
Cd:
1.Rocky Mountain Way (Joe Walsh)
2.In My Life (The Beatles)
3.Mississippi Queen (Mountain)
4.Go Now (Moody Blues)
5.Woman (John Lennon)
6.21st Century Schizoid Man (King Crimson)
7.All the young dudes (Mott the Hoople)
8.For what it´s worth (Buffalo Springfield)
9.Good Times (Eric Burdon)
10.Sunshine of your Love (Cream)
11.Fire (Arthur Brown)
12.Working Class Hero (John Lennon)
13.Sympathy for the Devil (The Rolling Stones)
14.Changes (Black Sabbath ft Kelly Osbourne)
Dvd:
1.Dinner with Ozzy and Friends
2.In my Life (Video)
El capricho de quien se ve en la cima. La arbitrariedad del que se sabe impune. La indiferencia de quien lo ha visto todo y llega a la conclusión de que todo vale. Los discos de versiones pueden deberse a muchos motivos diferentes. Ganar tiempo y cubrir una etapa de transición es uno. Rendir un homenaje sentido a los artistas que te han marcado es otro. Esconder un periodo de sequía creativa sería el tercero, pero vaya, somos benévolos y damos por sentado que este último caso es excepcional.
Mantener entretenida a la pareja sería otro, y da la impresión de que lo patentó Sharon Osbourne. “Venga, que estorbas todo el día en el sofá, vete al estudio, Ozzy”, es lo que debió decirle la inefable Sharon a su marido a mitad de la pasada década, mientras los ejecutivos de su Compañía preparaban “Prince of Darkness”, una caja recopilatoria de cuatro Cds que recogió lo mejor de la carrera del Madman en solitario, colaboraciones diversas, y una serie de covers sobre temas que, supuestamente, habían influido al ex – cantante de Black Sabbath.
Y digo “supuestamente” porque, dados los problemas de memoria y de capacidad de retención de Ozzy a esas alturas de carrera, me resulta difícil imaginarlo tratando de rememorar en pleno siglo XXI el cancionero que le inspiró mientras daba sus primeros pasos en el mundo de la música.
Sea como fuere, el principal atractivo del box – set de 2005 fue el cuarto Cd, dedicado a las versiones, pues desde 2001 no habíamos escuchado material nuevo del Blizzard en solitario. “Down to Earth”, por otra parte, había supuesto una decepción tras el estupendo “Ozzmosis”, que quedaba ya muy lejano en el tiempo.
Los ejecutivos de Epic lo entendieron, y editaron dicho Cd de manera independiente, añadiendo tres covers más, y un Dvd extra con un vídeo clip y la filmación de una cena en la mansión del divo, en compañía de su hijo Jack, de Lemmy y de otros tres personajes de la industria musical con los que rememoran anécdotas varias en torno a la mesa, todo ello bajo el título de “Under Cover”.
De esa forma, tuvimos ocasión de comprobar cómo se las apañaba Ozzy afrontando un cancionero ajeno, curiosa experiencia cuando has pasado toda la vida escuchando a vocalistas y grupos del más diverso pelaje enfrentándose a los clásicos de Black Sabbath en la voz de Ozzy, un artista cuya principal baza ha sido siempre la fuerte personalidad interpretativa, su carisma vocal y su intransferible estilo, antes que otras cuestiones como la técnica o la ortodoxia en los registros.
Sólo, o en compañía de sus asesores, el padre de criaturas ya legendarias como “Bark at the Moon” o “The Ultimate Sin”, escogió una serie de canciones, de los años sesenta en su mayoría, firmadas por artistas estadounidenses y británicos, y las llevó a su terreno con desigual resultado.
Rodeado de una superbanda compuesta por Chris Wyse, miembro de The Cult, al bajo, el habitual Mike Bordin a los tambores, y el mismísimo Jerry Cantrell a las seis cuerdas, el Padrino del Metal contó además con la participación de algunos de los autores de las piezas originales, caso del guitarrista Leslie West, histórico líder de los norteamericanos Mountain, o el no menos mítico Ian Hunter, frontman de los ingleses Mott the Hopple.
Yo cuando pillo un disco de versiones intento no mirar el track – list. Me gusta ponerlo en el coche y dejar que me vaya sorprendiendo. En este sentido, según das al play y escuchas el primer acorde, crees que el Madman ha querido recordar a Bon Scott de nuevo, como ya hiciera al comienzo de su carrera en solitario con “Suicide Solution”, pues parece que vaya a empezar a sonar “Highway to Hell”. Es un espejismo, el tema en cuestión se llama “Rocky Mountain Way”, lo firma Joe Walsh, quien fuera líder del grupo rockero James Gang, y componente de The Eagles, y tiene un interesante tratamiento coral, casi como si fuera una pieza de un musical, y un muy buen solo de wah wah en la mitad.
Resulta curioso, la voz de Ozzy no desentona, pero no tiene casi nada que ver con lo que uno espera del hombre que aterrorizó a generaciones enteras de metal –heads con sus malévolas interpretaciones vocales en los días de “Paranoid”, “Master of Reality” y “Sabbath Bloody Sabbath”. Recuerda vagamente a lo que hicieron Guns ´n´ Roses al iniciar el “Spaghetti Incident” con “Since I Don´t Have You”, una composición antiquísima de espíritu similar.
Curiosamente, donde más parece disfrutar nuestro hombre es en los temas de melodías más inofensivas, como el “In my Life” de los Beatles, el “Woman” de John Lennon, o “Go Now”, de Moody Blues. Se trata de aproximaciones suaves, sentidas hasta cierto punto, con leves acompañamientos orquestales, recreando un tipo de canción en el que Ozzy siempre se sintió a gusto, como demostró en piezas de sus primeros discos como “So Tired” o “Goodbye to Romance”.
De forma aislada, sin exigir ni esperar demasiado, resultan agradables de escuchar, pero se quedan en muy poca cosa si nos paramos a pensar que en 2005 Ozzy llevaba ya mucho tiempo sin dar la talla a nivel artístico, sobre expuesto a una desmesurada explotación mediática a través de su reality show, convertido más en el “clown” que en el “Godfather” del Heavy Metal.
Y eso que son temas en los que se percibe cierta implicación emocional, cosa que no se puede decir de todas las pistas de este Cd. Un tema como “Fire”, del showman inglés Arthur Brown, puede entrar bien, pero no se trata de eso. Da la impresión de que lo han metido porque Brown fue influencia directa de shock rockers como Alice Cooper, pero poco más. Y lo mismo pasa con la canción de Eric Burdon, el líder de The Animals, exponentes arquetípicos del rhythm & blues que imperó en Inglaterra mientras un púber Ozzy se dejaba crecer la melena. Parece que está incluida por un deseo de recordar que el ex de Sabbath estuvo allí y vivió todo aquello. El problema es que él mismo ha puesto tanto empeño siempre en vendernos esa imagen de pirado amnésico por las drogas y el alcohol, que no le veo esforzándose en recuperar, de modo creíble, el acervo musical de sus orígenes.
“All the Young Dudes”, la canción que Bowie entregó a Ian Hunter, sí conserva aquel sonido gamberro y tierno a la vez, tan propio de los grupos glammies ingleses de los setenta, y en el “Working Class Hero” de Lennon, Ozzy consigue sorprender con una sobria relectura, de tintes dylanianos.
De igual forma, el “For What it´s Worth” de Buffalo Springfield, también conserva el encanto típicamente yanqui de la música de raíces americana, con ese bonito sonido de slide guitars –se nota que tras la original había un genio como Neil Young-, pero en “Mississippi Queen”, por mucho que Leslie West se marque el solo de guitarra, Ozzy no transmite ni de lejos.
El resto, y mira que cada vez me gustan menos las sentencias contundentes, es un desastre, por no tildarlo directamente de bodrio. “Sunshine of your Love”, “21st Century Schizoid Man”, “Sympathy for the Devil”, son temas demasiado anclados a una época, a unos autores originales, a una forma de entender y de hacer música, y para sacarlos de contexto de esta manera es mejor dejarlos reposar. De igual modo que nadie puede cantar como Ozzy, guste más o menos su estilo y su voz, nadie puede cantar como Mick Jagger, y el encanto chulesco de la original “Sympathy…” desaparece por completo en esta versión del superclásico stoniano.
Del bonus track “Changes” mejor no hablar. Como todo fan de Ozzy recuerda, se trata de una versión, a modo de dueto entre papá Ozzy y su hija Kelly, de aquella vieja y semioculta balada de los Sabs de “Vol. 4”. No se trata de que suene bien, mal, o todo lo contrario. Es que Ozzy, Sharon, o quien fuera, tuvo las santas narices de incluir en los créditos de esta relectura a la niña, junto a los apellidos de Iommi, Butler y Ward. Vivir para ver, pero bueno, quién soy yo para protestar, si los aludidos no dijeron nada en su momento.
En la red figuran referencias hacia este Cd como uno de los peores de la historia. Yo no diría tanto, en algunos momentos que he señalado se puede incluso disfrutar con las interpretaciones del Madman, siempre y cuando se tomen como una curiosidad, un paso lateral diferente. El principal problema que le encuentro es que carece de la credibilidad que sí tienen otros discos de versiones. Los dos que grabaron Tesla, por ejemplo.
Sea como sea, roza el aprobado justito, pero ahí queda. La enésima extravagancia del Príncipe de las Tinieblas, que en lo musical se queda en dos cuernos.
El tercero, no obstante, se lo ganan las batallitas que entre Ozzy y Lemmy nos cuentan en el Dvd que acompaña al disco. Durante media hora, en la que el primero bebe agua, mientras al segundo el mayordomo no deja de servir vino, los dos músicos intercambian una serie de anécdotas, con intervenciones más bien sosas del hijo de Ozzy, y otras aportaciones de los demás comensales. Memorable la descripción que hace el líder de Motörhead de Jimi Hendrix, con quien trabajó a finales de los 60 cuando el genio de Seattle se acercó a tocar a Inglaterra: “Era el tío más educado que he visto con las mujeres. Cada vez que una entraba en la habitación, él se acercaba y le cedía su asiento. Luego se las tiraba a todas”. Si es que no hay nada como tener modales.
Tampoco hay que perderse el relato de Ozzy, al que bajaron de un avión totalmente bebido, inconsciente, y de pronto se levantó sin saber donde estaba, en el momento en que cruzaban la pista de aterrizaje hacia el avión un grupo de veinticinco monjas que entendieron el gesto como un milagro, o el “gag” de Zakk Wylde y el corcho de la botella de vino en un restaurante japonés. Ese lo dejo para que lo descubra cada uno, pero es apoteósico.
Ozzy Osbourne: Voz
Jerry Cantrell: Guitarra
Chris Wyse: Bajo
Mike Bordin: Batería