Azeroth - Azeroth

Enviado por Betrayer el Dom, 18/01/2015 - 23:39
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El tema “globalización”, tan en boga desde hace años, lleva intrínsecos aspectos positivos y otros no tanto. Que yo tenga que estar comiendo naranjas chilenas mientras en Holanda comen naranjas valencianas, que en teoría debería comer yo por proximidad geográfica, no me acaba de cuadrar. Pero yo no soy economista ni comerciante, simplemente un obsesivo metalhead que entiende que al menos, en cuanto a Metal se refiere, dicho término nos vino de perlas a la numerosa comunidad metálica. Antaño uno solo podía escuchar a las bandas que llegaban a la tienda de discos de turno, y en ocasiones con un desfase temporal más que considerable. Y a día de hoy podemos acceder a música de todos los rincones del planeta, falta tan solo que el autor o el “plagiador” de turno decidan colgarla en youtube o ponerla como descarga directa.

Pero es que el lado positivo de la globalización no reside solamente ahí, si no también en la inmediatez con la que uno puede estar al día de las corrientes metálicas que están más de moda, porque nos guste o no, el Metal también se mueve en ciclos de moda concretos. Y cuando uno de los subgéneros metálicos cobra fuerza, son muchas las bandas que pueden influenciarse e intentar subirse al carro ganador en un breve espacio de tiempo. ¿Qué nos estuvo pasando en España durante muchos años? Pues que siempre íbamos tarde (aunque por lo general no mal), y cuando aparecían bandas con buen material de un género concreto, resulta que este ya andaba un tanto caduco, con lo cual su posible impacto a nivel nacional quedaba bastante reducido, por no mencionar a nivel internacional donde la repercusión era nula.

¿Y a qué viene todo este rollo? Os preguntaréis. Pues viene porque en Argentina (corríjanme los portalians de dicha tierra de no estar en lo cierto), siempre ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Y gracias a la globalización, esta vez no fueron tarde, o al menos no tan tarde. Nos trasladamos a finales de los noventa, cuando hubo un resurgir del Power Metal que en su día habían hecho grandes una inigualable hornada de increíbles bandas alemanas como Helloween, Blind Guardian, Running Wild, Rage o Grave Digger entre otros. Varios nombres despuntaban en el continente europeo ahora, Iron Savior, Labyrinth, Sonata Artica, Rhapsody, Freedom Call, y ahora el etcétera es mucho más largo. Bandas de gran calidad pero indefectiblemente deudoras de los pioneros. Y claro, los argentinos no querían quedarse atrás.

Bien es cierto que Rata Blanca (posiblemente la banda argentina más reconocida hasta la fecha), llevaba dando guerra desde 1985, pero les faltaba algo de ayuda. Para esta nueva remesa aparecieron dos bandas que mezclaron miembros entre sí, e incluso con Rata Blanca. Imperio y la banda que hoy nos acontece Azeroth. No voy a calentaros demasiado los cascos con quien estuvo donde, cuando y como, lo único que puedo detallar como datos más significativos (al menos bajo mi punto de vista), es que las tareas vocales del disco debut de Azeroth fueron repartidas entre Christian Bertoncelli (Imperio, Renacer) y Adrián Barilari (Rata Blanca, Alianza). Pero lo bueno del caso es que el mérito principal de la formación no reside en ambos vocalistas, si no que la banda la fundaron los hermanos María Eugenia (batería) y Fernando (bajo, teclados) Ricciardulli, junto al guitarrista Juan Manuel Villarga. Que después de batallar durante tres años consiguen publicar su primera demo en 1998, que les valió el contrato con NEMS Enterprises con la cual publicarían dos años más tarde, el disco que hoy estamos tratando.

Lo que parecía un proyecto más, tomó forma y de qué manera. A la mencionada participación de los dos cantantes de primer nivel antes citados, le añadimos las mezclas del alemán Charlie Bauerfeind (Helloween, Hammerfall, Blind Guardian, Primal Fear), y la portada del belga Eric Phillippe (Rhapsody, Sonata Artica). ¿Qué os estaba contando sobre la globalización? Si lo mejor del género se cuece en Europa pues grabamos y hacemos artwork en Europa, así de sencillo y así fue el resultado. Un discazo como al copa de un pino que en teoría tenía que llevar a la banda a lo más alto. Los argentinos iban como un tiro, consiguieron girar con bandas del calibre de Helloween, Nightwish, Vison Divine, Labyrinth o Barón Rojo, pero circunstancias de la vida, un incomprensible retraso en la entrega de su segundo plástico que debía ver la luz en 2003 y no lo hizo hasta el 2008, hizo que se les pasara el arroz (como decimos aquí), y que al final Azeroth quedase en nada. María si ir más lejos acabó yéndose a trabajar como tatuadora a Italia…

Pero disfrutemos del momento, cojamos este disco en pleno segundo apogeo del Power y sumerjámonos en un trabajo que no tiene un solo instante de relleno. Heavy/Power de calidad y también, con MUCHOS HUEVOS! Y lo remarco en mayúsculas, claro que sí, porque si un servidor acabó un poco harto del Power fue precisamente por tanto azúcar a granel, por tantos dragones, princesas, magos, arco iris, “torquemadas” y mierdas derivadas. Si la letra era en inglés pues no había demasiado inconveniente pues mi nivel con la lengua “number one” es prácticamente nulo, pero si cantamos en castellano la cosa cambia. Y ese es uno de los principales hándicaps positivos de Azeroth, letras trabajadas como pocas veces he visto, nada de mariconadas “facilongas” basadas en las batallas del Mio Cid de los cojones, o en los mundos imaginarios del Tolkien de las narices. Estamos en Argentina y su lucha social y política es de todo menos de color de rosa, así que hablamos de eso, de lucha, de miserias, de suicidio, de padres borrachos, de espíritu de superación, de mirar hacia delante en la adversidad. Esas son las letras que gustan a Betrayer, las que me ponen, las que sirven para que un tema Power multiplique su energía por dos, o incluso por tres. Eso, y la manera burra que tiene de golpear los parches la “bestia” María, que tira por los suelos eso de que las tías en el Metal, como mucho, de cantantes.

El disco, después de "El Dominio" (la simplona intro de rigor con “organillo Yamaha”), arranca con muchísima fuerza. “En Agonía” no se anda por las ramas y ataca con fiereza desde el electrizante riff inicial. El primer cantante en abrir el disco es Barilari, y lo hace con una fuerza tremenda. No voy a fabricar ninguna competición sin sentido entre ambos cantantes, pues ambos tienen un nivel enorme, pero si tengo que decantarme por alguno de los dos lo hago por Barilari, básicamente porque su tono rasgado me llega más. Cuando suben agudos, ambos son unas putas bestias, y lo mejor del todo es que lejos de limitarse a la típica colaboración “desganada” para salir en los créditos y aumentar el caché, se nota que ambos vocalistas se dejan la piel en el proyecto, al igual conscientes uno y otro de las temidas comparativas entre ambos. Ahí quien sale beneficiada es la banda en sí, sin lugar a dudas.

Todo lo que viene después es tremendo, comenzando por las cabalgadas a lo Helloween de “La Salida”, tema Power 100%. Continuando con “Esclavo del Tiempo”, que arranca pausada para desbocarse a partir del tremendo “¡Moriráaaaaaas!!!” de Barilari, y con unas líneas de bajo que vuelven a recordar de nuevo a los mejores Helloween y un solo que pone los pelos como escarpias. En "Campaña al Desierto" el tufo ahora es más “Maidenesco”, y es que está claro que los tíos son muy buenos, pero andan influenciados a tope por el legado de los grandes, de todos aquellos que hicieron grande el Heavy Metal en general. Este corte precisamente es el único en el que Bertoncelli y Barilari coinciden, que mejor para un corte “protesta” donde los haya, y la verdad es que el resultado es óptimo. Ojito al momento semi folkie hacia mitad de tema y al riffeo ganador posterior, que no tienen desperdicio.

Después de la arrolladora “En la Frontera de toda Razón” (no voy a insistir más en lo de Helloween), atravesamos el ecuador del disco, donde encontraremos una merecida pausa de la mano de “El Fin”, un tema muy sentido narrado por el también argentino Juan Varnell sobre una base instrumental bastante sencilla con aroma épico-medieval. Avanzando hacia el final llegamos al tema más largo y uno de mis preferidos del disco, “Historias de Hoy”. El corte arranca a forma de medio tiempo, casi de balada, y nos encontramos a un Barilari enorme de nuevo, acompañado de unos teclados sencillos pero con mucho sentimiento. El tema nos mantiene aletargados hasta que pasados los cuatro minutos aparece ese riff “Maidenesco” secundado por una galopada tremenda de doble bombo de María. Ahora sí que Barilari se suelta y raja de todo y de todos, como debe de ser, hay que alzar la voz y hacerse oír ¡joder! Que el Metal de hoy en día tiene menos cojones que todas las mujeres de mi pueblo juntas. Toca cierre con “El Ocaso de los Reyes” corte cuyo esquema tiene bastantes similitudes con la anterior, con la diferencia que en esta ocasión es Bertoncelli el que nos deslumbra con su voz.

Y así acaba la historia de la enésima banda que pudo ser y no fue. El tardío “II” no apareció hasta el 2008, donde apenas quedaban las brasas de esa hoguera de pasión “poweriana” vivida a finales de los noventa y principios del dos mil, y pasó totalmente desapercibido. Pero una cosa está clara, nadie puede quitarle el mérito a este pedazo de disco. Como único reproche quizás se le pueda achacar su escasa originalidad musicalmente hablando. Pero en esto del Metal no todo pueden ser bandas novedosas y revolucionarias, y en ocasiones es preferible un buen disco de un género ya explotado si está hecho con pasión y calidad, que un invento infumable. A la espera de que algún colega del otro lado del charco remate la reseña con algo más de información sobre esta banda y su repercusión (si es que la tuvo) en su propia tierra.

Christian Bertoncelli: Voz (Tracks 3, 5, 6, 9)
María Eugenia Ricciardulli: Batería
Fernando Ricciardulli: Bajo, teclados
Juan Manuel Villagra: Guitarras
Adrián Barilari: Voz (Tracks 2, 4, 5, 8)

Sello
NEMS Enterprises