Ramones - Animal Boy

Enviado por Heartbolt el Vie, 06/03/2020 - 19:31
194

Fatídico el día, recuerdo bien, que me hube encontrado con una preciosa muñeca de tez morena que deambulaba por un barrio de clase media-alta a las afueras de mi ciudad. Si bien era hermosa, su camisa me atrajo más: RAMONES con su famoso logotipo del águila. Para mi fortuna, terminamos enredados esa misma tarde de la manera menos oportuna, y cuando le pregunté "¿Qué tal los RAMONES?"... "Oh, sí... grandes diseñadores de moda, ¿no? Varios de mi prepa las llevan. ¡Es como si estuvieran de nuevo de moda!"

No entendí jamás si iba en serio o en broma, pero, más que aguantar una risa maliciosa, regresé a RAMONES al día siguiente... y ahí estaban ellos. Para mí nunca han cambiado. A esa chica le hubiera gritado "¡Pandilla de locos que ni que los persigan, acosen, revienten a patadas, encarcelen o prohíban la venta indiscriminada de álbumes se atreverían un mísero segundo a dejar de ser lo que siempre han sido: ELLOS!", pero no habría disfrutado tanto entonces la afortunada ocasión.

Más o menos gazmoños, más o menos rufianes pero definitivamente leyendas, estos cuatro pela-bananas de Nueva York (con algún otro peludo usurpando identidad cada tanto, cuando el anterior no podía seguir el desenfrenado estilo de vida un gorila psicótico y drogadicto), dieron la batalla desde el comienzo hasta el final, lo reconozco. Su nombre es por sí una institución. ¿Su música? Bien... vamos a ver lo que el noveno de sus escopetazos nos muestra hoy.

Animal Boy.

Que sí, yo también quiero mi camiseta de Animal Boy, sin dudas. Acertado lanzamiento en su ya icónica discografía, estirada lo más posible para dar cavidad a otro retoño con muchas ganas de buscar problemas. ¿Eh? Que no vean bien por donde un Somebody Put Something in My Drink, himno aguardentero y de parranda 100% ramoniano, abre el LP con el rugido de Joey Ramone todavía en su etapa Terminator. Cuidado, pequeñines... las bestias más feroces de Nueva York andan sueltas por la ciudad, y no como una película animada de cierto renombre, no se me confundan. Cuatro rebeldes con plena causa de derecho andan por las calles y avenidas de Manhattan, con sus rifles cargados, pero así mismo aturdiendo al suburbio con el "loro" (la radio, amigos...) a todo volumen a las tantas de la madrugada. Animal Boy es un rufián que quiere de vuelta lo suyo. Quiere el trono de la vanagloria, y lo batalla con crudeza y guerra sónica, inmerso en el fango, como sus hijos y nietos.

RAMONES dándole al Hardcore, camaradas... lo nunca visto hasta que Too Tough to Die le dio al 1984 otra razón para poner los ojos en la pandilla más cabrona de Queens. Animal Boy, como ataca el tema título y sus ínfulas demoníacas y llenas de energía TNT, está plagado de lo que es bueno en este cuarteto (respaldado como tiene que ser con Richie Ramone, batero para el recuerdo), pero triturado, llevado a la demencia, la enajenación, la locura y la porfiadez. ¡Y sin embargo, mis queridos amantes de lo curioso y el peligro! Y sin embargo RAMONES nos lo pone en bandeja de plata. Puro Punk Rock Hardcoriano de primer nivel. ¿Qué no? Fíjate: sólo un tema comoLove Kills lo pudo haber firmado Dee Dee, tío del chimpancé humanoide que este rebelde Animal Boy con todo y bolas bien peludas nos encara en esta ocasión.

¡Y si tuviéramos que hablar de monos, monos y más monos! Apeman Hop, cruel y rígida, desata por onceava ocasión el lado animal de cada miembro de la agrupación. Pareciéramos insertados todos en una lavadora pretérita donde la ropa nos ahoga, asfixia, pero queremos que así se mantenga. Todas las esperanzas arriba a través de cada hachazo y Vibrato retrógrado de Johnny Ramone (papá de cuanto riff demente y alocado te imagines, además de solos tan rocanroleros como los eructos de Chuck Berry). RAMONES no da razones para que nos apiademos de una propuesta que logre desubicar su matriculado pulso, ni porque She Belongs to Me (típico tema sentimental que nunca faltó en sus discos), con sus cuerdas exóticas y su Richie a punto de soltar un mar de lágrimas, corta el aura épica-macarra y sexualmente salvaje que Animal Boy nos hace tragar.

Cada cosa dicha es fácil de volver a asimilar de modo que nos enamoremos siempre de lo que alguna vez, por cuestiones que no se pueden explicar con palabras, nos hechizó hasta que no quedó más remedio que decir "bueno, chicos, todos a casa, con nuestras esposas e hijos". Sí, ya todos estamos mayorcitos para un Crummy Stuff alegórico y repleto de directrices como baldes emocionales que nos salpican de baba de infantes que nos llenan las casas de problemas. Pero la parte más polémica y crítica, esa que desea acabar con todo lo posible, nos viene contenida con un tema dedicado al Adam Smith ochentero: Ronald Reagan. My Brain is Hanging Upside Down (Bonzo Goes to Bitburg) le escupe en la cara, lo llama hipócrita, malnacido, pero, de nuevo, Joey lo ejemplifica a través de un cálido ejercicio vocal y Johnny con un guitarreo ácido y pícaro, reforzado por dos animales heridos como Dee Dee y Richie, una pareja rítmica admirable, la que más congenió durante la temporada de caza con el baterista de índole bélica que todos queremos.

Si algo tiene Animal Boy que nos lo hace antojar de tanto en tanto, es que para ser otro discurso ramoniano, y aunque los invitados a la fiesta parecieran ser siempre los mismos pelagatos enfermos que recogen los desechos rectales de este cuarteto singular, aquí los tensos hilos no son tan fáciles de roer. ¿Discernir? Discierne Mental Hell, amigo... a ver cómo esa lírica, ese coro, esa atmósfera que destila rencor, Rock 'n' Roll de primera fila, desencanto, furia y romance resquebrajado nos retorna a la época del Dylan más roquero y marginado por la exclusiva sociedad estadounidense. Y es que haciendo ciertos paralelismos entre íconos contraculturales de un momento u otro... a este Dee Dee si le ibas en plan "oye, nene, a las ocho hay cena con el senador Truman", seguro te que asistía dos horas después, con sus gafas mal puestas, su botella de Johnny Walker y vestido tal como en la singular portada de este trabajo. Eat That Rat nos hace meternos en una visión muy parecida a lo anterior narrado. Hardcore ochentero desafinado y de la mano de nada menos que los que alguna vez se atrevieron a ser los más groseros (pero, eso sí, con una clase y talento que ni te cuento...) del barrio.

A todos nos gustan los riffs ácidos brutales, retorcidos y las entradas memorables que se extienden en solos que recuerdas millones de ocasiones... bien, ahí tienes Freak of Nature, que ya te hace quedar bien claro el sentimiento de 1986, con el espíritu de 1976 todavía fresco. ¡Y fresco, hermano! Muy fresco. Refresca como el refresco de cola, pero el que mezclas con el aguardiente como la tonadilla que nos abrió las puertas a esta iglesia melómanas. La jauría de locos que encontró en un retorcido y con un aire a los "DEL-TONES" más malévolos, nos cuece Hair of the Dog con sobriedad (que en este disco no hay. No, no... nada que ver. No te confundas...). ¿Tema raruno que devoran los bailarines de Cleveland después de una noche de locura? Le atinas. Y lo vuelves a hacer. Y no te equivocas. Sólo hay que ser RAMONES para darle de comer uvas-pasas al perro y que este, en un inesperado giro del destino, sea la inspiración para que un Punk de relevo como el que Animal Boy nos ofrece sea otra más de las genialidades de las ocasiones típicas en que nos encontramos devorando oro y pensando que lo que se nos ofreció era otra cosa.

Sí, pasa.

Pasa mucho... y nos equivocamos, muchachos. Nos equivocamos. Vemos con mala cara a Something to Believe In, pensando siempre en el clásico "¡pero no es el disco que yo pedí!", o el inmortal "los hay mejores". Cállate un rato... mejor ven conmigo y abrígate bajo la sombra de este hipnótico tema, con un trasfondo que parodia un concierto que intenta acabar con el hambre en África, pero no llamándolo indecoroso y fantoche derroche de millones en causas que jamás llegan a ser atenidas como tiene que ser. RAMONES nos dicen "algo en que creer, pero que sea real. Alguien en quien poner la fe, pero que este la ponga en alguien más. Un lugar al que prometes ir, llegar, y darlo todo sin discriminar". Pistoletazo de salida que nos indica que Animal Boy se ha acabado.

Animal Boynos ofrece una amplia variedad de géneros, sin salirse nunca de la órbita Punk que RAMONES nos muestra en cada trabajo. El fortalecimiento y el recrudecimiento son amplios abanicos que nos demuestra el ácido ramoniano que no pretende sino disolvernos las caras. Típicos clichés de baladas, armonías y estructura cuasi-Pop le vas a pillar en el primer y en el último disco. ¿Y? ¿No te lo gozaste, verdad? A ver si un poco de Animal Boy, revientasapos por un lado y muy bien estilizado de otro, te cambia la cara de mono.

Bueno... no lo creo.

Sin dudas que los estados aquí plantados son para gozarlos, vivirlos, reencarnar a el cuarteto RAMONES ochentero y ponerlos a bailar y escupir en nuestros cuartos, o donde sea que lo oigamos. ¡Es como volver a vivir esa rebeldía adolescente que pega hasta los cuarenta! Y de eso se trata esto, ¿o no?

Dale, dale que está bueno. Música que procesas y haces tuya, porque el Punk y el mundo son tuyos, y RAMONES lo demuestra.

Como sea, a vestirnos de chimpancé endógeno y reventar el escenario.

¡Grítalo, querida, grítalo!

Somebody! Somebody put something in my drink!! Somebody!

Joey Ramone - Voz.
Johnny Ramone - Guitarra, Bajo (en "Love Kills").
Dee Dee Ramone - Bajo y Voz (en "Love Kills" y "Eat the Rat").
Richie Ramone - Batería.

*Colaboración*

Jean Beauvoir - Guitarra Adicional, Teclados y Coros.
Walter Lure - Guitarra Adicional.

Sello
Sire Records