
1. Snøfall
2. Silence in the Snow
3. Blind Leading the Blind
4. Dead and Gone
5. The Ghost that's Haunting You
6. Pull Me from the Void
7. Until the World Goes Cold
8. Rise Above the Tides
9. The Thing that's Killing Me
10. Beneath the Sun
11. Breathe the Flames
Supongo que ante la expectativa de lo nuevo siempre exhibimos cierto aire místico y enigmático. El saber qué es aquello insólito frente a nosotros, imposible tiempo antes, desconocido por muchas primaveras que hubieren pasado.
Descubría yo en la infancia a los BEATLES del “Revolver” –1966– y a los DOORS del “Morrison Hotel” –1970–, con la impresión aquélla de recibir ante mí algo imponente y sobrenatural. Los himnos de carretera y las armónicas vagabundas, adosadas entre psicodelia y ácidas guitarras pre-Woodstock, se volvieron fundamentales para mí. De allí, todo lo meramente relacionado a esto impregna una nostalgia y una alegría muy propia de quien es aún inocente ante todo.
Algo así entendía de quien relataba fascinado sobre TRIVIUM y lo que fue para él atender a los carismáticos Matt Heafy y Corey Beaulieu cuando volcaban las épicas epopeyas greco-niponas a un estilo más convencional –y en mi opinión, estático– y estruendoso, un tanto sin la excelencia y la frescura de antaño. Para él fulguraban esos alaridos y esas baterías descomunales como lo más puro y desquiciante de su vida. Por supuesto: era un jovencillo apenas, quizás como cuando yo, mucho más niño, desvirgué mis oídos con el álbum más oscuro y tentador que hubiere conocido hasta esa vez: el “Metallica” –1990–.
Pues para el año 2015, ya plenos y bien entrelazados en la oleada interminable de discos del género que ya sienten a sus anchas la recompensa de la victoria, los prometedores TRIVIUM, tenuemente magullados por dos álbumes con importantes ventas pero sin demasiado para la memoria colectiva de quienes los descubrimos en su momento de auge, cierran –afortunadamente– una tríada desdichada con un álbum atípico para su acostumbrado estilo, arriesgando su líder, Heafy, por las tesituras más melódicas y parsimoniosas de toda una discografía hoy en día cercana a los diez álbumes.
“Silence in the Snow” –2015– revivió en mí un importante interés en TRIVIUM con esta presentación nívea y seductora –al igual que ramplona– que por días, en ansias de tenerlo en mis manos, me obligó a suponer por dónde nos habían vuelto a introducir después de dos trabajos que rayaban en lo prescindible, si no es que lo eran. Tras incluso despegarnos los cuarenta minutos con un tema instrumental de nada menos que Ihsahn –no considero que deba saberse demasiado de Black Metal para tener en cuenta quién es este hombre–, sorpresivo y amenazante, los siguientes diez cortes, las heladas flamas del disco, fueron sucediéndose uno por uno sin causar mayor asombro; al contrario, tornó en lo decepcionante y en lo innecesario.
Mucho después, cuando las incontables alabanzas –las que ciertamente me convencen, las de aquéllos que compran de su bolsillo y oyen entusiasmados cada entrega de cada grupo al que realmente respetan– me presionaron para engancharme al tren de sus últimas dos producciones –“The Sin and the Sentence”, del 2017, y “What the Dead Men Say”, del 2020–, aproveché el inagotable tirón publicitario y repentinamente, reencontrándome con este “Silence in the Snow”, pude comprender mejor el agite de quienes abrieron orejas al mundo del Heavy Metal con este trabajo.
“Silence in the Snow”, en consonancia con obras previas, nos ilustra a Matt Heafy, Corey Beaulieu, Paolo Gregoletto y Mat Madiro –tercer baterista, en su única aparición oficial– que terminan de formularse, casi con descaro, hacia la esencia que “In Waves” –2011– no pudo controlar: la sencillez que controla la efectividad. Y es que en “Silence in the Snow”, desde que el tema homónimo nos sorprende con velocidades ralentizadas y la ausencia de guturales exagerados, podemos aspirar sin vergüenza un perfume nada análogo a el sudor de la adrenalina o la pólvora de los mosquetes a fuego abierto en plena cacería eslava. Por el contrario, la carta de presentación –y el álbum entero– pretenden adormecernos entre cortes distinguidos, que sin correr riesgos apuestan por acertar con una gracia entretenida, muy dispuesta a todas las edades, sin mayores méritos, comentando líricas propias de lo que me gusta llamar “la Hipermodernidad” –miedos, ansiedades, traumas–, propias de la juventud.
Musicalmente puede –y a primeras oídas lo hace– decepcionar enormemente al dejarse en el tintero aquello que nos ponía como relojes cronometrados que ansiaban esa sensación de riesgo por encima de la “tralla”. Ahora sin riesgos y sin trallas, TRIVIUM enfoca su esfuerzo entero en coros que, puedo afirmar, evidentemente nos hacen rememorarlos con agrado, mas las guitarras cumplen un adorno que no es dado a exhibirse completamente, sino que ahondan en la discreción y en el complemento, sensación incómoda que se pierde con el tiempo, pues todo el viaje es tranquilos y a ratos alentador, aun si persiguen un espejismo insustancial que es tener la certera convicción de penetrar con mayor comodidad en todos los mercados.
“Silence in the Snow”, positivamente, es el primer y único intento de TRIVIUM de enfocarse en un aspecto melódico que jamás recae en lo desagradable. Como comentábase al principio, para un par de oídos vírgenes de una muchacha o un muchacho, quizás en agotamiento del panorama musical no-metalero, curiosos por ese sentimiento recio que muy conformemente TRIVIUM se percatan de no perder incluso en este álbum, no puedo sino congratularme y sentirme invitado a esa fiesta de la que antes renegaba. ¿Por qué? Porque después de enfrentarme varias veces con esa angustia por no ver a Matt Heafy trastornado en sus periodos más homéricos, empecé a aceptar la exclusividad de este álbum –a sabiendas que los que venían volvían a poner el listón bien alto– y, en ocasiones, olvidarme plenamente de un pasado y un futuro plenamente más certeros.
Los sencillos “Blind Leading the Blind”, “Until the World Goes Cold” y “Dead and Gone” –sumado el homónimo “Silence in the Snow”– pueden ser contemplados como efectivas entradas a este particular trabajo. Abiertamente melódicos, tampoco rechazan anhelar en parte algo de una vieja era más seducida por la euforia y el desenfreno, brindándonos también un matiz apreciable entre los menos dados a lo “pasteloso” y lo “comercial”. “The Ghost That's Haunting You”, “Pull Me from the Void” y “Rise Above the Tides” no transitan como excusas; siendo palpablemente menos brillantes que predecesoras en la lista, permiten el desglose de la historia con un cinismo magnético, donde las guitarras –que se hacen implorar demasiado a lo largo del disco, indudablemente– adquieren un nivel más allá de lo transicional. La base rítmica nos deja insatisfechos, pero no parece ser la mayor preocupación de “Silence in the Snow”. Un pero bastante gordo.
Sin embargo, como suelen apasionarme, la tripleta de cierre efectivamente ataca con mayor estimulación la fragilidad voluntaria que TRIVIUM adoptó para el álbum. “The Thing That's Killing Me”, que apenas soportaba en mis escuchas iniciales, termina cerciorándose de un gancho especial que invita a terminarlo de estimar. “Beneath the Sun” se percata de su paso lento que abriga la aceleración repentina para congratularse casi en el crepúsculo que nos evoca. “Breathe in the Flames”, pese al deje excesivamente “moderno” que pareciera ser la mayor traba del trabajo, consigue, más allá de la mitad del mismo, exponer buenas razones para no dejar al álbum eternamente en el olvido.
“Silence in the Snow” es un trabajo que, sin permitir engañarnos, está ligado y orientado a una audiencia mayormente alternativa, que goza de lo melódico y aborrece ese exceso de “pesadez” que tanto nos enamora a algunos. Pareciera traición descarada al principio –lo aborrecí por mucho tiempo–, pero a medida que se interna en él, las melodías vocales de Heafy resultan a veces conmovedoras, los breves chispazos de Beaulieu a las siete cuerdas –como en “Shogun”, del 2008– son siempre del recuerdo y la sincronización de Gregoletto con el efímero Madiro pese a pasar muy desapercibida no es del todo desechable. Hay talento, aún si se ve escondido, aún si no aprietan las tuercas, aún si no habían dado en clavo de aquello que nos hizo seguirlos y apostar por sus composiciones. Mejor lo habría, pero por el entonces 2015, esto, más allá de extrañeza, recobró ánimos y me ha hecho sentir, cegado por lo que nos autorizaron a imaginar con el magnánimo “Shogun”, una ternura hacia esa inocencia que desbordan sus intérpretes.
Por consiguiente, una lindeza para quien quiera abrirse y comenzar por algún rumbo certero, pero un trago difícil para quienes le vimos con firmeza en un principio que sólo ahora, años después, vuelven a sostener, aparentemente sin deseos de volver a dejar ir.
–64%–
Matt Heafy – Voz y Guitarra.
Corey Beaulieu – Guitarra y Coros.
Paolo Gregoletto – Bajo y Coros.
Mat Madiro – Batería.
*Colaboración*
Ihsahn - Composición de "Snøfall".
Disco muy melódico.
Bueno la banda en si tiene un pozo melódico muy grande. Aunque igual tiene/tenia su lado agresivo (siempre en menor medida en todo caso).
El punto esta en que aquí prácticamente desaparece esa agresividad, y al principio me choco bastante la verdad. Pero como las canciones tienen tanto gancho y si, están guiadas a un lado bien comercial, al final te terminan entrando por la melodía.
Me parece que la banda se va acercando (hasta este disco que he escuchado) cada vez mas a un sonido mas accesible. Aunque ya de por si desde el principio ya lo eran, pero aquí aún mas.