Amorphis - Privilege of Evil

Enviado por Cuericaeno el Sáb, 16/03/2013 - 03:55
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Os invito a un peregrinaje desde la oscuridad para recibir un negro abrazo, y bajo el privilegio del mal emprender el sendero de la miseria. Eso sólo quiere decir una cosa, y no precisamente que ya es primavera en El Corte Inglés, sino que en estas líneas que siguen volveremos a pisar territorio finlandés, aquel simpático reino de los mil charcos que como diría un acojonado Jonathan Harker si se hubiera equivocado de tren, también sería para él “tierra maldita donde el Diablo y sus hijos aún caminan con pies terrenales”, pero sólo si hubiera cometido el fatal desliz de hundirse en las arenas movedizas que separan a la Finlandia turística de los subrepticios dominios de su ya decano Death Metal. Y esta vez pasaremos revista a la vertiente más fantasmal de su cohorte, para pararnos frente a uno de sus más notorios paladines y que nos cuente su historia mientras nos perdemos en su aureola de paisajes ignotos.

Es increíble sentir nostalgia ante una criatura de semejante calaña, pero es lo que siento al recordar cuándo y cómo conocí a Amorphis, que fue por medio de su célebre Tales From the Thousand Lakes, que me llegó por carta y en una cinta TDK de 60 (la cara B traía el Darkside de Necrophobic), en mis tiempos de instituto cuando mantenía con algunos lectores de la revista Heavy Rock esa cosa que se hacía llamar correspondencia y cuyo intermediario era ese enorme falo amarillo-pollo que llamaban buzón. Se puede decir que entonces practicaba una versión de tape-trading descafeinada y algo ya pasada de fecha, pero que mira por dónde no se despegaba de la misma década de plenitud del Death de vieja escuela aunque transcurrieran mis hechos en el ocaso de ésta (1997/98), y también en una época en la que aún no envolvía al planeta esa red invisible llamada internet, nuestro actual genio de la lámpara. La cosa seguía teniendo su romanticismo…

Pero aquí esta vez daremos un paso atrás respecto a aquellos “cuentos desde los Mil Lagos”, sólo uno a nivel de lanzamiento aunque bastantes más a nivel de origen, para aterrizar (o infernizar) en medio de las tupidas tinieblas de aquel EP previo de los de Helsinki, un “Privilegio del Mal” que pertenece digamos a ese cofre de los discos embrujados, el agrietado arcón que atravesado por verdosos haces ulteriores guarda dentro y latente el halo espectral de los Depravity más primigenios, o ese fenómeno paranormal que ante los vivos se hizo llamar Adramelech, sin olvidar a unos más soterrados Monstrosity que aunque no a la cabeza de esta Insanta Compaña sí supieron atardecer con luz propia, como ilustre estela de tal procesión. Llamémosle la Liga de las Ánimas, esa sociedad casi secreta que fundó su propio movimiento espírita mediante teclados y punteos a tremolo, tomando como hidalgo al Death Metal y en muchas ocasiones como escudero al Doom, para luego mantenerse como sierpe enroscada en su madriguera, inmersa en el viejo underground extremo de los mil lagos fineses en espera de más fieles a los que hipnotizar con sus crepúsculos de cuerda y tecla. De entre los que se asomen a leerlas, espero que estas líneas encuentren carne fresca para la ofrenda. No teman, pues no duele, y ello está testado por los mejores pediatras de la zona.

Amorphis eran uno de esos miembros de la mentada logia, y aquí mostramos sus primeros movimientos a través de aquellas canciones que fueran grabadas en el TTT Studio de Helsinki, paradójicamente el estudio de Timo Tolkki de Stratovarius, donde grabase Disgrace su Grey Misery. Estas canciones iban destinadas en un principio a un split que iba a hacer la banda con Incantation y que al final no cuajó, de ahí a que su fecha de gestación de las mismas (Mayo de 1991) quede tan lejos de ese 5 de Diciembre de 1993 en el que por fin salieran a la calle, aunque esta vez como temas para un EP, el llamado Privilege of Evil que aquí trataremos, el que reunía la esencia Amorphis de aquellos primeros ’90, la más pura, cruda y genuina.

Los que hayan conocido a esta banda por medio de sus últimos trabajos, decir que su pasado dista bastante de obras como Tuonela en adelante. En Privilege of Evil aún no había ni el más mínimo vislumbre de voces limpias ni esos ambientes incluso Pop que la mayoría de la gente conoce de Amorphis; en Privilege of Evil encontraremos Death/Doom de la más primaria y rancia escuela, de aquella de donde realmente provenían estos cuatro muchachos, pero eso sí, escapando por las fisuras de su pedregoso sonido un manantial de melodías y atmósferas de cuando en cuando que, además de ser las credenciales que los integraban en esa Liga de las Ánimas que mencioné, tales cadencias mostraban que desde siempre Amorphis tuvieron cierta inclinación por lo armonioso, aunque con un tratamiento de ello no catalogable para todos los públicos como sí ocurriría en el futuro, además de que antaño era administrado en dosis escrupulosamente escasas, pero siempre efectivas. Y tan efectivas…

La primera muestra de ello la tenemos y de manera muy fúnebre en todas esas notas que tanto sacadas de las cuerdas de Koivusaari y Holopainen como de las teclas de Rechberger parecerán proveer de monumentales patas de araña al inaugural Pilgrimage from Darkness, inmensa cabecera que le allana el camino a todo lo siguiente con la pompa y umbra más idóneas. Pero los primeros rastros de verdadera belleza están a partir de esa recta final de Death Embrace protagonizada por los teclados de Rechberger, siendo aquélla la primera vez que verdaderamente presenciaremos una aparición y no precisamente de cine de serie B, sino de ésas que de niño te obligaban luego a dormir con la luz encendida. El tema-título no nos tendrá mucho tiempo remando por sus rápidos, pues su corriente no tardará en agotar su inercia para que a pocos nudos podamos presenciar al detalle todo lo que abreva a diestra y siniestra en sus orillas, una fauna realmente inquietante de negras y tupidas crines, desdibujada por la bruma de un siempre acertado Rechberger a su teclado (embrujador 1:31 y su desperece previo).

Misery Path ya alcanza desde el principio una grandeza y un avance a escala imperial con ese gravoso bucle punteado por una guitarra mientras la otra detona los acordes, entrada magistral de un corte que tiene sus grandes momentos, como esa melodía doblada de los hachas poco antes de cumplirse el tercer minuto, o esa otra a modo de elegante despedida que el mismo dueto se marcará para dar por concluido ese ‘sendero de la miseria’. En el arrollador cover que hacen del Vulgar Necrolatry de sus muy próximos vecinos y a la vez nuestras amadas y fungosas momias Abhorrence, no sólo tendremos cameo por parte de Jukka Kolehmainen al micro, sino que en el apartado melodías pondrán Amorphis su etéreo sello al asunto, convirtiendo el clásico de los también helsinguinos en algo muy especial, con toque de la casa aunque la receta no sea propia. Y como postre, para cerrar el EP tenemos un Excursing from Existence que, despertado por el bajo de Laine de la misma forma en que nos desvela en la noche un molesto insecto, nos tabicará a base de impenetrable tremolo en el tema de más feroces arrebatos de todo el trabajo (como para no despertarse de mala leche con semejante moscardón), pero que curiosamente encierra en su metraje al fantasma más insigne de este castel de seis torreones, y que no puede ser otro que el que asciende de entre las teclas en el 1:53, no sin antes maravillarnos de cómo las guitarras lo invocan al ritmo del ride de Rechberger, emulando su cántico como reclamo para que el espectro se les una a la coral. Grandioso.

Los primeros versos del cuarto corte, Misery Path, decían: ”Navegamos cruzando el mar/En nuestros pensamientos flotamos sobre las montañas”. Su inquietud por conquistar nuevos horizontes y ascender los fue alejando poco a poco de sus orígenes, pero no seré yo quien critique su actual sonido o dirección en el panorama musical, aunque sí me señalo en preferir mucho antes sus gateos por las sombras que sus altos vuelos por el mainstream metálico, y no por mera ortodoxia sino por amor a la artesanía, además de que este ejemplo llamado Privilege of Evil constata como tantos otros que suelen ser las primeras musas las más creativas, y que a menos medios más alma. No era para menos, viniendo de uno de los insignes miembros de la Liga de las Ánimas.

Tomi Koivusaari: Voz, guitarra
Esa Holopainen: Guitarra
Olli-Pekka Laine: Bajo
Jan Rechberger: Batería, teclados

Sello
Relapse Records