My Dying Bride - Turn Loose the Swans

Enviado por Junkhead el Jue, 17/12/2015 - 02:50
1515

1. Sear Me MCMXCIII
2. Your River
3. The Songless Bird
4. The Snow in My Hand
5. The Crown of Sympathy
6. Turn Loose the Swans
7. Black God

See the light and feel my warm desire…

Hace unos meses ya, en función del lanzamiento de “Feel the Misery” en este ya moribundo 2015, un servidor ha tenido la excusa perfecta para echar la vista atrás en el historial de los británicos My Dying Bride y desenterrar algunas de sus mejores placas. Este particular ritual que uno generalmente realiza a la espera del nuevo trabajo de una de sus bandas predilectas, no sólo me ha servido para “calentar motores” para la apoteosis venidera (que conste que “Feel the Misery” acabó siendo un pedazo de disco) sino para constatar una vez más que la discografía de Stainthorpe y sus secuaces es “formidable” por decir poco. Discazos los hay a tutiplén, por nombrar algunos tenemos “The Angel and the Dark River”, “The Dreadful Hours”, “A Map of Our All Failures”, “Songs of Darkness, Words of Light” o el notable “A Line of Deathless Kings”. Pero ya sea por valor histórico, por inventiva, por influencia o por marcar un antes y un después, cuando llega la hora de señalar al álbum “definitivo”, aquél con el que sus autores se erigieron como leyendas, el objetivo sigue siendo el mismo: “Turn Loose the Swans”.

1993 fue un año crítico tanto para el “Peaceville Trio” como para toda la escena “Doom/Death” en general. Paradise Lost le daba otra vuelta de tuerca a su sonido con el todopoderoso “Icon”, Anathema daba su primer ofrenda en forma de LP con el clásico “Serenades” y My Dying Bride encontraba su sonido definitivo con el magno “Turn Loose the Swans”. El panorama no podía ser mejor para aquél metal-head gustoso del buen Doom, porque además de la Santa Trinidad de Peaceville, tenía a otros arquitectos que desde las sombras tomaban su merecido pedazo del pastel. Katatonia movía los cimientos con “Dance of December Souls”, Celestial Season hacía lo propio con “Forever Scarlet Passion”, Cathedral le quitaba un poco de densidad a su propuesta con “Ethereal Mirror” y otros enfermos mentales como Disembowelment le daban al mundo su “Trascendence Into the Peripheral”. En definitiva fue un año en el que coincidieron muchas clases maestras del peligrosísimo arte de la lentitud y la agonía plasmada en la música. “Turn Loose the Swans” fue una de esas obras maestras que nos regaló aquél 1993 y desde entonces, éste ha quedado marcado en la línea temporal de My Dying Bride como un punto de inflexión, como un antes y un después en el devenir de una carrera que pese a algún tropiezo, se erige a día de hoy como magna e imprescindible para todo aquél que se interese por el Doom en su simbiosis con el Death Metal.

Para cuando “Turn Loose the Swans” vio la luz del sol, My Dying Bride ya no eran ningunos novatos. En su catálogo figuraba un buen puñado de material del cual el crudísimo “As the Flower Withers” se erigía como “el pez gordo” al ser su único trabajo en forma de Lp. La propuesta musical era esa perfecta fusión entre Doom y Death con alguna reminiscencia de música clásica (provista por el uso de violines) que hecha bien, siempre es merecedora de todas nuestras reverencias. Stainthorpe y cía. producían una atmósfera tremendamente asfixiante con su música, cargada de una crudeza y una oscuridad que le hiela la sangre a cualquiera. Pero claro, llegó 1993, y con éste, los cambios, la vuelta de tuerca que le daría a la banda el sonido definitivo. La crudeza quedó atrás en función de la sofisticación pura y la madurez. Llegó 1993 y con él “Turn Loose the Swans”.

La adición de voces limpias supuso en su momento un tema de polémica tanto para la propia banda como para el público. Cuenta el propio Stainthorpe que sin mediar palabra sobre el tema, entró en la sala de ensayo, y comenzó a cantar mientras sus compañeros daban forma al nuevo material con sus instrumentos, sabiendo que si se ponía a negociar el asunto, la respuesta más probable de la banda sería un rotundo “no”. Algunas cejas fueron levantadas por el resto de los músicos, pero al instante se percataron de que la voz de Aaron funcionaba al 100% con la dirección a la que estaban apuntando compositivamente. Por anécdotas como esta, se puede deducir el deseo de desafiar toda aquella fórmula que fuera aceptada en aquél entonces, básicamente la razón por la que My Dying Bride siempre tiraron por la ruta más lenta mientras lo extremo se basaba en las velocidades supersónicas (recordar que cuando la banda se formó sus compatriotas Napalm Death, Carcass y Bolt Thrower eran la ley de su país en Metal Extremo). ¿Cómo destacar y marcar la diferencia en un panorama en el que la velocidad es lo predominante? Pues fácil, sé el más lento, el más arrastrado, el más agónico. Otras bandas como Cathedral se basaron en la misma postura para fabricar su sonido, un Lee Dorrian hastiado de la escena Grindcore y Punk dio como resultado una banda que a todos impresionó por sus letárgicos y estirados tiempos y que inmediatamente creó escuela.

Volviendo a My Dying Bride, ese espíritu desafiante e inconformista ya se hace palpable nada más ponemos a girar la obra de 1993. “Sear Me MCMXCIII” no es simplemente el “opener” del trabajo sino que también se erige como toda una declaración de principios por parte del grupo y es que abrir un disco con una composición de esta índole cuando eres una banda de Metal Extremo es sinónimo de tener un par de huevos bien puestos. Pero ellos son My Dying Bride y esto “Turn Loose the Swans”, y la cosa no sería para tanto si no fuera por las incontables sorpresas que esconden sus surcos, siendo el primer “track” una pequeña prueba de que estos no le temen a nada y vienen a aquí para marcar la diferencia. “Sear Me MCMXCIII” es la segunda parte de una “saga” que tuvo su nacimiento en “As the Flower Withers”, y mientras la primera entrega es ciertamente agresiva y nihilista, esta que nos ocupa hoy está exenta de cualquier elemento de Metal y se las arregla solita con un teclado, un violín y la voz de Stainthorpe para erizarnos por completo. No es una intro ni nada por el estilo, se trata de una composición de siete minutos y medio en la que predomina el sosiego, la melancolía y la belleza. Las notas del teclado de Martin Powell (también ejecutor del violín) suenan decididas y con autoridad, a falta de un mejor adjetivo. Imponen respeto y destilan una clase envidiable. Y ahí nos encontramos con una de las palabras que mejor definen este Lp: clase. La voz de Stainthorpe, quebrada y hasta susurrante queda como anillo al dedo en unos paisajes musicales que nos desconectan por completo de este plano si les ponemos la concentración debida. Primer punto a destacar que sale a la luz con este primer corte: las influencias de música clásica están manejadas de manera exquisita, el resultado emana una madurez que como más arriba se menciona, impone respeto ante el oyente.

Por otro lado “Your River” es el primer tema de “Turn Loose the Swans” en la que el resto de la banda se deja ver. Desde sus meditabundos punteos iniciales, el grupo ya deja ver los nubarrones venir a lo lejos, dejándonos expectantes al momento en el que la base rítmica y la distorsión acaparen la escena. Cuando lo hacen, la respiración comienza a acelerarse pero no es hasta 1:30 cuando los británicos nos quitan el aliento con Powell como maestro de ceremonias al mando de esa melodía en el violín con la cual una de tantas muestras de clase y talento sale a flote. ¿Alguien puede describir con palabras semejante maravilla y no quedarse corto? Yo no. Lo cierto es que es una composición que se toma su tiempo para desenvainarse, desarrolla sus ideas de manera lenta pero segura. En el camino hacia la aparición de Stainthorpe nos encontramos en 2:40 con esos bestiales armónicos en la guitarra que por ahí nos rememoran a los lamentos de la Jackson de Greg Mackintosh en la maravillosa “Shattered” (del irrepetible “Gothic” de Paradise Lost), solo que en este caso los hachas Calvin Robertshaw y Andrew Craighan le dan el plus “MDB”, lo que deriva en unos efectos mucho más agónicos si cabe. Y es que si hablamos del "trío de Peaceville", lo cierto es que mientras Paradise Lost practicaban una melancolía que dejaba entrever algún rayo de luz de tanto en tanto y Anathema iba más por la onda “épico-oscura”, My Dying Bride sonaban (y suenan hasta el día de hoy) absolutamente miserables, quizá los más nihilistas y pesimistas del trío y eso no es poca cosa.

Cuando finalmente llega la voz de Stainthorpe, escuchamos por segunda vez su faceta más sosegada y “limpia” por decirlo de alguna manera (siendo el tema anterior la primera exposición) y aquí podemos confirmar que estamos ante un vocalista que pese a sus obvias limitaciones, consigue repartir sus líneas de una manera tan perfecta y con semejante carisma que uno no puede evitar caer rendido ante su performance (¿les suena un tal Ozzy Osbourne? Bueno, eso, a menor escala y salvando las enormes distancias).

Your bloodied body is what I cling to
In powerful rains they laid down their heads to die…

Las dos primeras líneas de Stainthorpe ponen de manifiesto no sólo la maravillosa compenetración “música-letra” presente en el trabajo sino que también la poética naturaleza de sus textos (presentada con más fuerza en líneas como Let your dark, thirsty eyes drink deep the sights of me), dejando entrever la enorme afición que tiene el front man en el campo de la literatura. Imposible leer las letras y no imaginarse al enigmático vocalista sentado frente a una fogata bebiendo su copa de vino mientras da forma a sus oscuros textos. Todo un artista, cuyo territorio abarca también la pintura y la fotografía (sin ir más lejos, la portada del trabajo que nos ocupa es labor suya). En toda forma de arte que se mueve este tipo, el resultado suele moverse entre lo grotesco y lo bello, como lo podemos constatar en sus letras, sus pinturas o su música.

Volviendo a “Your River”, en los nueve minutos que toman su desarrollo, el tiempo se acelera por completo, puesto a que la banda en conjunto hace una magnífica labor a la hora de mantener al oyente pendiente de lo que sucede en todo segundo. Aburrimiento no es una palabra que tiene cabida en este caso. Uno de los himnos de cabecera de la banda y del género. Una clase de Doom Death digna de estudio.

“The Songless Bird” (corte del cual se hizo un videoclip promocional con la duración considerablemente recortada) posee el tempo más rápido de todo el disco y como acompañante una línea vocal de Stainthorpe que descoloca un poco a primeras pero que plasma nuevamente el enfoque experimental que tomó el vocalista para esta grabación. En toda su naturaleza siniestra y polifacética (tremendos los cambios de ritmo que surgen a lo largo del tema) nos pone en guardia para “The Snow in My Hands”, otro clásico para tirar horas estudiando en el cual Stainthorpe nuevamente resuelve majestuosamente su labor dibujando junto con las guitarras y el violín una melodía exuberante a la cual uno no puede hacer más sino levantarse de la silla y aplaudir ante lo que tiene enfrente. La versión más agresiva de Aaron no es muy prominente, pero cuando asoma, los escalofríos son garantizados.

Otro de los platos fuertes llega con “The Crown of Sympathy”, y acá es cuando uno ya tiene que ir postrándose ante los británicos, porque es uno de los puntos en los que más se acercan a la cúspide de la perfección. La enigmática frase que abre esta reseña hace lo mismo con esta mastodóntica composición de doce minutos a la que eso que llamamos palabras no le hace justicia alguna. Mención especial para el parón que tiene el tema en 5:10, tan inexplicable como hipnotizante. Este pasaje se estira hasta alrededor de 8:40, y durante su desarrollo parece transportar al oyente a algún paraje medieval perdido en el tiempo, sirviendo de muestra del espeluznante dominio de la atmósfera que tienen los de Halifax. Atención al trabajo de Robertshaw y Craighan a partir de 9:30, un “pequeño” recordatorio de lo que estamos escuchando es una puta obra maestra y no otra cosa. ¿Alguien da más?

Seguimos cayendo en este abismo y uno de los riffs más siniestros que nos podemos encontrar en este trabajo nos avisan la llegada de “Turn Loose the Swans”, fácilmente el tema del redondo que tiene la mayor cantidad de arranques violentos a lo largo de su duración. Stainthorpe saca a relucir la bestia que tiene adentro mediante su faceta más agresiva y putrefacta en el que por derecho propio se gana el título del corte más asfixiante del Lp.

Ya a un paso de terminar la función, pregunto ¿qué es una obra maestra sin un último número que la cierre por todo lo alto? Pues la emotiva “Black God” es en este caso el broche de oro que cierra las puertas de este mastodóntico trabajo. Nuevamente, volvemos a los elementos de “Sear Me MCMXCIII”: teclado, violín y voz, esta vez con la adición de una cantante que junto con Stainthorpe llevan este disco a su fin. Una letra de desesperanza de un alma en pena que contempla sus últimos momentos de vida antes de desvanecerse de este plano es la que se encarga de acompañar la música en una composición de cuatro minutos que resulta en una suerte de “outro” que intensifica esa oscuridad que rezuma “Turn Loose the Swans”. Simple, bella y emotiva.

Y hasta aquí llegamos con esta maravilla que tuvo a bien ver la luz aquél octubre de 1993. Toda una obra de arte que en música, letra y presentación sale triunfante con un 10 indiscutible. My Dying Bride pasó de ser una banda prometedora a toda una potencia una vez este engendro vio las calles. Los elogios según cuenta la banda, no fueron inmediatos. El protagonismo de las voces limpias o la presencia más fuerte de elementos de música clásica no fue del agrado de todos sus seguidores. Es lo que tiene estar un paso delante del resto. Si algo es difícil de catalogar o no entra en una fórmula ya establecida, automáticamente tiene que ser algo malo. Pero eso es algo que les pasa a todos los grandes, damas y caballeros. Le pasó a Paradise Lost con “Gothic”, a Celtic Frost, a Bathory, si queremos hablar en palabras mayores: le pasó a Black Sabbath. Dicho esto, pasado el tiempo y digerido el álbum que hoy nos ocupa, la comunidad metalera supo degustarlo apropiadamente y reconocer la maravilla que los británicos nos regalaron aquél maravilloso año. Aún con todo lo escrito, nada que se haya dicho es capaz de hacerle justicia a un disco como este, es imposible. Lo único que queda por decir es que si ud. se siente atraído en lo mínimo por esa maravillosa simbiosis entre Doom y Death Metal, YA mismo debe conseguir este disco, junto con obras de la talla de “Gothic” de Paradise Lost o “Brave Murder Day” de Katatonia, solo para ir empezando en un género que si se busca bien, ha sacado de sus entrañas pura gloria musical. Para My Dying Bride, esto fue sólo el comienzo de un espectacular viaje hacia la cima de la música extrema. Próxima parada: “The Angel and the Dark River”… pero eso es otro tema para otro día.

5 cuernos y porque no podemos ponerle 50.

Aaron Stainthorpe: Voz
Calvin Robertshaw: Guitarra
Andrew Craighan: Guitarra
Adrian Jackson: Bajo
Martin Powell: Teclado & violín
Rick Miah: Batería

Sello
Peaceville Records