
1. Even Flow
2. Why Go
3. Jeremy
4. Alive
5. Black
6. Leash
7. Once
8. Porch
9. Suggestion (Fugazi cover)
10. Pulled Up (Talking Heads cover)
11. Rockin’ In The Free World (Neil Young cover)
Ser el abogado del Diablo; ser aquel que defienda a una minoría; ser el responsable en dar la cara por una causa que muchos encuentran risible o incoherente. Sí, ése parece ser un cargo que no a cualquiera puede hacer e incluso puede hacer dudar de la salud mental del pobre individuo que se lance a semejante cruzada. Si sumamos a ésa ecuación la vertiente musical metalera y el escenario que se pintó, como una suerte de tormenta perfecta ante los jardines inmaculados de todos los amantes de ésta música, a principios de los 90s con el susodicho movimiento Grunge, sólo podemos concluir algo: no todo es lo que parece en esta vida. Y yo, en mi concepto personal, estoy profundamente agradecido por eso mientras escribo estas palabras.
En otras reseñas lo he dicho, y aquí lo digo una vez más –por más que puedan considerar que soy algo pesado en el tema-: el ser humano es, por naturaleza, un individuo incapaz de aceptar el cambio con alegría a las primeras de cambio. Y si es metalero e involucra la escena que ama, cosa entendible, es mucho menos probable que lo acepte de buen grado. ¿Por qué será? Pues yo teorizo que sacamos a relucir nuestro lado más básico cuando algo que amamos con sinceridad –algo que cada día escasea más en este mundo- es alterado; no sabemos manejar dichas modificaciones. Así que cuando un puñado de agrupaciones, la mayoría oriundas de la lluviosa Seattle (cómo envidio su clima, hombre), tomaron con bravura y rapidez una escena que estaba dominada hasta el tuétano por melenas cardadas, tempos alegres y líricas festivas que pecaban de hedonistas, esto resultó en una sorpresa que dejó atónitos a todos. El cuero, las lycras, la fiesta sórdida y el ya mencionado hedonismo eran reemplazados por franelas de leñadores, cabellos descuidados, melancolía e introspección. Y las bandas de Heavy de talante clásico padecieron un destino similar; sólo unos cuantos pudieron soportar el golpe. Así, queridos amigos lectores, fue cómo el movimiento Grunge se convirtió en palabra sucia en las calles del Heavy Metal y en la peor desgracia que hirió al género de por vida. Permítanme reírme un segundo, damas y caballeros, y aprovecho para disculparme si éste comentario ofende a algún lector que ama a la escena ochentera –que me incluyo-, pero que no guarda ningún tipo de añoranza y/o aprecio para la movida Alternativa de comienzos de los 80s –donde no me incluyo yo.
¿Por qué se origina mi defensa al cúmulo de grupos que ulularon por esos tiempos y que se convirtieron en genuinas y fidedignas estrellas de Rock (que concepto tan surreal, si uno lo piensa un poco) a expensas de bandas que yo, ahora defensor del Grunge, amo con una pasión cuasi desbordada? Fácil: porque si uno llega a la fiesta, es amable y es uno mismo, y nadie parece quererte ahí, entonces no debes sentirte mal por eso; ya todos tenían sus problemas contigo antes de que siquiera entraras. ¿Qué trato de decir con esto? Que todas éstas bandas, Alice In Chains, Soundgarden, Mother Love Bone, Nirvana e incluso el efímero pero exorbitante proyecto Temple of the Dog, siempre fueron con la verdad por delante, como decimos en mi país, y nunca habían tratado de aparentar ser Glam, Power, Thrash, Heavy o lo que prefieran. Siempre trataron de hacer la música bajo sus propios términos; al igual que entes estratosféricos como Maiden, Sabbath, Accept, Priest, el Ozzy de los 80s y muchos otros grupazos, que son muchos, hombre. Yo lo que busco en una banda, en un álbum, en una mísera canción, es pasión, calidad y genuinidad. Y si vamos a hablar de genuinidad, la piedra angular de cualquier artista que se precie de serlo, debemos acotar que hubo grupo que se alzó como un sol hirviente y portentoso en pleno 1991 para dejar bien en claro que temas como la melancolía, el dolor y la tristeza no eran tópicos que debían ser tomados a la ligera y que eran, haciendo énfasis en esto, REALES. Estoy hablando de Pearl Jam.
Hay que decir que los músicos que formaron esta banda ya habían publicado un álbum el año anterior a su debut bajo el moniker de Mother Love Bone, el eslabón perdido entre el Hard Rock ochentero y el posterior sonido Grunge (aunque esto de “sonido Grunge” no es más que una fabricación de la media más que una verdadera vertiente musical). Pero tras la pérdida a causa de una sobredosis de su vocalista, Andrew Wood, el grupo sufre una suerte de hecatombe porque sus esperanzas como futuros músicos parecían caer en las crueles manos de un destino que no parecía haber sido muy amable con sus existencias. Luego de un proyecto que serviría de epitafio y tributo para honorar y enaltecer la vida y obra de Wood, Temple of the Dog, que contaba con el exceso y señorial Chris Cornell (de fama Soundgarden y amigo cercano del malogrado Wood) en el micrófono, los guitarristas de la banda, Stone Gossard y Mike McGready, tendrían una de las mayores bendiciones que éste mundo les podría haber concedido. Un surfista de carácter relajado y concepciones bizarras pero cuasi filosóficas de la vida, un tal Eddie Vedder, había optado por el puesto de vocalista para la banda que a posteriori sería Pearl Jam. Cabe acotar que el propio Vedder ya había hecho vocales en un tema de Temple of the Dog, Hunger Strike, donde se batió a duelo con un monstruo como Cornell y quedaron bastante parejitos.
Párrafo aparte se merece Eddie Vedder y su rol como participe invaluable en el legado de Pearl Jam. Porque este señor tiene algo. Y aquí no me voy a ir por las ramas y decir que es algo intangible o algo que aquellos que no lo tenemos no podemos entenderlo, porque como oyentes poseemos una capacidad auditiva para poder distinguir a una persona que realmente expresa dolor y emotividad de una que sólo aparenta para la cámara y para los ojos prejuiciosos de la sociedad. Cuando escucho cantar a Vedder genuinas despedidas a la felicidad y a la alegría como Black, Garden o Elderly Woman Behind The Counter In Small Town, sé que estoy escuchando a un hombre que no se toma esto como un jueguito comercial, como una actuación donde conseguirá una buena utilidad o siquiera un concierto para que los camarógrafos lo enfoquen y así sea “apreciado”. No. Sé que estoy escuchando a un hombre que está soltando su dolor y las duras vicisitudes que ha endurado de la única manera que sabe: con sus letras y con sus apasionadas actuaciones en vivo.
Con esos matices de candidez y de autenticidad nació el seminal debut de los Pearl Jam, Ten. Un señor álbum que ostentaba once temazos como la copa de un pino y parecía encumbrar a los cinco músicos que lo crearon en un status envidiable para cualquier artista en 1991. Eran inmensos, y tenían la calidad en su obra para respaldar el hype. Y si hablamos de directos, no me hagan empezar. Los de la banda tocaron en cualquier rincón de este multifacético mundo donde pudieran llevar su música y se dejaron la piel como cientos de conciertos donde siempre acababan como futbolistas luego de haber jugado la final del Mundial hasta el tiempo extra. Se tomaron su éxito en serio y decidieron demostrar que no sólo eran una gran banda de estudio (la calidad de Ten lo certifica), sino también una bestialidad en directo. Si genuinos hits como Even Flow, Black, Jeremy o Alive eran como una panacea santa para todos los amantes del Alternativo a principios de los 90s, ¿se pueden imaginar cómo sonarían estas joyas en directo con sus autores en su apogeo? Pues no necesitamos imaginarlo; podemos escucharlo.
En 1992, en plena gira de lo que muchos consideran es su obra magna, en un festival que a la postre se volvería icónico para el género Metal (qué irónico es el mundo, ¿eh?), Pearl Jam se encontraba en un momento clave. Este concierto en el festival Pinkpop es la culminación de una larga ambición por parte de cinco músicos que la pasaron muy mal para llegar a donde estaban. Fue el momento donde el señor Vedder dejó entrever sus extraordinarias maneras como vocalista, frontman e interprete frente a un público voraz y deseoso de contemplar a sus nuevos ídolos en toda su gloria. En 1992, cuando muchas bandas de Metal ya comenzaban a corroerse por las siempre perturbables aguas de las modas, nuevos héroes aparecían para protagonizar la historia. Pero a nadie nos gusta el héroe que no aporta nada nuevo, ¿verdad? Veamos si Pearl Jam merecen su propio libro o si son tan sólo un pie de nota en las vastas enciclopedias de la música Rock.
Una de las pocas fallas del concierto es que inicia con el primer tema, la Hardrockera oda a los vagabundos, Even Flow, a mediados de su duración. Una lástima. Lo positivo es que suenan potentes en el riffeo -Gossard y McGready siendo tal vez la única dupla certificada de la movida Alternativa- y el señor Vedder tan saltarín como un Tarzán rockero e inquieto como él solo. Una forma de introducirse al peculiar mundo del directo Jam muy buena; con un clásico de gran factura. Pero siempre he visto a la siguiente, Why Go, como la verdadera pieza introductoria. Aquí Vedder entona con mucha mala vibra y genuinamente enojado, mientras que los guitarristas y el bajista, Ament, no paran de moverse por todo el escenario. Un tema muy duro y que desafía a los incrédulos de la falta de “guitarra” de las bandas de esta índole. Irradian vitalidad y salvajismo juvenil; cosa entendible si consideramos que estaban en sus veintes por ésa época. Con un concierto de éste nivel, ¿por qué irse a casa, verdad?
Luego de entonar un par de líneas de The Beattles, Vedder no tarda en presentarnos a la trágica y fatalista historia del niño que no pudo volar más allá de los limitantes techos de la niñez; estoy hablando, por supuesto, de Jeremy. Aquí Vedder convence con un sentimiento que se puede atestiguar en sus vocales y en una mirada que demuestra una convicción pasional que pocas veces he visto en cantantes; y eso no se puede fingir, por más que te digan lo contrario. Es cierto que el Grunge trataba mucho con la depresión y la melancolía pero yo pregunto: ¿es eso algo malo? A veces hay que enfrentar a la adversidad de frente y explayarla de manera visceral en la música es la forma más creativa de hacerlo. Pero desvarío. Destaco el buen hacer del baterista, Dave Krusen, en este tema porque se le siempre preciso y con mucha movilidad. Un corte de medio tiempo que gana momentum en su ocaso y en donde la intensidad con un Vedder que ya ni siquiera requiere cantar líneas sino que sólo se enfoca en cantar las melodías que sus instrumentistas crean para su beneficio. Sólo escuchen el final del tema donde suelta un alarido rebosante de rabia y frustración; como si él fuera el niño de la historia. Son momentos como estos los que me hacen pensar que estamos ante un músico bastante especial; estoy seguro de eso.
El solemne vocalista aprovecha para agradecer al público por plantarse ante una lluvia desoladora y seguir apoyándolos con una solidez envidiable. Luego de esto, pasamos de manera efectiva a la que podría ser la biografía musical de Vedder, Alive. Aquí narra la historia de su padre biológico y aquel que no lo era, reflexionando acerca de todo eso y pensar que, a pesar de todo, seguía vivo. Otro medio tiempo con guitarras sueltas y que “fluyen” como si fueran olas en el vasto océano veraniego, si me entienden. El estribillo siempre me ha parecido de lo más optimista que he escuchado y no puedo evitar escuchar esta canción cada vez que estoy en un día soleado y el ánimo está álgido Hay planos donde se puede vislumbrar al gentío que hizo acto de presencia ése día; casi que no tenían presión, ¿eh? Pero eso implica jugar en las grandes ligas, como dicen. Eddie se lo toma en serio y exige más de la gente con sus “Yeah!” en el estertor de la canción con un tono beligerante.
Pero luego llegamos al apogeo, al éxtasis musical, a una de las máximas joyas –a mis oídos, ojo- de la música Rock: la desconsoladora y transparente Black. Una balada de desamor que, a diferencia de muchas que ululan, destila una sinceridad y un dolor como el que acoté con anterioridad del señor Vedder, quien suena totalmente despojado de la alegría de la estrella que señala en las brillantes líricas de la canción, apoyado sagazmente por los brillantes punteos y melodías de McGready y Gossard, trabajadores incansables de la maquinaria Pearl Jam. Como una vez dijo Chris Cornell, amigo cercano de Vedder, aquí escuchamos a una persona; y yo especifico que escucho a una destrozada. Toda la banda está en su 100% y es que no pueden dar más de sí mismos; todos están eclipsados por la enorme performance de su vocalista, quien no es un portento, quien no es un genio técnico del canto, y que sólo es una persona que está expresando lo que yace en lo más recóndito de su corazón. Y es que en la parte final me rindo ante ellos: “Sé que tendrás una vida maravillosa. Sé que serás una estrella en el cielo de alguien más. Pero, ¿por qué no puede ser mío?”. No digo más.
En brutal y exquisito contraste, sueltan la potente y salvaje Leash, que acabaría en su segundo trabajo, Versus. Aquí las guitarras toman la batuta con un riff dominante y Vedder, en vez de sonar meloso y depresivo, ahora deja escuchar su lado más duro y luego llega un estribillo de lo más sencillo que puedan escuchar en sus vidas. Es un buen tema, pero hasta ahí; aquí impera la espectacular puesta en escena de la banda –no en imagen, sino en energía y en despliegue para hacer de los temas menos superlativos un divertimento de lo más gozador. Les debió gustar mucho este tema para haberlo tocado en un concierto de menos de una hora en vez de alguno de su Ten. Luego llegamos a la potente Once, que tiene un delicioso y disfrutable riff inicial. Es de lo más pensado que ha hecho Pearl Jam y nos muestra a su actor principal, Vedder, mostrándose más versátil de lo que podríamos imaginar y rasgando su voz para agregar algo de potencia a su estilo. Pura angustia noventera cuando ven al bueno de Eddie en los pasajes instrumentales. Uno de mis temas predilectos de la banda y tocado con la maestría que le exige.
Vedder sigue interactuando con el público, lanzándole flores a los mismos, admitiendo que no suele ser tan bueno y un par de bromas más. Furiosa y apasionada arranca Porch, denotando un lado que Pearl Jam no muestra muy seguido y hablamos de ése lado Punk que les queda tan bien. Son esos pasajes acelerados donde los niveles de adrenalina aumentan gracias al musculo guitarrero del binomio Gossard/McGready y secundado por un Vedder que se ve en la mirada que está totalmente concentrado. Cómo tocaban por esos años, señores. Extienden el corte y tocan retazos de otros temas, como Fugazi. En el mientras tanto, Eddie se sube a las cámaras, a las torres de seguridad y se lanza al público para convertirse, de manera literal, en víctima de sus propios seguidores. Qué fenómeno, sin duda. Una visión genuina de lo que es el Rock. Terminan el tema de manera pasmosa y con todos los instrumentistas usando todos sus recursos para un desenlace de lo más intenso.
Finalmente llegarían las versiones; incluyendo la que no podía faltar: el cover de Rockin’ In The Free World de Neil Young, ídolo de los miembros de la banda. Simple y desenfadado Rock del bueno y donde dejan salir su faceta más vivaz, si lo prefieren así. Sólo hay que ver la mirada de Vedder en el estribillo para saber que ni él se estaba creyendo lo que estaba pasando enfrente de sus ojos. Así finalizaba un concierto que quedaría por siempre incrustado en el alma de todos aquellos que se precien de ser amantes de éste movimiento. Alice In Chains fueron los más melancólicos, Soundgarden fueron los más virtuosos; Nirvana fueron los más exitosos; Pearl Jam fueron los más pasionales. Ésa es mi conceptualización de los gigantes de Seattle.
Un concierto de lo más breve, pero también de lo más excelso. Tal vez estoy pecando de partidista porque éste es un concierto especial para mí y porque el Ten es de mis álbumes favoritos. Pero es que la actuación es así de buena y no creo estar haciendo ningún tipo de exageración al respecto. Una banda que se encontraba en su punto más alto y que demostraron a propios y extraños que el suyo era un destino especial, comandados por un vocalista que, simple y llanamente, era de otro mundo. Para los que somos amantes del Metal, el Grunge fue visto como la plaga que arruinó el paraíso idílico que eran los 80s. Pero hay que acotar que aparecieron estos muchachos de Seattle que sólo querían hacer el estilo de música que a ellos les gustaba. No fingieron ser Hard ‘N’ Heavy, por lo que no debería ser tomado a pecho. Hicieron lo que amaban y no dieron su brazo a torcer. Y como buenos metaleros que somos, debemos respetar al menos eso, si no comulgamos con su estilo musical. A pesar de que aquí hay algo muy, pero muy especial.
Concierto completo. Disfruten.
Cinco cuernos para Live At PinkPop 1992. Momento imperdible: cuando Vedder toma una foto del público. Él jamás lo olvidaría; nosotros menos.
• Eddie Vedder – Vocales
• Stone Gossard – Guitarras
• Jeft Ament – Bajo
• Dave Krusen – Batería
• Mike McGready – Guitarras