
1. Mala tiña
2. Tu que...Yo que
3. Amaina tempestad
4. Amenaza desastre
5. Contigo mismo
6. La cera que arde
7. Angelitos
8. A moco tendido
9. Rompe la cadena
10. Ni gozo ni calvario
11. A veces cuesta llegar al estribillo
Respeto. Eso es lo que infunde Rosendo en los corazones y mentes de todo aquel que haya escuchado alguna de sus canciones, o mejor aún, haya podido disfrutarlo en directo. Y es que, ¿qué es lo que este hombre no ha hecho? Padre de todo el movimiento urbano del rock español; líder de los incombustibles y enternos Leño, ¿quién no recuerda “Maneras de vivir”?; una larga y sólida carrera en solitario; colaboraciones con gente tan dispar como Joaquín Sabina, Barricada o Burning; e incluso, despidió con un concierto memorable la vieja cárcel de Carabanchel.
Cincuenta y seis castañas que tiene este hombre, de las cuales trenta y uno los ha dedicado puramente al rock n'roll. Y así llegamos a este 2010, donde a pesar de la crisis evidente de la industria musical, este hombre todavía es capaz de movilizar a media España con un nuevo disco repleto de buenos momentos y que nada tiene que envidiar a sus obras clásicas. Rosendo no es de esos artistas que cambian su música para volverla más “light” a los ojos de las masas, como tampoco presta atención a las actuales corrientes musicales. Él sigue luciendo orgulloso el estandarte de Fender, sigue con el mismo aspecto de rockero desaliñado y nunca ha abandonado su viejo rock n'roll influenciado por el blues de Rory Gallagher. En resumen, es un grande como pocos.
“A veces cuesta llegar al estribillo” es el nuevo capítulo de esta larga historia, y simplemente, no puedo utilizar el viejo argumento de “ha vuelto a sus orígenes”. Y es que cual disco de AC/DC, este “A veces cuesta...” sólo contiene, salvo excepciones, himnos de rock n'roll para aquellos que disfrutan de la vida y aquellos que todavía se sienten jóvenes a pesar de las canas y las arrugas. Es un disco lleno de nostalgia, como así mismo reivindica el propio arte del disco, con ese Rosendo caricaturizado de la portada y en lugar de las típicas fotos de interior de disco, todo está lleno de apuntes al más puro estilo de mis libros del colegio, ahora ya amarillos por el paso del tiempo. Letras simples y evidentes, sin ningún mensaje oculto, donde todo el mundo puede sentirse identificado con ellas. Ni teclados ni retoques de estudio, esto es el rock n'roll es su forma más pura.
Empezamos el disco con “Mala tiña”, y lo primero que nos encontramos son unos poderosos acordes de guitarra, que son poco después, magníficamente secundados por la batería de Mariano. Imposible quitarse esta canción de la cabeza ante la melodía vocal de Rosendo y su incomprensible letra, “el disloque me provocas el disloque, cuando intentas desenfocar el desenfoque,
Simplicidad rítmica, pero tremendamente llevada, una lección que bien han aprendido AC/DC a lo largo de los años. Y antes de terminar con una vuelta más de estribillo, Rosendo nos regala unos punteos, no es ningún genio, pero disfruta con lo que hace y tampoco necesita hacer grandes despliegues de técnica.
Seguimos con “Tu que...Yo que”, un medio tiempo que fué el primer corte que se dió a conocer al público antes de salir el disco. A más de uno le parecerá simplista por su falta de enjundia y su soso estribillo, y tienen razón. Pero aquí Rosendo nos regala unos estupendos solos al más puro estilo Angus Young en aquel olvidado “Ride On”. Logrando salvar la canción y haciendo prestar atención al resto de la composición.
“Sin el consentimiento ni tu voluntad, colmado el vaso de su saciedad”. Así empieza “Amaina tempestad”, el corte más rabioso de este disco y una de esas canciones nacidas para el directo. Para cuando nos queremos dar cuenta, ya estamos coreando su “amaina tempestad”. Si algo no le falla a este hombre, son los riffs secos y simplistas de la escuela de Keith Richards. El solo esta vez es brillante y demuestra algo mejor la valía de este hombre, sin embargo, éste se desvanece poco a poco para dejar paso a la siguiente “Amenaza desastre”. Profecía catastrofista hecha canción y quizás un corte raro a la primera escucha, si “Amaina tempestad” era rápida y directa, “Amenaza desastre” es pesada y lenta. Acompañan a ello, la distorsión elevada de las guitarras y la voz cavernosa que repite “y no hay nadie...” y que se cuela tras cada verso. Con todo, Rosendo vuelve a romper el esquema de la canción con uno de sus solos, aunque podría no existir, ya que la canción se presta a ello. Pero no me malinterpreten, estamos ante otra buena canción.
Y volvemos al rock n'roll básico con “Contigo mismo”, con una guitarra juguetona con su riff que sirve para acompañar a Rosendo mientras despotrica contra el oyente. Desenfadada y guasona canción como todas las de este maestro. En la mitad de la canción, podemos descansar los oídos con unas lecciones de blues bien aprendidas del maestro Gallagher, antes de volver con el riff principal para taladrarte los oídos una vez más. “Estás tan contento contigo mismo, y yo que me alegro tanto por ti” ¿Para qué complicarse la vida con las rimas?
Tras la caña inicial de las cinco primeras canciones, llega el momento de quitar el pié del acelerador y descansar un poco. Tenemos aquí la balada “La cera que arde”. Bella canción y magníficamente llevada por el ritmo suave de la batería, mientras Rosendo canta con voz lastimada. Otro gran momento del disco, con un solo efectivo que le hace justicia. “Y lo que espero desde aquí en adelante, es que el cuerpo me aguante” .
Con “Angelitos” vuelve la rabia de “Amaina tempestad”. Salvaje canción con un Rosendo escupiendo maldiciones como en una especie de rap, por la rapidez de su recitado. Canción de rock de contrastes, por un lado tenemos la furia y por otro lado, tenemos la calma celestial (y nunca mejor dicho) que transmite su estribillo de “Angelitos, que duerman bien...”. Esta es una de las canciones más redondas del disco, donde podemos disfrutar de un gran ejercicio de guitarras. Parece tener cierto trasfondo de crítica por versos como “no hacen bien ni a vivos ni muertos y aquí todos contentos o nadie en paz”.
“A moco tendido” es un tema algo extraño, quizás es el momento donde el disco flojea un poco. Comparte similitudes con “Contigo mismo”, sin embargo, aquí la fórmula parece no haber encontrado el mismo efectos. La canción se antoja algo aburrida por su lento desarrollo, hay poco o nada destacable de ella. Es un tema a dos velocidades, una inicial rápida y otra lenta, ambas no funcionan.Tiene un estribillo horroroso con unas voces dobladas bastante extrañas. Extraña que esto haya podido salir en un disco, parece como pendiente de terminar o mejorar.
“Rompe la cadena” es la segunda balada de este disco. Con un nombre revolucionario, es una canción totalmente acústica, un canto a la libertad que más bien parece heredero del movimiento de la canción protesta de Raimon, Lluís Llach o Víctor Jara. Y como tal, tiene su punto de emotividad y sentimiento. Buena canción, y al mismo tiempo, un poco de equilibrio para el disco tras el bodrio anterior. Sin embargo dura poco, “Ni gozo ni calvario”, vuelve a adolecer de ser una “vuelta de tuerca”. Volviendo a repetir los mismos errores, un buen riff, pero tiene una melodía muy tosca y repetitiva y un tonto estribillo. Básicamente se dedica a repetir, “No, esta vez no”. El solo del final la salva un poco, pero es una canción bastante “justita y se aguanta con pinzas”. Termina el disco con la canción de homónimo título, un buen final de disco como aquellos de los australianos cuando pisaban el acelerador al final del disco. Vuelve a ser un repaso a lo que es la música de este hombre, una canción festiva, sencilla y rockera. El disco empieza tal y como acaba, con un pedazo de rock n'roll desenfadado apto para todos los públicos. Breve pero efectiva.
Y con esto, termina este capítulo en la carrera de Rosendo. No es un disco perfecto ni mucho menos, pero es uno de sus más coherentes y efectivos. No pasa de la media hora y te lo puedes poner una y otra vez, como si de un “Reign In Blood” se tratara, porque los momentos buenos de este disco superan con creces los momentos bajos. Sirva esto como un inicio para descubrir el resto de su carrera, llena de himnos de toda una generación y que han inspirado a miles de grupos posteriores. Es una suerte que gente como él sigan trabajando y no piensen en una retirada a corto plazo, porque tal y como está la industria, es todo un logro.
Sólo resta agradecer a Rosendo tantos años en la música y por seguir brindándonos buen rock al cabo de tanto tiempo, porque ha sabido envejecer y mantenerse en lo más alto, porque en este mundillo no es oro todo lo que reluce y, “a veces cuesta llegar al estribillo”.
Rosendo Mercado: Guitarra/Voz
Rafa J.Vegas: Bajo
Mariano Montero: Batería