
1. She Painted Fire Across the Skyline, Part 1 (08:35)
2. She Painted Fire Across the Skyline, Part 2 (03:09)
3. She Painted Fire Across the Skyline, Part 3 (07:09)
4. The Misshapen Steed (04:54)
5. Hallways of Enchanted Ebony (09:59)
6. Dead Winter Days (07:51)
7. As Embers Dress the Sky (08:04)
8. The Melancholy Spirit (12:25)
Disco Completo: Youtube (Playlist)
Érase una vez una mañana fría y gris en los lejanos bosques de norte américa. Un lugar lúgubre y desolado, donde el sol no se asomaba mucho, pero donde había mucha magia, y una belleza escondida que estaba a la espera de que alguien la notara. Las almas en pena moraban por el bosque, mientras los espíritus revoloteaban y jugaban de forma risueña. Corría el año 99’ cuando alguien, uno de esos moradores, luego de un profundo letargo exclamó:
“Last night I hoped and wished I'd die in my sleep but no catharsis was granted to me
Will this pain ever pass?”
Ese mismo día un fresco y dulce aroma se esparció por todo el bosque. Con un ligero matiz tostado, como incienso asiático. Así ardía la resina de este árbol milenario llamado Agalloch, que resaltaba de forma imponente en aquel vasto paisaje. Una llama intensa que ardió por años, no, por décadas, hasta que un nefasto día, del año 2016, quedó todo hecho cenizas. Así nació y murió la mítica banda norteamericana.
Let's Go. Agalloch son una de esas bandas —donde también incluiría a los suecos de Opeth— que yo le recomendaría a cualquier amigo que esté sufriendo un poco con el metal extremo, pero que le llama la atención el asunto. Las típicas vocales agónicas serán el primer obstáculo, aunque eso pasara al olvido, bien rápido, cuando éste perciba esa aura delicada y suave que caracteriza a la música de estos gringos. ¿Accesibles? Se podría decir que si, pero ¿Poco Interesantes? Una mierda, ya solo con los arreglos musicales —de los más variados— y sobretodo esa pasión que le ponen a su música les alcanza, incluso les sobra para ser una propuesta duradera, de esas que se quedan contigo por mas mierda que te llegue luego.
Los Agalloch forman parte de esa primera camada de cría que parió el Black Escandinavo, una camada que, específicamente, parieron los Lobos de Bergtatt y se esparció por todo el mundo. Crecieron y se alimentaron de la teta del señor Garm y compañía, desarrollando un potente porte que les hizo sobrevivir muy bien en esas frías tierras de norte américa. Queda entonces claro que no se inventaron nada nuevo en esa recta final de los 90, pero la forma de recoger lo aprendido, aplicarlo, incluso simplificarlo… es lo que les hizo destacar tanto en la escena e influenciar a una generación. He dicho simplificar, si, es que ya desde el principio, en esa primera ofrenda llamada Pale Folklore (Folklore pálido) ya el grupo sabía que no quería tener nada que ver con el Black Metal ni con otras vertientes del extremo más crudas. En su demo del 97’ (From Which of This Oak) sí que se pueden sentir esas trazas, algo toscas, pero en la búsqueda de su madurez compositiva se encontraron con otras influencias que les favorecerían muchisimo mas; El Post-Rock, el Neo-Folk, y como no, el Doom de influencia gótica.
Pale Folklore es un debut impecable, y perfecto a su propia manera. El grupo no estaba tan afinado aún instrumentalmente y se siente ese tufo amateur omnipresente en todo el disco. ¿Es algo malo? Dependiendo de quién lo aprecie. En mi caso subestime por mucho tiempo este disco, no le encontraba sentido teniendo a dos imponentes siluetas que lo ensombrecen; como son el The Mantle y el Ashes Against the Grain. El haberme iniciado con esa dupla fue el único factor que me tuvo al margen, fue lo único que me cegaba de ver esa magia que también resplandece —de forma más tenue— en este hermoso Folklore pálido.
Una de las mentes protagonistas detrás del disco es el señor John Haughm, quien siempre nos guía, por esos paisajes grisáceos, con esa sosegada y melancólica guitarra. Como decía antes, quizás este señor aún era algo novato con el instrumento en ese entonces. pero eso no le impedía hacer con ella, y transmitir, lo que él quería. El metal de esta estirpe siempre ha sido algo artesanal de todas formas, algo humilde. Algo que se atestigua ya desde el comienzo con ese gigantesco primer corte She Painted Fire Across the Skyline dividido en tres partes. Ese aliento áspero y frío, que baja de las montañas en formas de susurros y gritos agónicos recónditos; matizados con un breve, pero excelente, performance operístico de voces femeninas que resalta esa belleza perdida en los confines de la tierra. El señor Haughm, responsable de todas las vocales masculinas, también se dedica a salpicar las composiciones con coros melódicos, por aquí y por allí —detalle característico de la banda— dejándose ver como un ejemplo de primera As Embers Dress the Sky; tema recuperado y re-grabado —de forma muy acertada— proveniente de la demo del 97’.
Como buena banda, aquí no solo se reparten los instrumentos sino también las composiciones; fluyendo todos como uno, como un ente propio. El interludio The Misshapen Steed es territorio del tecladista Shane Breyer, quien no duro mucho en la banda eso sí, pero su aporte fue categórico con esta triste y decaída composición de teclados y sonidos de ambiente que funciona como un puente emocional. Por su parte, Anderson y William Walton, en guitarras y bajo respectivamente, son los acreditados de idear esa sólida parte media del disco que nunca decae, nunca sucumbe, a pesar de esa atmósfera mortuoria y de desesperanza omnipresente que impera, que pone la piel chinita y ralentiza los latidos.
Sin un final a la altura la cosa no sería lo mismo, no lo recordaremos de forma tan bonita. The Melancholy Spirit representa uno de esos momentazos donde lo único que queda es arrejuntar todo; lo bueno, lo excepcional e incluso lo malo; no te voy a negar que alguna transición se torna un poquito torpe, pero reitero que esto es parte esencial de la magia de Pale Folklore. Es el paquete completo, de exterior algo rústico, pero con un interior magnífico y evocador.
Agalloch siempre vivirá en los corazones de quienes descubrimos, en algún momento de la vida, su música, y siempre despertará esa pasión en nosotros así tengamos buen tiempo sin escucharlos. A pesar de que la disolución del grupo fue algo triste, llena de diferencias y mal rollo —se terminaron dividiendo en dos bandas, que ya están extintas también, un lio— siempre los recordaré como un ejemplo de química ejemplar. Esa pequeña mancha ni se nota, hay que pasarle la lupa para divisarla. Los Cinco Cuernos se los doy a los tres primeros discos sin pensarlo mucho —quizás algunos tirando hacia abajo, cosa triviales que conllevan darle una puntuación subjetiva a algo— Que luego prefiero el Ashes Against The Grain... eso es tema aparte. Grandes.
John Haughm: Vocales, Guitarras, Batería, Líricas, Songwriting (tracks 1-3, 5-8)
Shane Breyer: Teclados, Songwriting (track 4)
Don Anderson: Guitarras, Songwriting (tracks 5-7)
Jason William Walton: Bajo, Songwriting (track 6)