
1. In Memory Of Our Departured Ones (1914-1918) (1:09)
2. Mustardgas (7:16)
3. Preach Eternal Gospels (9:57)
4. Tragic Entanglement (7:22)
5. Ataraxia (1:02)
Álbum completo (26:50)
Edición reseñada: Preach Eternal Gospels (CD, Mini-Álbum, 1993)
No fue fácil la adolescencia a principios de los 90 para un chico greñudo, en un hogar de clase trabajadora y sin medios para hacerse con el ansiado instrumento necesario para emular a sus estrellas del rock. Mis amigos de toda la vida y yo soñábamos con formar una banda de metal y nos repartíamos los roles: tú, batería; tú, guitarra y yo, bajo y voz. Pero solo uno de ellos llegó a tener ese preciado instrumento y disfrutó de la gloria de formar parte de una banda a las baquetas. Por mi parte, 20 años después, me hice con una guitarra de verdad y de vez en cuando me frustro cual mastuerzo masturbando el gélido mástil de mi Cort.
A la vista de los acontecimientos, mucho más fácil debió de ser la adolescencia en la Holanda meridional de 1989, concretamente en Rozenburg, para Tom, Lawrence y Patrick cuando decidieron hacerse con esos codiciados instrumentos y fundar Bacterial Cancer (poco después Bacterial Disease) para emular a sus ídolos del grindcore de los 80. Podíamos haber sido (¡ojalá!) cualquiera de nosotros. Tres muchachos que se conocen del colegio, comparten una misma pasión e intentan recrear la técnica y brutalidad de sus ídolos. Más tarde, contagiados por la constante ebullición de la escena, a las influencias de Carcass y Napalm Death, se sumaron las de Paradise Lost, Autopsy, Morbid Angel, Atheist y, muy especialmente, Nocturnus. The Key aportó un nuevo concepto que mezclaba la melodía de los teclados con la brutalidad del death metal, idea que les caló profundamente y decidieron reclutar un teclista (Ben Quak). Al mismo tiempo se uniría Barry Schuyer como vocalista. En ésta nueva unión de confluencias, reformaron y cambiaron el nombre del grupo, uno más acorde al nuevo rumbo de la banda: Phlebotomized.
La calidad de éstos adolescentes no pasó desapercibida y comenzaron a tener mucho éxito entre sus allegados, distribuyendo la grabación de uno de sus primeros conciertos en julio del 91 (Live-Tape). Posteriormente se unió también Jordy Middelbosch a las guitarras con el que grabaron Devoted to God (Demo, 1992). Trabajo que les catapultó a las escena neerlandesa donde a los ya conocidos Pestilence, Thanatos, Asphyx, Sinister o Gorefest, se empezaban a sumar extraordinarias bandas de tendencias “paradisiacas” como Castle, Celestial Season, The Gathering y éstos mismos Phlebotomized. A todo esto, el título de su demo, y su portada, especialmente blanca, sirvió para que esos taxonomistas que clasifican los estilos de las bandas sin escucharlas, les pusieran la etiqueta de white metal… (O_o) ¡Qué cosas!
Tras esto, el sello alemán MMI Records (Malodorous Mangled Innards) lanzó un 7” EP con tres temas de la mencionada demo (In Search of Tranquillity, 1992). Al mismo tiempo, firmarían con Cenotaph Records, para la grabación del trabajo que tengo el honor de presentaros. Concebido en primer término como un siete pulgadas, el exceso de minutaje de los temas les obligó a cambiar el formato y editar un mini-cedé, añadiendo dos canciones más rescatadas de la demo Devoted to God, los temas Tragic Entanglement y Ataraxia. Para las sesiones de grabación, tal vez inspirados en el éxito de My Dying Bride, experimentaron con un violinista de sesión, Maarten Post, que se acabaría convirtiendo en miembro permanente, el séptimo, de la banda. Después de diversos retrasos y serios avatares de la discográfica, tras un año de demora, ésta finalmente no pudo lanzar el disco y MMI se ofreció para editarlo.
A la hora de analizar ésta obra nos encontramos ante la tesitura de afrontarlo de dos maneras, desde el punto de vista actual, o desde la perspectiva de su contexto, el de 1993. Muchos años ha ya desde entonces y mucho ha mejorado la tecnología. Las producciones ahora suelen ser muy pulidas o, en su defecto, deliberadamente sucias. Además, los teclados, sintetizadores y samples han experimentado una evolución abismal desde esos hammond y los sonidos psicodélicos de los 60-70 hasta la infinidad de matices que se pueden encontrar ahora. Así pues, tanto para mí, ya entrado en años, como para los jóvenes que han mamado de la teta de la tecnología, a simple vista, la producción resulta mala y los teclados suenan al casiotone que me regalaron en la primera comunión. Suena a viejuno, con (encantador) aroma noventero, aunque a más de uno puede resultarle desfasado. Pero si nos retrotraemos a principios de los noventa, éste sonido era absolutamente innovador, las producciones densas y tupidas estaban a la orden del día en el death metal para darle mayor empaque y brutalidad en comparación con las cristalinas y brillantes producciones del rock y del heavy metal.
Algo similar sucede con las letras, no envejecen muy bien. Cuesta, en pleno s. XXI, identificarse con la guerra química y las barbaridades perpetradas por el abuso del gas mostaza viendo los derroteros que empiezan a tomar los enfrentamientos bélicos, orientados a la ciber-guerra y a los drones. Lo mismo ocurre con el recurrente tema de los predicadores que tanto dio que hablar a finales de los 80 (por ejemplo, el Holy Smoke de Iron Maiden o el Make me Laugh de Anthrax), aprovechándose de la fe y, en muchos casos, de la desesperación de gente sin recursos. Curiosamente no sucede lo mismo con la canción rescatada de su demo anterior, la mejor letra del disco, atemporal y con la que puedes identificarte en cualquier época. Tema que cada vez que escucho se me viene a la mente un póster enorme que colgaba en mi habitación con una de las mejores portadas de todos los tiempos, la del Cause of Death de Obituary por cierto, seguro que no es casual y algo influyeron los de Florida en su concepto y en su música).
Así pues, separando el grano de la paja, lo que tenemos aquí es una portentosa demostración de precocidad y desparpajo de éstos imberbes de Rozenburg, aunando multitud de influencias, donde ya empezamos a intuir una evolución en su sonido: continúan con cierto poso grindcore de sus inicios, pero ya se vislumbran los aires experimentales y progresivos del que, hasta ahora, es su último disco, Skycontact (1997).
Phlebotomized nacieron para derribar barreras y pisotear etiquetas. Es por esto por lo que, en la cabecera de ésta reseña, me limito a definir el estilo como death metal, ecléctico, pero death al fin y al cabo. Por encima de todo ésta es la matriz, el grueso de música de la que está compuesto, aunque de ella manen diversas sub-etiquetas, de las que tanto gustáis muchos de vosotros: hay mucha experimentación, de donde algunos podrían extraer la etiqueta avant-garde; tenemos más técnica aquí que en el manual de usuario de un Boeing 747 (algo inusual para unos jovencitos que apenas alcanzan la mayoría de edad); encontraremos estructuras compositivas dignas de los ahora aclamados dioses del “prog” metal; también hallaremos partes lentas y pesadas al estilo doom/death ensambladas con unos brutales retazos de grindcore; incluso tenemos algunos pasajes folclóricos que sonrojarían a todas esas veneradas bandas de folk metal actual… ¿Aún no me creen verdad? Eso es porque aún no han pasado de la intro del álbum.
Vayamos pues a por la sangría. Phlebotomized se dedican en estos 27 minutos de venopunción a jugar con nosotros. Igual que ese irritante díptero que zumba a tu alrededor y que nunca sabes en que parte del cuerpo te desgarrará con su mandíbula para flebotomizarte, los de Rozenburg juegan con tus expectativas, prejuicios y clichés en un mezcla genuina de atrevimiento y genialidad de tal modo que nunca sabes por donde van a salirte. Desde la sencilla, melancólica y hermosa intro de guitarra española, In Memory of Our Departured Ones (1914-1918); hasta la no menos excepcional Ataraxia que finaliza el álbum, composición de guitarra y teclado donde, aquí sí, los sintetizadores logran darle ese toque terrorífico a la canción que me recuerda a las pequeñas partes instrumentales que se marcaban King Diamond (especialmente en Them, del disco homónimo); pasando por los fulgurantes ataques traicioneros de guerra química de Mustardgas; por la sucia codicia de nuestros queridos predicadores, intérpretes de la palabra de dios, en Preach Eternal Gospels; incluso por el despiadado ataque arácnido de Tragic Entanglement, tomándose cumplida venganza de todas esas veces que aplastaste sin piedad algún minúsculo insecto con la excusa de evitar una urticante flebotomización.
Cada canción es un universo sonoro despiadado pero hermoso que en ésta ocasión prefiero que descubráis vosotros mismos. Phlebotomized combinan magistrales partes de death/doom con violentas y brutales aceleraciones en las que destacan los extraordinarios riffs de Jordy y Tom (que todavía tienen cierto hedor fétido de sus leyendas del grind) y un trabajo sorprendente en los solos que rememoran el estilo Mackintosh. Destaca también la versatilidad de Barry a las voces, que tan pronto nos recuerda a Frank Mullen de Suffocation (especialmente en Tragic Entanglement), como a la cavernosa voz de Nick Holmes (la entonación que usa en el tema que da nombre al disco, como si estuviera sollozando, es impagable). La influencia de bandas como Nocturnus se hace patente, no ya tanto en el uso de los teclados, sino en la indiscutible técnica de los neerlandeses. La base rítmica parece discreta, pero si nos paramos a escucharla es casi comparable a la que lucían maestros como Atheist, especialmente la batería de Lawrence Payne; aunque el bajo no se queda atrás, no destaca mucho pero, si nos concentramos en él, el trabajo de Patrick Van Der Zee es soberbio y repleto de matices.
La melodía llega fundamentalmente de la mano de Ben, que trata de crear atmósferas pavorosas que en mi opinión, salvo en algunos acertados pasajes, no están bien logradas. Destaca sobremanera la sección 4:13 de Mustardgas, comparable al sublime y oscuro break del Left Hand Path de Entombed, momento en el que más recuerdan al Always de The Gathering (no solo en los teclados, sino también en el sonido de las guitarras que acompañan). Sin embargo, hubiera preferido unos teclados más majestuosos y monumentales en el tema Preach Eternal Gospels aprovechando el contenido religioso. Donde no me pegan casi nada es en Tragic entanglement. No soy muy devoto de los teclados en los grupos de Death metal, muy pocos consiguen acertar con el punto exacto de “sintetización”, y me ocurre lo mismo aquí con los neerlandeses. Además, en multitud de ocasiones, extraño que no utilicen los violines en momentos donde parece que sería más acertado su uso que el de los teclados. Breve y maravilloso, por cierto, el trabajo de Maarten al violín, que se reduce prácticamente a Preach Eternal Gospels (crucial y magnífico el pasaje que sucede en 7:50 así como en el final de la misma). Instrumento que cobraría especial protagonismo en su álbum debut, al que conseguirían dar un sonido propio, no suena a My Dying Bride, tampoco a Celestial Season, pero de eso ya hablaremos en su momento. Igual que del tema Avant-garde tan característico de Immense Intense Suspense.
Para melómanos y coleccionistas, entre los que me incluyo, he de significar que, debido a la dificultad de encontrar ediciones asequibles de sus primeras obras, reeditaron en 2013 la demo y el EP que nos ocupa con una remasterización de ambas y tres prescindibles temas en directo (su calidad es paupérrima). Una sensacional oportunidad para hacerse con dos extraordinarias obras de culto que hasta hace años eran muy difíciles de conseguir.
No puedo dejar pasar tampoco el magnífico logo y la sensacional portada. El logo, tan ilegible, afilado y espinoso, es de los que más me gustan de la escena extrema, diseñado por Mike Chung, un (desconocido) colega de Lawrence. Más popular es Kristian Wåhlin, creador de la portada, que a algunos les parecerá un recorte del Altar Of Madness elaborado con un estilo similar al de H.R. Giger.
Brutalidad y melodía. Piezas que para algunos son imposibles de encajar pero que éstos jovencitos venidos del sur de Holanda logran ensamblar de manera excepcional. Preach Eternal Gospels se ha convertido a día de hoy en una pieza de culto de una época en que las bandas se sacaban de la chistera trabajos de una madurez inusitada antes si quiera de lanzar un long play al mercado. No en vano, tras éste trabajo, más de una docena de sellos les ofrecieron un contrato. Phlebotomized suenan a muchas cosas, pero en todo caso logran equilibrar a la perfección las muchas influencias de las que se nutren logrando un sonido propio y único que no tiene parangón.
Salvando la tara de los teclados, que reconozco algo muy personal, éste disco merece cuatro cuernacos para una mezcla de genio y locura apabullantes, combinando sensibilidad, violencia y técnica de manera soberbia y fascinante. Puede que pienses que en lo más alto de la escala alimenticia nadie puede hacerte sombra, pero existen algunos minúsculos coleópteros que pueden llegar a lo alto de la pirámide con facilidad, posarse suavemente sobre tu epidermis, y practicar una flebotomía de la que probablemente ni te percates, pero de la que te acordaras después de sufrir durante unos cuantos días urticaria… entonces sabrás que el motivo de que eso ocurra no es otro que no haberle dado un cuerno más a éste disco… a mí me lleva pasando unos cuantos días, no paro de rascarme las múltiples flebotomías que infestan mi cuerpo.
Jordy Middelbosch: Guitarras
Tom Palms: Guitarras
Lawrence Payne: Batería
Maarten Post: Violín
Ben Quak: Teclados
Barry Schuyer: Voces
Patrick van der Zee: Bajo