Witchhamer - The First and the Last

Enviado por Heartbolt el Vie, 08/05/2020 - 17:28
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1. Medicine Blues
2. The First...
3. Misery's Genocide
4. Who is Fat?
5. Harmony or Violence
6. Words of Desolation
7. Dartherium
8. ...And the Last

El primero y el último carioca

Cuando se creía todo dicho en el ancho y vasto mundo éste del Metal –de la naturaleza que fuere–, un cierto disco Thrash de las tierras cariocas inicia su mecha con nada menos que un Blues de deje rockero, que de por sí no les sale nada mal a las bestias éstas, y que son una presentación diríase “acertada” para darnos semejante tralla sonora, distorsión, mucha broma y que el aguardiente sobre.

WITCHHAMER pasa por debajo de la mesa por muchas razones, pero pertenece al periodo más fértil del Thrash brasileño, a mediados de la década de los 80’s. Es de obviar –mis más sencillas razones– el porqué, pues compatriotas suyos como SARCÓFAGO y SEPULTURA se habían llevado ya las medallas con todo y barandal con I.N.R.I. y Schizophrenia en el 87, cuando WITCHHAMER y otros amigos del Brasil costero seguían dándose beligerancia con splits de la época de los Cavalera greñudos y el Lamounier “satánico-suicida”, mientras el mundo del Metal Extremo era dominado por la Bay Area, los germanos a tope y el naciente Death Metal.

No vaya esto a decir que malos fueron Paulo Caetano y sus fieles seguidores –los Monty Python independientes del Metal brasileño ochentero–. Con acaso darle la muy merecida oída a su debut The First and the Last del 88 uno sabe de sobra cómo eran y por qué, luego de treintaitantos años, en su haber portan cuatro álbumes, y es que el Brasil, la Latinoamérica y el mundo no estaba tan preparados para otros tomadores de pelo con su aroma ANTHRAX y una musicalidad en ciencia cierta defectuosa, pero ellos ni creyeron en nosotros ni en la prensa, y con apoyo de la Cogumelo linda, en pleno maremoto carioca que iba desde SEPULTURA hasta CHAKAL y OVERDOSE, se atrevieron a ponerse en alto y gritar desde las favelas, con la bandera del Brasil al revés y una pose que te cagas, con el “desordem e progresso” para afincar mejor las tarolas, las guitarras mal afinadas y el berrío cual Belladona anclado en el Among the Living, que WITCHHAMER, como todo su material anterior, tenía en un altar.

The First and the Last es un disco que no redescubre la panacea metalera, no inventa ni se mete de lleno en el onanismo turbio. A falta del talento que tuvieron sus connacionales, WITCHHAMER supieron darle a su distorsionadas ínfulas de chicos malos que se mofan de todo a su alrededor un carisma que es muy propio del Metal brasileño en parcelas thrashers, con un sinfín de arreglos a medio poner que a la cosa la hace en gran medida jugosa. Si bien no hay solos los que KREATOR y SODOM se tiraban en pleno tour europeo de los años 1987 y 1989, los ojitos del monstruo de la portada nos preparan para eso que llamamos atrevimiento, el querer ser más de lo que eres, y hacerlo bien, pues allí es que me quiero detener, porque lo hacen tan bien que uno, viendo más de un demo desastroso, les aplaude. Se superan y entregan garra de la buena, que aunque no trasciende y pasa de largo décadas después en algún momento sabe a lo que debe saber:

A las ganas más puras del Metal salvaje que los enamoró de pimpollos, hasta que se nos hicieron viejos y siguieron en lo mismo.

The First and the Last es como una sutil bomba infantilísima que se reconoce como ello, tomándolo en un plano que no profundiza nada sino al contrario, le da una superfluidad particular. Los riffs parten de una base juguetona, pero en el camino se tornan hostiles, así Casito nos narre la más imberbe historia. Este Thrash Metal de los años de la pera conjuga con un aura adolescente buscapleitos, de esa que decide escaparse de los problemas ahondando en tesituras lúgubres y casi satánicas, vistas por medio de una burlesca sátira hacia todo. No fallan a la hora de ir alargándose en cada tema, propiciando lo que deben, o más bien quieren, mostrarnos. Esa versatilidad para cambiar tempos airosos combina bien con los patrones de un Teddy, que ya es para ver quiénes son, más su clase de la última, pero los hace correr y subirse al tren que ya no va de salida, sino de regreso al inframundo.

El comienzo promete semejante caos sonoro, o la más dulce de las melodías equívocas, pero más allá de invocar al Freddy King que algo les hubo de enseñar, las composiciones como las dos mitades del título, o el mágico instrumental Harmony or Violence, que le dan la cavidad al álbum, que en todo momento oscila entre el aparente fallo y la tralla metalera de la buena, la más cercana a la hardcoreta, que luego se iría de farras en posteriores entregas, pero en el comienzo ya uno los mira como lo que uno es alguna vez: entusiasta de los que no se rinden.

Las primeras hazañas de composiciones como Who is Fat?, con un dominio del inglés pésimo pero optimista, entrevé la potencia desmedida, pero el desarrollo continúa desplegando la falta de técnica, que, nuevamente, se repotencia con lo que no dejan ir, y es su insuperable fe en ellos mismos. Cuatro colegas atrevidos a romper con todo sin tener qué, el asalto al banco sin máscara y bananas por pistolas, pero de alguna manera los policías los miran con ternura y los dejan ir. Pero véase que más de un momento solista de la mano de Leandro Miranda es para ponerse serio, pues es él quien, con su educación en casa con las guías de los VENTURES –educando a grandes y pequeños desde 1965–, a Medicine Bluesle da lo más espectacular de la osada broma, pero ninguno se engaña. Lo que continúa, al menos de su parte, es lo más bello de The First and the Last.

Que no queden dudas al alojarse en su hotel de prisioneros, malandrines.

Más bueno que malo se podría decir del debut de WITCHHAMER, pero lo que le da un bonus, y que no tienen otros compatriotas, es, retirado lo dicho, cuando la niñez de las niñeces musicales se convierte en hombría galante, cuando Casito toma el toro por los cuernos y lo doma con una falsa valentía que lo sitúa en la mejor de las posiciones, sudando como maniaco pero escondiendo el miedo, porque toda la estructura del álbum refleja que no saben a dónde carajos se están metiendo, pero ya desde el split del anterior año se venían haciendo muy grandes, no imitando a los que serían sus ídolos, sino emulándolos desde la proyección propia, propiciando la creación de un Thrash enérgico que nos da buenos temas como Misery’s Genocide, la encantadora Words of Desolation o lo mejor del álbum: Dartherium, tema que se pone de pie en medio del bombardeo y sale ileso, porque la cabalgata emociona tanto como aparta de sí el rebuznar de la competencia, incapaz de ver más allá de las suelas se sus inmundos zapatos. WITCHHAMER ataca por donde no le veas, despojándonos de todo sentimiento de vergüenza y dándole más vida a la premisa del disco:

Mantenerse rockeando en un mundo corrompido.

Mucho exploran las ganas y las ansias de cuatro cariocas en el planeta de los simios, con sus propias anécdotas bizarras de la locura moderna del entonces aquél, pero es que el resultado deja buen sabor con los años, si bien es cierto lo iracundo que se dejan enseñar y lo mucho que les faltaba aprender, que en sus siguientes álbumes, como Mirror, My Mirror del 88, expondrían con fuerza, pero en los comienzos se vislumbran más despeinados, sin más preocupaciones que el buen Metal de siempre, el gritar eufórico o el menearse ebrio, que así se vivía en 1988 con WITCHHAMER.

Que su falta de renombre no te engañe, un buen rato podrían darte.

En donde sea que estén, el Thrash que hacen nos alegra la vida.

You’re the First… and shes’s the last, motherfucker!

Casito - Voz y Bajo.
Paulo Caetano - Voz y Guitarra.
Leandro Miranda - Guitarra.
Teddy - Batería.

Sello
Cogumelo