menudo la trillada lista de “Mejores canciones de todos los tiempos”.
Más psicodelia servida de distorsión hasta límites absurdos con “Come On Baby (Let The Good Tomes Roll), un viejo tema blues que Hendrix adapta aquí y lo lleva hasta la estratosfera y más allá; escucha el solo y dime si no está justificada la adulación permanente hacia el zurdo de Seattle. En “Gypsy Eyes” Jimi vuelve a recoger el sonido y espíritu blues de sus ancestros y lo traslada satisfactoriamente a los innovadores años sesenta. Pero es que suena igual de fresca e innovadora casi cincuenta años después…
Uno de los puntos más ácidos del disco aparece con “Burning In The Midnight Lamp”, que con otro enfoque uno casi imagina como parte del tracklist del “Sgt. Pepper” de The Beatles; este tema había sido lanzado como sencillo más de un año antes, con vistas de formar parte del anterior “Axis: Bold As Love”, hecho que no se consumó.
En la genial “Rainy Day, Dream Away”, un tema con influencias jazz y arreglos de viento que queda entre lo mejor del álbum, hará aparición a la batería, por primera vez, uno de los mejores socios de Hendrix en los siguientes años, el percusionista Buddy Miles, que era ya un viejo conocido de Jimi desde los tiempos en los que ambos coincidieron en el ejército.
“1983… (A Merman I Should Turn To Be)” supone otro de los momentos álgidos de “Electric Ladyland” a lo largo de sus catorce minutos, sus diferentes ambientes, lo logrado e imaginativo de los arreglos y lo arriesgado de su propuesta. Opino que este corte es justamente la representación perfecta de lo que Hendrix ha supuesto para la historia de la música, y no hay nada mejor que abstraerse del mundo, cerrar los ojos, y dejar que suene durante todo ese tiempo dejando que fluya dentro de tu cabeza. Simplemente hazlo: es mejor que cualquier descripción que pueda hacer.
“Moon, Turn The Tides… Gently Gently Away” dura apenas un minuto y, como la canción que abría el disco, no es una canción de verdad pero ayuda a ligar y enlazar y a dar atmósfera al álbum; tras ella, sonará “Still Raining, Still Dreaming” que actúa casi a modo de “reprise” de “Rainy Day, Dream Away”, aunque en este caso cambiando radicalmente los arreglos jazzeros por una demostración portentosa de uno de los compinches favoritos de Hendrix: el pedal wah-wah.
Así pues, “Electric Ladyland” continúa con “House Burning Down”, con un inicio de rock épico y una cadencia de tono funk, una influencia que por otra parte, y como ya señalamos, está patente en Hendrix durante todo el álbum al igual que otros sonidos de raíz eminentemente negra.
Turno ahora para uno de los mayores tótems ya no sólo del álbum, sino de toda la carrera de Jimi Hendrix: “All Along The Watchtower”. Es el epítome de la versión perfecta y de adueñarse de una composición ajena para los restos, una composición para más inri de Bob Dylan que al respecto dijo que “Jimi toca mis canciones como si yo mismo fuese Jimi Hendrix”; una de las composiciones más memorables de toda la década de los sesenta que, todavía hoy, a punto de cumplirse medio de que viese la luz, nos transporta automáticamente a esa época. Inolvidable e histórico momento para los anales del rock y el arte de todo el siglo XX. Como curiosidad, ya que es un dato en general ignorado, el integrante y fundador de The Rolling Stones –al que le quedaba poco tiempo para acabar en el camposanto- Brian Jones colabora tocando algo de percusión en otra de las colaboraciones de lujo del álbum.
Y por fin, tristemente, “Electric Ladyland” toca a su fin con otro de los más celebrados momentos de la corta carrera de Hendrix: “Voodoo Child (Slight Return)”. Un portentoso ejercicio guitarrero en el que la distorsión cae del cielo como si fuese granizo, un compedio de las habilidades guitarreras de Jimi, una muestra de su faceta salvaje y desbocada ante la que solo podemos sentirnos indefensos, desvalidos ante tal torrente de electricidad que te golpea sin saber bien de donde ha llegado, y sin comprender si la causa de ello es simplemente natural u originada por un Dios particularmente violento.
Concluye de esta manera “Electric Ladyland”, uno de los discos definitivos de la historia del rock que no siempre es valorado como se merece. Un disco que dejó boquiabierto a medio mundo, que influyó a otros tantísimos músicos que hoy son, de la misma manera, historia viva de la música.
Este álbum fue el último trabajo de estudio de Jimi Hendrix, ya que no demasiado después fallecería dejando un vacío que nadie más consiguió llenar nunca: quizá sí como instrumentista –se me ocurren unos cuantos tan buenos o mejores que nuestro hombre- pero no como ese personaje que sumaba una serie de factores que le hicieron ser ese ente casi mitológico, chamánico, que es hoy, a saber: esa presencia escénica, esa espectacularidad única, su figura como creador genial y adelantado a su tiempo… una pérdida de las pocas que DE VERDAD han sido realmente trágicas –independientemente del lado humano- en lo artístico.
Disco único. No apto para todos los oídos (como por otra parte sucede con la mayor parte de la música de este genio) pero altamente agradecido. Uno de los pocos, poquísimos discos dobles que puedo disfrutar y valorar sin acabar mirando el reloj y pidiendo la hora.
Jimi Hendrix: Voz, guitarra, bajo, kazzo, clavicordio, piano, percusión
Noel Redding: Bajo, guitarra, voz, coros
Mitch Mitchell: Batería, percusión, coros
Colaboraciones:
Jack Casady: Bajo
Brian Jones: Percusión
Al Kooper: Piano
Steve Winwood: Órgano hammond
Buddy Miles: Batería