Paradise Lost - Gothic

Enviado por stalker213 el Dom, 18/07/2010 - 14:13
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De igual modo en como el destino escogió con su caprichoso dedo a otras obras cumbre eternas para representar por sí mismas al género al cual pertenecían, tales como ‘Master of Reality’, ‘Epicus Doomicus Metallicus’, ‘Reign In Blood’, ‘Symphonies of Sickness’ ‘Left Hand Path’ o ‘Bathory’, el segundo vástago de los británicos PARADISE LOST, ‘Gothic’, viene a representar en su mayor y primigenia esencia al sub-género que ranciamente hibridó por aquellos albores de los 90’s al todavía joven, violento e intenso Death junto el mohoso, críptico y ominoso Doom, sin desmerecer, por supuesto, a los igualmente capitales primeros trabajos de sus compatriotas CATHEDRAL o de los americanos WINTER.

Hablamos por tanto de un trabajo, que no tan solo encierra canciones escritas por individuos (como hace la gran mayoría de discos), sino que también atesora en su más profunda esencia a las raíces de un efímero sub-género que antes de empezar a pudrirse y desintegrarse como el barro, conocería su máximo apogeo durante el primer tercio de los 90’s y por tanto, su más que previsible y triste fin durante el transcurso del ecuador de aquella misma década cuando sus precursores virarían radicalmente su concepción artística para dejar en la más dolorosa evidencia a toda la inmunda morralla que lamentablemente infestó la escena por aquel entonces y que irremediablemente terminaría sepultando la poca dignidad que quedara de la misma, dando lugar a la consolidación del infame Gothic Metal.

Viniendo de un primer trabajo infinitamente más denso, despiadado y oscuro, ‘Gothic’ representa un trabajo de proporciones infinitamente descomunales aunque eso sí, ostensiblemente falto de la garra depredadora y viciosa predominante en cortes para la posteridad como ‘Frozen Illusion’, ‘Rotting Misery’ o la opresiva ‘Breeding Fear’, sin embargo uno no puede sino asentir resignadamente a las transformaciones llevadas a cabo hasta este punto, y es que los de Halifax son una banda que no tiene dos discos ni tan siquiera parecidos. Por eso, tras la grabación de este su segundo opus, resulta obvio como la banda ya no tan solo se labró el porvenir en cuestiones puramente económicas, sino de igual modo una más amplia base de fieles seguidores, así como un ínfimo coro de críticas que ya en su día consideró como la banda había traicionado a sus principios. Sea como fuere, aquel marzo del año 1991 se gestó algo que a día de hoy sigue muy vivo (o quién sabe si todo lo contrario) al punto que sigue transpirando las mismas sensaciones de vacío, frío y desolación.

Desde las primeras notas con las que abre el corte que da título al álbum, aquí lo que tenemos no es otra cosa que cinco ingenuos jovencitos del norte de Inglaterra, inexplicablemente, guiados de la mano de alguna entidad superior desconocida que sencillamente los escogió a ellos para traer al mundo a un sonido al que nunca jamás nadie ha soñado ni a acercarse, a excepción de los primeros MY DYING BRIDE con su abismal ‘As the Flower Withers’ del año siguiente. Sin embargo, aquello indescriptible que podríamos aventurarnos a llamar ‘mística’, tan solo hace acto de presencia en el trabajo de los discípulos de Milton, que así como cerrando el círculo, ponían por fin la banda sonora que merecía al poema del autor del S.XVII.

Y es que como decía hace tan solo unos segundos, escuchar las primeras notas de este himno, no únicamente pone los vellos de punta a los que de verdad amamos la música extrema, sino que además le hacen tomar conciencia a uno de que verdaderamente se está delante de uno esos 25 discos que uno se llevaría consigo al fin del mundo. Sin que sirva de precedente, incluso el a veces ineficaz Nick Holmes (y me refiero a sus capacidades vocales y no sus textos) se pone a rueda con el resto del conjunto, que eso sí, ni por asomo se aproxima a un solo kilómetro del verdadero padre de la criatura, que no es otro que el señor Gregor Mackintosh. O si lo preferís: El guitarrista de más talento e inventiva de los 90’s, a años luz de distancia del resto de músicos de su generación. Y es que del mismo modo en que los 70’s fueron el coto privado de caza del Riff-Master, Tony Iommi, o los 80’s de un entrañable alienígena (recientemente desaparecido) llamado Denis ‘Piggy’ D’Amour, los noventa fueron los años en los que Mackintosh reinó a golpe de sable, dejando al resto de contendientes por los mismísimos suelos.

Es cierto que algunos otros antes, habían hecho uso de las voces femeninas consiguiendo atmósferas interesantes en sus trabajos (como por ejemplo VENOM, con resultados discretos, o CELTIC FROST, con bastante más acierto), sin embargo será solo mediante ’Gothic’ cuando realmente estas alcancen cotas orgiásticas de la altura de la mismísima catedral de Ulm. Junto a la crítica adición de las líneas vocales de Sarah Marrion, otro ingrediente que no podemos obviar es el igualmente sobrecogedor trabajo de Mackintosh en cuanto a los arreglos se refiere, y es que señores… estamos ante uno de esos extraordinarios casos en los que no hablamos tan solo de un músico, sino de uno de esos auténticos genios que nacen cada veinte años. Sin más os remito a la sección que arranca en (03:26). En una tónica algo distinta, podemos destacar a ‘Shattered’ como otro de los clásicos indispensables de la banda, esta vez con un Holmes en un registro algo más seco -a la par que solemne- que unido a las guitarras del omnipresente Mackintosh, definitivamente, convierte a este corte en otra pieza de museo. Aedy se revela ya desde el principio como el mejor escudero con el que Mackintosh jamás pudo contar, ahora bien, la sección rítmica simplemente cumple, mediante un correcto Archer y un más que discreto Edmonson.

‘Eternal’ y ‘Falling Forever’ (con su sencilla, pero majestuosa apertura) son otros dos violentos garrotazos que pertenecen, igualmente, por derecho propio al mejor material jamás escrito por la banda (o sea, Mackintosh) y por consiguiente de la historia del sub-género, y como botón de muestra valga el estratosférico solo con el que se descuelga el míster en el segundo. Simplemente intocable. Por el camino se me han quedado ‘Dead Emotion’ (con su ciclópea y monstruosa sección en 02:53) y ‘Rapture’ y su mayestática marcha fúnebre en (03:09), pero que nadie piense que me olvidan fuera del tintero. Aquí cada segundo vale su peso en oro.

Por su parte, ‘Angel Tears’ viene a simbolizar el obligatorio instrumental que cada obra maestra debe traer consigo, y nuevamente los calificativos se agotan para intentar describir la magnitud del trabajo realizado por Mackintosh mediante el inefable sonido de su Jaydee. Para lo que entonces eran los standards de la banda, podríamos afirmar sin más como ‘Angel Tears’ es, sin duda, uno de los temas más rápidos de su temprano catálogo, aunque como es inevitable a Mackintosh se le escape el ramalazo funerario por entre la sección central, al final de la cual asistimos a un cambio de ritmo demoledor en (01:36). Entretanto, ‘Silent’ (que de eso tiene bien poco) vuelve a las andadas, empujando al oyente mediante su mórbida peste a féretro carcomido y el sentimiento a flor de piel de cada una de las notas expulsadas por los dedos del amigo. Nuevamente, el trabajo de Mackintosh a las seis cuerdas y los sintetizadores es para quitar el hipo, al punto que hace que nos planteemos de qué planeta bajó este hombre. De todos modos, y pese a ser un temazo en toda regla, aquello por lo que más destaca ‘Silent’ no es por otra cosa que por representar la antesala a uno de los himnos más sagrados de la formación, junto a las inmortales ‘As I Die’, ‘True Belief’ o la anteriormente citada ‘Gothic’.

Qué duda cabe de que estamos hablando de la desgarradora y demoledora ‘The Painless’ (epíteto con el que se hizo bautizar su primer y genuino club de fans) y como ya he dicho algunas otras veces: Los temas que de verdad te marcan para el resto de tu vida, lo hacen desde su primera nota. ‘The Painless’, indubitablemente, viene a sintetizar en cuatro minutos pelados las mejores virtudes de una banda legendaria y un músico que rompió el molde, y es que díganme, señores: ¿Quién es capaz de transmitir semejante caudal de sentimiento, pasión y emociones, al hablarnos exclusivamente de muerte, sombras, lluvia, tumbas cubiertas por la escarcha o la fresca hierba que perturba la tranquila paz de una fría losa? Absolutamente nadie, fuera de este imperturbable extraterrestre que respondiendo al nombre de Greg Mackintosh, proyecta su infinita sombra, cual ciprés mojado por la rosada aurora, sobre las impávidas lápidas de un cementerio bajo las cuales reposan sin fin los muertos cuando emerge cada amanecer. Lo que comienza en (01:33), sinceramente no tiene nombre, y es que llamarlo sencillamente ‘solo de guitarra’ sería faltarle el respeto. Al punto, sobrevienen de nuevo los etéreos lamentos de Marrion, que intercalados junto a los desesperados berreos de Holmes (en la performance de su vida) ponen el broche de oro a este himno imperecedero del Metal. Acto seguido, avanza con puso firme -tal que el ángel de la muerte al visitar a su sirviente- la acongojante y fantasmagórica ‘Desolate’, que merced a unos humildes aunque sabiamente empleados sintetizadores, cierra con clase infinita uno de esos trabajos irrepetibles que dejará el eco de su memoria para la posteridad.

Tras ‘Gothic’, la banda finalizaría su relación contractual con Peaceville para firmar por la poderosa Music For Nations y así entrar en la liga de los grandes. Lo demás es historia. Y es que, queridos colegas, estamos hablando de un álbum que el año próximo alcanzará los 20 años de edad y que todavía a fecha de hoy, pese a contar en su momento con una más que justa producción, resiste con creces al paso del tiempo preservándose como solo los clásicos saben hacerlo. ‘Gothic’ reposa junto a los más grandes y lo hace con la serena consciencia de saberse un clásico de clásicos, al punto que la obra de referencia y rasero con el cual se compararan por siempre más el resto de discos adscritos a un sub-género maldito, como aquel llamado Death/Doom, que a finales del invierno del año de 1991 vio como nacía su divino primogénito del cual todavía puede sentirse orgulloso tras el paso de dos tortuosas décadas.

Valoración: 10

Nick Holmes: Voz
Gregor Mackintosh: Guitarra solista
Aaron Aedy: Guitarra rítmica
Stephen Edmondson: Bajo
Matthew Archer: Percusiones

Sello
Peaceville