Parece que fue ayer cuando en la proyección de Planet Terror (2007) pusieron al principio ese falso trailer que anunciaba la película llamada Machete, basada meramente en un chicano de hosco semblante (Danny Trejo) y su intimidante arsenal de machetes, movido el pequeño hombretón por una sed de venganza nacida de traiciones y muertes cercanas que piensa enmendar a machetazo limpio. ”Se equivocaron de mexicano”, rezaba el anuncio.
Todos los que disfrutamos de aquella película de la chica de la ametralladora en la pierna pensamos lo mismo: “¡Se tiene que hacer la peli de Machete!”. Al final, la telepatía colectiva hizo fuerza desde todos los puntos del globo para que aquello se hiciera realidad, y tres años después se ha logrado ver el fruto del deseo de muchos freaks de este renacido género del Grindhouse.
Robert Rodríguez, director de sangrientas maravillas como Abierto Hasta el Amanecer o la citada Planet Terror, este año se deja caer con Machete, otra personal pieza rebosante de sangre, tetas y humor ácido, todo a escala estrambótica como gusta y gasta el muchacho.
Muchos sonreímos hoy ante la nueva oportunidad de experimentar lo nuevo de un director extremamente desconcertante, que lo mismo te hace pelis infantiles (Spy Kids) que suculentas barbaries como ésta que os relato y que aconsejo que veáis, siempre que entendáis y disfrutéis del lenguaje cinematográfico de este tipo, algo similar al de su colega Tarantino.
Nuestro protagonista del mostacho (Machete) emprende su búsqueda de vendetta contra un peligroso narco llamado Torrez (interpretado por el hoy hinchado Steven Seagal), pero las vicisitudes lo llevan a conocer a más enemigos (para que no se aburra), destacando entre los villanos dos piezas carismáticas del juego, una es Lt. Stillman, un cruel sheriff que vigila la frontera chicana, interpretado nada más y nada menos que por Don Johnson (de la serie Corrupción en Miami), rescatado del olvido por Rodríguez desde tinieblas casi tan hondas como las que enterraban al hoy gordito Seagal (que en esta peli tampoco se despeina el tío). En cambio, la otra pieza insigne es alguien que aún sabe defenderse sólo, y tanto, pues hablamos del gran Robert De Niro, en el papel de McLaughlin, un senador ultraconservador tan cabrón, que empezará estando en el punto de mira de Machete y luego en el de muchos más. El personaje se lo gana a pulso, moldeado con la expresividad y el cinismo de todo un veterano titán del cine que es De Niro. Soberbio.
Entre el rescate de viejas glorias y la incursión de nuevos talentos, el rico surtido de actores que nos despacha Rodríguez no aburre, sin contar esa plantilla fija con la que siempre cuenta, donde entra el propio prota que es Danny Trejo, o Cheech Marin, que es aquí el “cura pistolero”, seguido de un largo etcétera… Todos y cada uno presentan su regia identidad y su propia dosis de mala leche en las venas, por lo que el filme gana mucha riqueza y dinamismo, sin llegar a centrarse en exceso en la figura protagonista, que es el cara-tronco de los cuchillos como ya sabemos, que hace un papel sobrio pero decente.
En el bando más benigno (dicho así porque en el cine de Robert Rodríguez hasta las margaritas llevan revolver), tenemos a Sartana (Jessica Alba), guapa agente de la migra que ayudará (y seducirá) al mexicano, que también recibirá apoyo de un movimiento revolucionario chicano liderado por la mítica figura de Ella (Shé, un juego de palabras inspirado en el Ché), a la que da vida Michelle Rodríguez, la aguerrida morenaza que en la serie Perdidos respondía al nombre de Ana Lucía, y a la que no paran de darle papeles de la misma índole: Chica armada, peligrosa y arrogante, papel que le va que ni pintado. La tía impone y “pone” mucho en esas tesituras, y esa actitud desafiante que siempre irradia está cargada de carisma y carácter.
Tanta masacre gratuita aparenta poco peso argumental (aunque no hay que ser un cerebrazo para seguir su hilo), pero la trama de Machete es interesante por el entretenido cruce de traiciones que teje y por los demás acontecimientos que implican a cada personaje de tan extenso reparto.
Además, desarrolla su guión en plena frontera entre México y Estados Unidos, excusa perfecta del director para desatar una crítica mordiente contra la xenofobia, usando un humor más corrosivo que meramente ácido para plasmar la intolerancia que reina en la mayoría de los cerebros yankees. El mejor ejemplo está en los spots electorales con los que se publicita por televisión el eminente senador que encarna De Niro, el mismo que con Don Johnson se apunta a furtivas monterías de lo más dantescas, cazando inmigrantes a pie de alambrada como si éstos fueran venados. Tan cruda combinación de humor y denuncia sólo la he presenciado en los engendros animados de South Park, pero en carne y hueso la cosa impacta más, sobretodo sabiendo que si alguna vez no se ha hecho algo parecido en la vida real, ganas no le han faltado a más de uno para hacerlo posible.
Con esta nueva creación de Rodríguez volví a experimentar lo mismo que con Planet Terror, disfruté como un niño chico, y al acabar la película, sentí cómo la gente a mi alrededor se iba de la sala refunfuñando defraudados (hubo un matrimonio de ancianos que se fueron antes de que acabara). A los ancianos no, que seguro que se habrían equivocado de sala, pero al resto de los desencantados les diré que hay una cosita muy bonita que se llama “cine de autor”, y si no te gusta el autor, pues no entres a ver la peli, así de sencillo. Criaturitas…
Empecé el anterior párrafo diciendo que disfruté como un niño chico, y lo hice porque sabía lo que me iba a encontrar, la extravagancia carnicera de un director cuya usanza ya debe conocerse de sobra sin ninguna sorpresa. Y cuando hay sorpresa, ésta es grata al tú captar que en cierto momento el tío se supera a sí mismo en su pasión por la exageración (acciones, menciones, situaciones…), o en su culto al gore más apabullante, donde las mutilaciones son algo que vuela y escurre su savia roja alrededor tuyo durante gran parte de la peli, tomando Robert los controles de sonido para subir al máximo volumen cada chasqueo, crujido y chorreo de esa carnaza, para así estampárnosla en toda la jeta de la forma más cercana, tangible y dañina posible. Qué delicia de nene.
Y es que, las películas de este hombre no son para tomárselas en serio (ya eso lo aprendí en Desperado, desde entonces estoy curado), pero gran parte de la audiencia cree hoy que si una película no es creíble, la película es mala. Gran error.
No tienes porqué creerte que un indio más feo que los bajos de un coche y la espalda de un frigorífico logre seducir a todas las exuberantes nenas que desfilan por el filme. No tienes porqué creerte que muchos personajes se curen por arte de magia de las peores heridas para poder contar con ellos pronto y que la acción no decaiga. No seamos suspicaces y disfrutemos el ratito que nos brinda Robert para fantasear, el juego es sencillo y pasivo, sólo hay que dejarse llevar.
Para terminar, repito, si te gustan de verdad las pintorescas creaciones de Robert Rodríguez, ésta es tu película, y si no, puedes entrar a ver Come, Reza, Ama con Julia Roberts y no sufrirás daño alguno, porque te aviso que en Machete habrá sangre… y mucha. Que os aproveche la tomatada mexicana.