
1. Stand Tall 2:41
2. In For The Kill 3:07
3. Act of God 3:02
4. On Parade 2:27
5. I Remain 2:19
6. Time Will Tell 3:35
7. Pride 2:26
8. Love And War 3:08
9. Hopeless? 2:32
10. Burn 3:22
11. All Fall Down 4:45
12. F. S. U. 3:06
Tengo la firme convicción de que existe diferente tipo de música para distintos momentos y situaciones. Tratándose de rock, me inclino por lo progresivo o por el heavy metal clásico cuando me concentro en redactar un informe o elaborar algún documento laboral (aunque también me sirve el jazz); recurro al desenvuelto punk de The Ramones cuando inicio ciertas jornadas que anticipo difíciles y donde requiero de limpia energía y optimismo; acudo al hard rock cuando busco el relajo y empinar, por qué no, una cerveza helada y refrescante; opto por algo más pesadito si se trata de ejercitar mi cuerpo en la búsqueda de la quema de calorías, con el cada vez más difícil objetivo de reducir aquellos depósitos de grasa que a mi edad – cuarentón de pelo entrecano –, conlleva una mayor exigencia que cuando nadaba entre las hormonas de la adolescencia o vivía mi primera juventud. Un par de pichangas a la semana (partidos, fútbol) me eran suficientes entonces para mantener la contextura que por aquel tiempo, ni siquiera constituía motivo de preocupación. Pero hoy en día, los años, las patologías, en fin, eso es otro tema y no los quiero desviar en demasía…
Pues bien, los norteamericanos Pro-Pain hoy forman parte de la lista de bandas que selecciono para enfundarme el atuendo de deportista ocasional y conseguir la motivación como para mover el esqueleto. Otras son Pantera, Madball, Prong y si estoy medio flojo y necesito un sacudón inmediato, me inclino por Deicide, Morbid Angel o el Sepultura pre-Roots (entre otras).
De todo cuanto he escuchado de Pro-Pain, siempre vuelvo a este Act of God y dejo el resto de su discografía (más de una docena de trabajos) como opciones secundarias, pero muy efectivas también. ¿Con qué nos encontramos acá? Con su último trabajo del siglo veinte, con la despedida de una década prolífica en la exhibición de un hardcore “metalizado”, inclinado hacia un groove metal contagioso. La fórmula que su fundador, líder, cantante y bajista Gary Meskil nos propone es directa, en nada provista de florituras ni de artilugios colmados de virtuosismo y técnica. Lo que escuchas es un sonido de guitarras fuertes, de riffs musculosos y machacantes, de velocidades que fluctúan entre los medios tiempos y las aceleraciones que encontramos normalmente en el hardcore y en el thrash, pero con un pozo groove que empuja al cabeceo incesante. Con esta interesante mixtura no es raro que tu adrenalina experimente un crecimiento proporcional con cada riff que se va desarrollando a medida que pasa cada tema.
Doce canciones componen este disco de estudio, donde la más larga no supera los cinco minutos, por cuanto tienes una buena dosis de ánimo y energía desde el comienzo hasta el final. Esto queda respaldado por la estructura lineal del trabajo, puesto que sus temas son similares, situación que puede chocarte y aburrirte, o bien y si te dejas llevar por la buena impronta que la banda posee, hacer que lo disfrutes de un tirón. En lo personal, cuando lo escucho, no me interesa encontrarle grandes variaciones ni treguas para bajar las pulsaciones; me basta con su circulación vivificante y directa a la vena.
Con una forma de cantar similar a la de Max Cavalera, su líder Gary Meskil parece pronunciar cada frase con la ira de un colérico matón que pretende dar una paliza al primero que se cruce en su camino, mientras se dirige, sediento, a la barra por un trago. Especial mención a las guitarras potentes y poderosas que bombardean sin clemencia sus riffs a mansalva. Pero llama la atención oír ciertos solos cercanos al hard rock, otros más thrasheros, en fin, y aunque ya señalé que sus canciones tienen estructuras similares, tampoco se trata de una infame repetición de sí mismos.
Destaco de entre sus canciones al track inicial: “Stand tall” es una estupenda invitación para quedar sujeto al riff pétreo, poderoso y rompecuellos y la batería potente que le secunda. “Act of god” es el tercero y se encumbra por su velocidad, superior a la media del disco, que arrasa como un bólido inmisericorde. “On parade” avanza sin dar tregua con otro riff de calistenia. “Time will tell” abre con un sonido ondero de la batería que parece acercarse y pronto el bajo rasga sus notas con propiedad, muy punk. Previo al solo, el redoble de Matthews me recuerda a alguno de The Ramones (¿poison heart?). “Pride” también ataca veloz, ya no hay concesiones, estamos disfrutando como orates con este puñetazo hardcore. “Love and war”, “Hopeless”, “Burn”, “All fall down” y “F.S.U” sólo confirman lo que a estas alturas constituye un entramado homogéneo pero furioso y demoledor.
Disco sólido que provee frescura y al que se le puede reconocer cierta cercanía con creaciones de alguna que otra banda como Machine Head, Anthrax, Pantera, Sick of it All y que de seguro sirvió de influencia para otras agrupaciones como First Blood y Lionheart.
Tres cuernos altos son los que adjudico a este disco de estudio que supuso un paso más en la carrera de estos neoyorquinos inagotables y furibundos. Un buen trabajo que tener a mano para espantar los momentos de desgano.
Gary Meskil: Voz y Bajo
Eric Matthews: Batería
Eric Klinger: Guitarra
Tom Klimchuck: Guitarra