
1. Aphelion (02:25)
2. Darkness Be My Guide (04:46)
3. Mirror Black (05:23)
4. Tartarian Winds (04:24)
5. The Infernal Depths of Eternity (07:33)
6. Dawn of the Damned (03:39)
7. The Shadows (04:55)
8. As the Fire Burns (04:01)
9. The Return of a Long Lost Soul (07:09)
10. Devil's Spawn Attack (03:42)
Estaba bastante dispuesto a no entusiasmarme con este nuevo lanzamiento de Necrophobic después de un par de adelantos que no me auguraban ninguna sorpresa. Esperaba una nueva entrega profesional, conformista y acomodada, como me estaban resultando sus últimos, escasos, esfuerzos (nunca han sido la banda más prolífica del planeta, esos 9 álbumes en casi 30 años hablan por sí solos). Mirror Black, The Infernal Depths of Eternity y el reciente Devil's Spawn Attack presagiaban a unos Necrophobic que seguirían cómodamente instalados en su recién adquirida posición dentro de la realeza extrema europea, una vez Century Media les había dado ese definitivo impulso que, sin duda, siempre han merecido. Pero no me duelen prendas en reconocer que, hasta cierto punto, me había equivocado. Dawn of the Damned sigue apoyándose en esa bien engrasada fórmula de tremolos melódicos de raíz sueca, embaucadores solos de guitarra y momentos de desenfreno “slayeriano” pero, en esta ocasión, los de Joakim Sterner han tenido el ímpetu suficiente para retorcer un poquito las cosas y hacerlas más interesantes a aquellos que los sentíamos aburguesados y echando tripa desde su ascenso a la alta nobleza.
Y es que Necrophobic se convirtieron en uno de mis proveedores favoritos de negro arte desde la debacle sufrida por sus colegas de generación a finales del pasado de milenio. Con calma, pero sin pausa, fueron afianzando su posición con trabajos en los que no cabía otra cosa que no fuera la más notable excelencia y algunos nos habíamos acostumbrado a una dosis de calidad constante que había eclosionado en un tremebundo Death to All. Pero, como todo ciclo, el caudal de talento de esa inseparable pareja que forman Sebastian Ramstedt y Johan Bergebäck se secó y ambos decidieron abandonar el barco tan sincronizados como han estado desde su más tierna adolescencia. Sin cerebro creativo, Joakim Sterner buscó refuerzo bien cerca en las filas de Unleashed, pero Fredrik Folkare nunca llegó a cuajar y también salió espantado tras un insatisfactorio Womb of Lilithu. Ya casi ni menciono a un fugaz Robert Sennebäck al que no le dio tiempo a dejar su huella en su efímero paso por la banda. El retorno de los “Zipi y Zape” del death (ahora más black ya) sueco en 2016 hizo que muchos recuperásemos nuestra (casi) inquebrantable fe en ellos, pero un buen Mark of the Necrogram no terminó de colmar mis expectativas hace un par de años.
Como empecé diciendo, los adelantos simplemente me hacían esperar más de lo mismo, black/death melódico, comercial y accesible, con un leve barniz de autenticidad, pero bastante apto para todos los públicos. Parecía que Century Media estaba domesticando a los de Estocolmo y la presentación de Aphelion no sirvió para sacudir mis prejuicios. Me duró poco la tontería, Judas..., perdón, Darkness Be My Guide pronto me puso en mi lugar para demostrar que Necrophobic habían recuperado parte de su, ya no digo apetito, si no voracidad perdida. Y digo esto al mismo tiempo que afirmo mis serias dudas sobre su capacidad a la hora de volver a componer una Revelation 666 o una For those Who Stayed Satanic. La fórmula es la de siempre, no hay sorpresas a ese respecto. Velocidad contenida, nunca llegarán al absurdo vértigo de unos Dark Funeral, ni falta que hace (tampoco creo que Joakim Sterner esté para muchos alardes). Incansables y oscuros riffs a cargo de la "pareja de hecho”, el curtido rugido de Anders Strokirk, que demuestra seguir en forma después de estos 27 años, y un Sebastian Ramstedt que no tiene rival en cuanto a buen gusto se refiere en esto del metal extremo. ¡Joder, menudo oído tiene el fulano para tejer melodías inolvidables y tocarte la fibra con sencillos y efectivos solos! Es todo un modelo de lo que puede llegar a ser la guitarra solista en esto del black o death metal sin pasarse de pretencioso, ni comprometer su integridad extrema. Él es hoy en día el gran baluarte del sonido de Necrophobic. Fredrik Folkare, que sigue militando aquí como productor, parecía un buen candidato a cubrir su vacío, pero nunca consiguió calzarse esas botas que originalmente pertenecían a David Parland y que a Ramstedt le sientan como un guante.
La mayoría ya habréis escuchado una Mirror Black que me suena, de lejos, al Hail Murder de Dark Funeral, ralentizado y más armónico, y Tartarian Winds pone sobre el tapete una de las influencias básicas en toda buena banda sueca que se precie, el enorme Quorthon en sus momentos más épicos de Under the Sign of the Black Mark y Blood Fire Death. Hasta a sus aventajados discípulos irlandeses de Primordial me recuerdan en la grandeza de ciertas melodías. El segundo single (si es que el termino aplica al black metal) trae de nuevo a colación una de las primigenias referencias de Necrophobic... ¿alguien pensaba que el nombre de la banda era casualidad? Haced el favor de pegarle un repaso al Reign in Blood y a su tracklist. Como un viaje al pasado, hasta su intro os va a recordar al Nocturnal Silence y puede ser lo más fiel a los antiguos Necrophobic que vamos a encontrar en Dawn of the Damned, salvo por sus siete minutos y medio que la convierten en un monstruo de épicas proporciones. No sólo me gusta ahora mucho más escuchada en contexto que cuando vi el vídeo en la red, si no que me parece de lo mejor que nos han dado en esta última década.
Ante tal demostración de intensidad expresiva, la tradicionalista Dawn of the Damned se me antoja poco ambiciosa con sus tres minutitos de rigor “blackdeathmetalero”. Es cumplidora, pero parece poca cosa para bautizar a todo un álbum como este. Tan poco excitante como su título resulta también una The Shadows, sorprendentemente inspirada, según palabras del propio Ramstedt, en aquel estelar Scream of Anger que encontrábamos en Wings of Tomorrow. Nunca esperé que un tema de Europe sirviese de influencia directa a una banda como Necrophobic y no se me habría ocurrido levantar semejante puente de no ser por el apunte del guitarrista. Una vez sugerido, cierto aire sí que se da, aunque lejos del temazo compuesto por Norum y cía. Ese ritmo tan repetitivo resulta monótono y nos deja la que probablemente acabe siendo la más floja de todo el álbum.
As the Fire Burns comienza con otro alarde guitarrero con el más inspirado Jeff Hannemann de nuevo en mente y de aquí a esa final Devil's Spawn Attack en la que, contra todo pronóstico, aparece Schmier para hacerlos sonar aún más parecidos a Slayer, no tendremos más que nuestra bien merecida ración del mejor black/death de tradición sueca que podamos imaginar. Ese delicado equilibrio entre agresividad sin compromiso y melódica accesibilidad en el que Necrophobic no tienen rival. Confieso que en algún momento temí por la integridad de la banda pero, con la salvedad de algún guiño al mercado mainstream, me han demostrado que son capaces de mantener su esencia prácticamente intacta.
Ahora sólo nos queda esperar a ver si Sacramentum consiguen sacar su esperado Shadow of Oblivion y plantarle cara a los que son ya, por derecho propio, dignos herederos de Dissection. Cuatro cuernos como los del mismisimo Satanás para Necrophobic y su Dawn of the Damned... Sólo una cosa, por mucho que mole, bien podían no haber usado la misma portada que en su anterior álbum, ¿no os parece?
8/10
- Anders Strokirk: voces
- Sebastian Ramstedt: guitarra solista y voces
- Johan Bergebäck: guitarra rítmica
- Allan Lundholm: bajo
- Joakim Sterner: batería