
1. Iron Fist
2. Stay Clean
3. Get Back in Line
4. Metropolis
5. Over the Top
6. One Night Stand
7. The Chase is Better than the Catch
8. I Know How to Die
9. In the Name of Tragedy
10. Going to Brazil
11. Drum Solo
12. Killed by Death
13. Ace of Spades
14. Overkill
Fue una tarde del pasado mes de diciembre cuando supimos que Judas se retiraban. Fue otra tarde algo más cálida, ya en primavera, cuando nos enteramos de que salían de gira sin KK Downing. Los sobresaltos y las decepciones se acumulaban, y durante una serie de meses, mi relación con los de Birmingham se había enfriado por primera vez en veinticinco años. Excluyo el intervalo 1991 – 2003, en que la banda para mi sencillamente no existió.
Jamás dejé de escuchar sus discos, por supuesto, pero era como un maridaje en que te limitas a leer las viejas cartas de amor una y otra vez sin que éstas pierdan su brillo, pero sin que ocurra nada nuevo. Esas cartas que hablan del periodo de aprendizaje, del posterior desarrollo y del ascenso a los cielos. De “Sad Wings of Destiny”. De esos opacos, crepusculares y mágicos “Sin After Sin” y “Killing Machine”. De ese sorprendente “Stained Class” que he disfrutado realmente décadas después de su edición. Del glorioso “Defenders”, el mítico “Screaming”, los descomunales “Turbo” y “Ram it Down” de los que no entiendo como algún fan puede encontrar pegas, aunque las tengan –bueno, “Turbo” en realidad no-. De ese destello aislado y diferente que es “Point of Entry”. De “Painkiller” y el “British”, Lps sobresalientes que no me enloquecen tanto como al resto, por el motivo que sea. Y por supuesto de “Unleashed…”, el mejor directo de la Historia junto al “Live & Dangerous” de sus compañeros de generación Thin Lizzy.
Cuando el otro día se alzó el telón y atacaron “Rapid Fire”, todas las dudas se disiparon, todos los reproches desaparecieron. Como cuando te has mosqueado con la persona amada, preparas la reprimenda, pero todos tus argumentos y recursos se desmontan ante el primer esbozo de su sonrisa o de su verde mirada. Judas Priest, los sumos sacerdotes, arrasaron, y hace muchísimo que yo no percibía tanta felicidad y euforia en una audiencia como la que se vivió en la Cubierta de Leganés el pasado sábado. Repuestos tras tanta anomalía, triunfaron como los Dioses del Metal que siempre han sido.
Antes, a primera hora, con la luz natural invadiendo el recinto, otra leyenda, más grande de lo que parece, hablemos de 2011 o de 1981, enarboló la bandera de la victoria y nos llamó a todos a la batalla. Saxon, a su nivel, también lo bordaron, Biff nos emplazó para su nueva visita en noviembre, para la que ya estoy contando los días, nos emocionó por vez número diez mil millones al darnos la oportunidad de corear de nuevo “Denim&Leather”, “Wheels of Steel”, “Princess of the Night”, la maravillosa “Crusader”, o los temas más recientes de su inacabable cosecha, como esa inquietante “Demon Sweeney Todd” que sonó poderosa e imponente en la neblina artificial que evocaba la oscura Fleet Street en el Londres imaginado por Tim Burton, o recorrido por el auténtico Jack the Ripper.
No se si los presentes os percatasteis, cuando el frontman presentó “And the Bands Play On”, recordando el primer Monsters of Rock de Donington en 1980, en que Saxon tocaron con Judas Priest, Scorpions, Riot, April Wine o Rainbow, la ovación del respetable cuando mentó a la vieja banda de Blackmore, Cozy Powell y Dio. Ya se lo podía soplar alguien, alguno de los muchos plumillas de la prensa especializada que vi por allí el sábado, al arisco trovador de la Stratocaster blanca y los atuendos negros, a ver si se produce el milagro, cuelga el gorrito de buhonero y sale a la carretera reformando a los Rainbow de Bonnett o Turner, o al Mark III de Deep Purple.
¿Y entre Saxon y Judas Priest qué? Pues mucha cerveza –la gente de las barras se lo curró y debió servir miles de litros, vaya que sí-, y un viejo guerrero, un verdadero Señor de la Guerra sonora que no necesitó dirigirse demasiado a la audiencia, sólo recordarnos aquello de “We are Motörhead, we play Rock and Roll” una vez más, para ofrecer otra actuación para el recuerdo, apenas ocho meses después de su última visita.
Poco nuevo en realidad que contar, y como dicen los reporteros yanquis: No News, Good News. Clamor ensordecedor que eriza la piel mientras los pipas alzaban el telón negro con la efigie de Snaggletooth, atronador rugido mientras el técnico de sonido, un personaje sesentón, con gafas y frente despejada, al que llevo viendo toda la vida en los momentos previos a los shows del trío, acercó al centro del escenario el bajo Rickenbacker, herramienta de destrucción sonora que en el siglo XXIII se expondrá en los museos militares, junto a las pistolas Lugger, las cruces de hierro que tanto gustan a Lemmy, y las ametralladoras Thompson de los gangsters de Chicago.
Como locomotoras, Lemmy, Mikkey Dee y Phil Campbell -que se marcó un conciertazo, mucho más entonado y activo que el del pasado 19 de diciembre en La Riviera, seguramente en honor a su viejo colega Würzel-, se posicionaron y arremetieron con “Iron Fist”, “Stay Clean” y la nueva “Get Back in Line”, del último Cd. Sorprendente la naturalidad y la fluidez con que enlazan un tema de 1979 con otro de 2010, casi como si nada. Sobre “Stay Clean”, por cierto, apuntar que aguanta desde los primeros ochenta en segundo lugar de todos los shows del grupo que he escuchado, honor al que solo se acerca, que yo sepa, el “Wrathchild” de Iron Maiden.
Minas antitanque como “Over the Top” o “Metropolis”, otra de las infalibles, convertían la Cubierta en un polvorín, en un paisaje de trincheras y ráfagas de armas largas similar al del combate final de “Platoon”, si bien en algún que otro momento, durante la interpretación de temas recientes como “In the Name of Tragedy” o “One Night Stand”, percibí algo más de quietud en la grada, no así en la pista.
La recuperación de una joya de estructura y ritmo algo menos directos, como es “The Chase is Better than the Catch”, habitual en las últimas giras tras haber estado relegada en los ochenta y gran parte de los noventa, muestra lo pletóricos y seguros de si mismos que se sienten estos tres músicos, sin ningún miedo ya a afrontar cualquier tipo de composición sobre las tablas, sin necesidad de morder nuestra yugular durante cada segundo del show.
Mikkey Dee, la bestia de Goteborg, desplegó tal furia en el solo de batería, que creo que los técnicos del ayuntamiento de Leganés están valorando demoler la Cubierta para levantar una nueva, pues allí tembló hasta el último cimiento. “Going to Brazil” nos puso a todos a bailar, y a partir de ese momento la recta final: la demencia. Pocos sonidos más bestias puede registrar el oído humano que la entrada de “Killed by Death”, donde cada guitarrazo suena como el avance de una torre medieval de asedio, pocos riffs pueden igualarse al de “Ace of Spades” a la hora de reanimar un cadáver –ni descargas eléctricas con desfibrilador ni leches-, pocas imágenes impactan tan poderosamente en la retina y en las neuronas como el despliegue luminoso y decibélico de la imparable “Overkill”.
Un fin de fiesta que vale por todo un concierto. Una escalada de emociones que se ha de vivir al menos una vez en la vida. Yo puedo presumir de haberlo vivido ya ocho veces –Madrid Sala Aqualung 1995/San Blas Sala Canciller1996/Móstoles Festimad 1998/ Madrid Sala Aqualung again 2002 & again 2003/ Zaragoza Monster of Rock 2007/ Madrid La Riviera 2010/ Leganés La Cubierta 2011-, y por eso no tengo miedo a nada, no tengo miedo a morir. Como canta nuestro padre espiritual el indestructible Lemmy: “I Know How to Die”.
Y por eso el otro día me lancé a hacer pogo como un loco, perdí el teléfono móvil, y llevo desde entonces comunicándome mediante señales de humo, como hicieron mis antepasados cuando llegaron a Las Indias y fundaron el Marquesado. Ese teléfono, posiblemente ya triturado bajo las botas de cualquier headbanger, registró una llamada entrante, según supe después, de nuestro Jefe Garga, que desde su lugar de vacaciones comunicó para pulsar el ambiente del encuentro entre los Portal-Heads. Un orgullo haber estado allí la tarde noche del sábado, en nombre del Metal, el Rock and Roll y todos vosotros.
Lemmy: Bajo, Voz
Phil Campbell: Guitarra
Mikkey Dee: Batería