Resistencia – Hecho en Venezuela

Enviado por TenzaZangetsu el Mié, 09/12/2015 - 04:52
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1. Hassan Ben Sabbath - 5:55
2. Ángeles Cayendo - 6:40
3. Tierra Prometida - 4:38
4. Pared de concreto – 3:17
5. Muerto en vida - 3:21
6. Resistencia- 5:30
7. Templo de la oscuridad- 4:55

Qué difícil es sentirse orgulloso con lo que es de uno, ¿no es así? Sin ánimos de hacer gala de un nacionalismo barato –no es la intención de esta reseña en absoluto-, he de decir que cada día que pasa perdemos el sentido de propiedad y de identificación como ciudadanos de nuestros países, siendo mí caso el de Venezuela. Yo solo puedo hablar del caso de mi nación y pareciera que nuestro orgullo y nuestro patriotismo –el genuino; no el oportunista y cortoplacista- se ven cada vez más mancillados por las incontables consecuencias de nuestros actos como una sociedad. Pero así como se montan velos de decepción con lo que vivimos, es en los puntos bajos donde más debemos hacer gala de eso que nos hizo grandes; y no puedo evitar pensar que la ópera prima de las leyendas de Resistencia, apropiadamente llamada Hecho en Venezuela, es un ejemplo transgresor que va más allá de solo su excelsa música.

Hablamos de identidad y hablamos de Metal: dos conceptos que siempre han estado fuertemente entrelazados –incluso más de lo que muchos piensan. Aunque este género nunca ha terminado de hacerse un hueco en el mercado del país, siempre ha sido un reflejo de las luchas del venezolano en diferentes épocas y ha sido una herramienta para canalizar la rabia, la frustración y la inequidad que siempre han imperado en este territorio forjado en las dificultades. Y en la década por antonomasia del género, los 80s, aquí se vivió el punto más alto de sus virtudes. Porque, a diferencia de otros tiempos, se halló la simbiosis perfecta entre calidad, contexto y mensaje. Mientras que los gigantes mundiales como Maiden, Scorpions y Priest plasmaban sus primeros pasos en los aposentos de la eternidad, en Venezuela surgía una revolución musical; no esas disques revoluciones que nos venderían tantos años después, sino una que de verdad significaría el cambio para mejor de la escena musical en el país y la diversificación cultura del público, aunque fuera en menor medida. Pero nos adelantamos a los hechos; hay que entender esto desde el principio.

El Rock y el Pre-Metal en las décadas de los 60s y los 70s nunca tuvieron el suficiente apoyo mediático o el sustento económico para trascender más allá de uno o dos álbumes que, aunque talentosos como Ladies W.C., Impala, Estructura o Aditus, no contaron con el apoyo necesario ni las herramientas para poder hacer producciones más profesionales y entablar carreras estables. Si aunamos a eso la poca cultura rockera/metalera del país y la preferencia del público mayoritario en estilos de música más “latinos”, para no herir sensibilidades, simplemente no parecía haber un resquicio comercial para esta música en el mercado. Y ahí comenzó lo que podríamos llamar como el primer gran movimiento metalero en los años 80s en Venezuela.

El “boom” del Metal en dicha década fue tan pero tan grande que hizo mella en todos los rincones del mundo, obviamente incluyendo Latinoamérica. Álbumes clásicos de Black Sabbath, Deep Purple, AC/DC, Iron Maiden o Judas Priest llegaron al país con regularidad e influenciaron a una importantísima generación de melenudos criollos que decidieron emular a sus ídolos y vivir el gran sueño del Rock ‘n’ Roll. Entrelazado a eso, el conservadurismo político de los partidos que gobernaban el estado venezolano –cuando pensábamos que ahí estábamos mal- inspiró a estos muchachos a hablar de lo que veían y creían que estaba mal con nuestra sociedad; era como una respuesta de anarquía musical y el Heavy Metal era un medio perfecto para esto último, tal como lo fueron el extremismo y hedonismo sonoros en Estados Unidos durante el mandato de Ronald Reagan en los mismos 80s, resultando en el Thrash y Glam Metal, respectivamente. Se necesitaban héroes que tomaran sus Flying Vs y propagaran el mensaje con riffs y agudos; así tuvimos al principio de este decenio a grupos como Arkangel -quienes realmente empezaron a finales de los 70s bajo el nombre de Power Age y con el cual consiguieron cierta fama-, Fahrenheit -precursores para nada reconocidos al ser de los primeros grupos de Metal con una vocalista-, Grand Bite -batalladores incansables que han sostenido una carrera de casi 30 años- y los que nos agracian hoy, Resistencia, con el que es, sin un ápice de duda, el mejor álbum de Metal de nuestro país: Hecho en Venezuela.

La banda oriunda de Caracas surgió por cinco jóvenes universitarios que querían formar una agrupación de Heavy Metal en una escena que carecía de dicho estilo en su ciudad, creando un paralelismo con los inicios de Power Age en Valencia. Tras un par de años de preparación, este trabajo fue el primer LP profesional de una banda de Metal y que fue publicado para un mercado abierto sin las complicaciones que solía endurar un grupo de este talante por esos años. Piensen que están en 1.981 en Venezuela y que un trabajo de esta magnitud sea publicado. Hecho en Venezuela es una ópera prima que fue más allá de su contexto y se erigió como una obra sempiterna en los laurales de la música criolla en todas sus vertientes. Ninguna banda en esos años sonaba con la categoría, habilidad y empuje de Resistencia; tomaron lo hecho por la entonces refulgente NWOBHM y la afilaron a su semejanza para crear una masterpiece que bebe de los grandes, pero con su sello de identidad y su espíritu. Estaban adelantados al resto y este álbum lo demostraba con una catedra musical del más alto nivel para una cuerda de muchachos que estaban apenas surcando los veinte años de edad.

Cualquiera que sepa más o menos de nuestra historia comprende lo que he dicho, pero el Metal a principios de los 80s nació para hacer algo tan importante como es enviar un mensaje de lucha en la adversidad y demostrar que, con todos los obstáculos que conlleva ser de esta parte del mundo, podemos rockear como los mejores en la lengua de Cervantes y con el nombre de esta nación en nuestros pasaportes. Por eso el título de la obra lo deja tan en claro y ha calado tanto en la audiencia con el pasar de los años: Hecho en Venezuela. Orgullosos de sus orígenes y con un par del tamaño del Orinoco, las leyendas de Resistencia publicaron este hito del Metal latinoamericano.

El riffeo inicial de Hassan Ben Sabbath es el preludio inicial de un viaje de siete partes por la excelencia de estos cinco genios. Cuando el corte desemboca en ese riff movido y rítmico –ustedes saben cuál es-, estamos sumergidos en el mundo de Resistencia: las carismáticas y habilidosas vocales de César Somoza, los maeses de las seis cuerdas que eran Ciargo y Yoma (Q.E.P.D.) a la par de la mejor base rítmica de nuestra escena en la forma del bajista Víctor López y el baterista Ricardo Escobar (Q.E.P.D.). Una constelación de estrellas que ni el Real Madrid hubiera podido formar. La primera canción es el puntapié inicial de esta joya y cuenta con todos los atributos que los harían grandes: partes instrumentales trabajadas, grandes ritmos, unas composiciones exquisitas y unas vocales de muy buen nivel. Las letras abstractas de la pieza solo añaden a la mística de la misma y del álbum como un todo. Mucha NWOBHM, los Priest del Stained Class y la clase de su propio sello son los tres elementos que amalgamados forman este TEMAZO inicial.

Si me permiten un momento para hacer idolatría, he decir que la obra magistral que es Ángeles Cayendo sirve como un soplo de aire fresco cuando se escucha después de tantos años en esto del Metal (y los que me faltan). Una canción épica y que muestra a un Somoza hímnico a la par de unas guitarras que se mueven como una sinfónica metalera en todo su esplendor; uno de ésos temas que fluyen con naturalidad y que te atrapan, te cautivan y te hacen suyos. Hago hincapié en la fecha y en el contexto porque escuchar algo tan bien compuesto por estas latitudes en 1.981 sacudía los cimientos de quienes estaban al tanto de esta música; la capacidad de los de Resistencia de erigir algo de esta magnitud en las condiciones en las que lo hicieron siempre me parecerá algo impresionante y de altísimo respeto. La canción es un mágico baile de guitarras que enamoran con el ínfimo transcurrir de los segundos. Disfruten.

Desatando el espíritu del incuestionable Sacerdote británico en aquella gran obra titulada Stained Class con crudeza y desparpajo tremendos, Tierra Prometida es un muestreo del pelaje más afilado y agresivo de la agrupación de Caracas. Una canción que es un fiel reflejo del Heavy Metal a principios de los 80s y que servirá para atrapar a esos oyentes de la vieja escuela. Mención especial al talentoso Ricardo Escobar, cuyo trabajo en la batería es imperativo para la fundación de semejante opus y eso se denota en todas las piezas de la obra. Pertrechos a la tiranía y a la injuria podemos encontrar en la brutal y memorable Pared de Concreto con esa impregnación del mejor aura de la NWOBHM –si cantaran en inglés, casi podríamos imaginarlos en algún pub de Yorkshire o Newcastle. Somoza entona de una forma más ruda, mientras que las ya legendarias partes de guitarra de Ciargo y Yoma siguen en su aparentemente necesaria labor de demostrarle a todos, a absolutamente todos, los guitarristas de ese entonces en el país cómo se suena con un sello de identidad y manteniendo la esencia de lo que es el buen Metal.

¿Cómo calificamos la grandeza de Muerto en Vida? Un Speed Metal transgresor y dotado de unos pasajes instrumentales de órdago perfectamente entrelazadas con un vocalista que estaba en un estado de forma pletórico y que sabía implementar a la perfección su garganta en composiciones tan excelsas. Somoza es uno de los grandes vocalistas de este lado del charco y aquí presume de vocales agresivas, agudos estridentes y ese tono natural tan magnífico que ostentaba en un delicioso coctel sonoro. Una canción de aquellas; de esas con las que se hace headbanging y se alzan los cuernos con actitud. El tema que le da el nombre a la banda podría considerarse como un clásico y es de mis favoritas del trabajo con ese ritmo a medio tiempo matador, además de unas seis cuerdas que están en un plano magistral y son la base del gran sonido de Resistencia. Escobar a lo suyo, Víctor López haciendo su trabajo de hormiguita en el bajo y un Somoza que, como siempre, se adapta a la canción con maestría. Escucha obligada. Con un talante un poco más oscuro y amenazante, Templo de la Oscuridad es la responsable de acabar con este sendero de temazos y lo hace con una calidad incuestionable –la norma, vamos- al alzarse con temple, con mucha velocidad y desplegando un nivel tremendo. Esta canción nos muestra lo hecho por varias bandas de finales de los 70s que comenzaban a solidificar el género con ese toque más afilado que se agregó en la siguiente década. Un final enérgico para un trabajo que hizo historia, se encumbró y que, a mi no tan humilde criterio, no tiene punto bajo en ningún momento de su duración.

Se publicó y nada volvió a ser lo mismo. Tras el arribo de un trabajo seminal como el que se acaba de reseñar y de otras agrupaciones, se comenzarían a crear espacios en el mercado para las bandas de Metal en Venezuela. Varias de las ciudades principales del país como Caracas o Maracaibo comenzarían a abrir locales donde los grupos Heavy tendrían cabida; las radios especializadas surgían con mayor proliferación; los grupos hacían apariciones en la televisión –incluyendo el canal del gobierno, el famoso “Canal 8”, donde por ese entonces podían tocar músicos de varias vertientes como apoyo a la cultura-; y donde, por sobre todas las cosas, se vendían los álbumes en cantidades para nada desdeñables. Eran los tiempos del Metal en Venezuela; pero luego llegarían las medidas económicas del Viernes Negro, el gobierno de Lusinchi que cerraría varios medios de difusión del género, las insensatas peleas entre Arkangel y Resistencia que dividirían a la escena y el mal manejo de los managers de lo que pudo haber sido el comienzo de un movimiento que pudo haber hecho raíces como en Brasil, por mencionar un ejemplo. Pero siempre quedará la música inexorable y de unas cuotas de calidad altísimas de esos años gloriosos donde los venezolanos demostramos que los héroes estaban aquí.

Ahí lo tienen: siete canciones; siete piezas que resuenan estridentemente en la historia del país y en nuestro patrimonio musical. Es muy probable que ellos no lo supieran, pero en ese 1.981 quebraron una infinidad de preceptos y demostraron que había calidad en Venezuela, además de que fueron de los primeros en toda Latinoamérica en realmente hacer este estilo de música de clara y contundente. Este debut de Resistencia puede ver de tú a tú a mucho de lo que se hizo hasta esa época y simboliza el comienzo de una progresión que llevaría al Metal a estratos mediáticos un poco más altos en la nación. Cierto, no tuvieron el éxito comercial de otros grupos como el aborrecible Paul Gillman ni la resiliencia de unos fenómenos como Grand Bite para soportar todas las vicisitudes del país, pero a base de música y corazón escribieron sus nombres con letras de oro en la historia del país criollo. Y eso es motivo para sentirnos orgullosos.

Cinco cuernos para Hecho en Venezuela. Por siempre, los primeros precursores de esta música aquí y quienes nos hicieron sentirnos orgullosos de ser hechos en Venezuela.

• César Somoza – Vocales
• Marco Ciargo – Guitarras
• Rodrigo Yoma (Q.E.P.D. - 2.007) – Guitarras
• Ricardo Escobar (Q.E.P.D. – 2.010) – Batería
• Víctor López - Bajo

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