
1. The Way Of All Flesh 4:37
2. Corpse Under Glass 3:45
3. Immortal Coil 3:44
4. Trephanation 2:57
5. Proclaimed Creator 3:42
6. Accelerated Decrepitude 2:28
7. Submerged In Adipocere 3:20
8. Enthralled To Serve 4:00
9. Ritual Of Infinity 3:59
Oscuros, maléficos, siniestros, una banda idónea para crear una atmósfera de espanto, un aura de panteón. Morpheus Descends, quienes tuvieron que agregar ese acoplado a su nombre para evitar disputas con otra agrupación de techno llamada Morpheus (a secas), formaron parte de una camada norteamericana de bandas de metal extremo de inicios de los 90. Practicantes de un Death Metal fornido, dotados de aquella capacidad de captar tu atención apenas escuchas el primer riff grave y pantanoso, que reparte lodo maloliente con cada ataque de la púa, salpicándotelo a la cara, publicaron su primer LP en 1992, asidos de la garra necrótica del sello JL América.
Death Metal neoyorquino, pero – en mi retorcida fantasía – proveniente de sus cloacas, de sus estaciones subterráneas abandonadas, en las que muy probablemente practicaran la hechicería y la necromancia, conminando a las entidades más repugnantes del averno a presenciar sus ensayos y a mover sus greñas pestilentes al son de sus riffs regordetes y perniciosos.
Ritual Of Infinity es su ópera prima y nos presenta una portada acorde con el sentido lírico de las canciones, mostrándonos una imagen de pesadilla, deletérea: Precisamente un ritual celebrado por un hechicero de torso desnudo, maligno e implacable en sus intenciones de conseguir quién sabe qué objetivos funestos (porque coincidiremos en que no está rezando un padrenuestro, el muy miserable).
Le doy play a esta obra sabiendo que equivale a beber de un tazón de fango espeso, o a empinarse un cáliz de sangre pútrida cuyos vapores arrugarán mi ceño de modo instintivo. Les comparto mis temores ante semejante osadía, la de adentrarme en las profundidades de un submundo no recomendable para temperamentos débiles y sugestionables. Se requiere de templanza, de fortaleza de carácter… qué tanto eufemismo... ¡Necesitas cojones… dos pelotas amelonadas! Veremos si las tengo… ¡Aghhhh, me abandonan las certezas y naufrago en la incertidumbre!
“The Way Of All Flesh” proviene desde los abismos y explota con el grito gutural de Reimer. Riffs tan robustos como ya los anuncié y un bajo digno de ser rasgado al interior de un mausoleo para que los allí durmientes se tienten con volver a la vigilia, pero ahora con la piel colgante y las cuencas vacías. Aceleran y te llevan de un lado a otro. Te recordarán a Incantation, otros temibles exponentes del género y contemporáneos de estos heréticos Morfeos.
“Corpse Under Glass” ataca con cinco golpes iniciales de Sam Inzerra y un ritmo machacante. Y es que hasta imagino que Regan MacNeil, la chica de El Exorcista se mueve al ritmo de este riff macizo en aquella escena en que un ser invisible azota su espalda contra la cama. Hasta las distorsiones en el solo de Yench parecen preceder a un vórtice infernal.
El doble bombo te perfora los tímpanos en “Inmortal Coil”. Medio tiempo profundo que semeja el movimiento de un caudal de barro al interior de una caverna. Jeff Reimer explora tonalidades más bajas si es que eso es posible. En mitad del tema amenazan con acelerar, pero frustran tus expectativas y se quedan marchando lentos y pesados como un yunque.
Para tu infortunio, la velocidad de “Trephanation” te despierta del trance reciente: Estás a un paso de recibir una punzada en el cráneo y sin anestesia. Explorarán tu cerebro y las intenciones no están del todo claras. Pronto en la portada aparecerá una cabeza más: la tuya, con los ojos abiertos de espanto y el hocico sanguinolento, acusando tu agonía. Cerca del final, el solo de Yench me recuerda a alguno de los vertidos en el Morbid Visions de los brasileños Sepultura, aunque acá demasiado breve. Nos deja pidiendo más y con ganas de – una vez terminado este disco – escuchar el debut de Max y sus secuaces.
Si has leído al maestro del horror HP Lovecraft y tuviste además la ocasión de ver la película Re-animator, entonces identificarás la introducción de “Proclaimed Creator”. Un tema aún más oscuro, quizá por el halo de horror heredado de su intro. El bajo por momentos se atreve a mostrarse en solitario y cada riff constituye una tenaza ardiente que va ensamblando este cuerpo horripilante con las partes extraídas de distintos cadáveres.
“Accelerated Decrepitude” toma el testimonio para continuar con el castigo que te inflige sin compasión este científico insano. Aceleran el ritmo al poco rato y con ello, tu envejecimiento. Se valen de la ciencia, pero al servicio de las potencias malignas. A estas alturas, los temas se te hacen cortos, brevísimos. Un acierto… y qué duda cabe: te tienen en sus manos (o zarpas).
Imagina que desean extraer de tu cuerpo una sustancia viscosa blanquecina… cera, para ser más precisos (no, no, no… nada erótico, amigo mío). Para ello te sepultan en un ambiente húmedo y a través de un proceso espantoso licuan tu cuerpo y en este caso, el de “Submerged In Adipocere”, ¡estás vivo! Temazo de intensa factura, que me trae a la memoria a los primeros Obituary. Pero sólo son reminiscencias que flotan dentro de mi cabeza, como consecuencia de escuchar tanto material desde comienzos de los 90... sí, sí… ya peino canas.
“Enthralled To Serve” ataca con furia desde el primer segundo. Muerto vivo, zombi, ser putrefacto vuelto a la vida (si es que se le puede llamar vida) y dispuesto a servir a quien lo trajo de regreso mezclando hechizos y oraciones blasfemas.
Se despiden con brutalidad, dejando para el final el tema que también titula el disco. “Ritual Of Infinity” llega veloz, espeso, arrollador. Bajan revoluciones y vuelven a atacar, para cerciorarse de no dejar a nadie vivo. Sólo seres re-animados, sólo zombis. Se aseguran de infestar tu pueblo, tu ciudad, tu barrio de aquellos bichos que en adelante, pulularán sin descanso.
Está bien… reconozco que hice trampa. Me adentré en estas aguas pantanosas camuflado… me disfracé para parecer un zombi más e incluso, colaboré con ciertas torturas. Todo para ofrecer testimonio de esta muy buena exhibición de Death Metal, con mayúsculas, y así también vivir para contarlo.
Con el tiempo y debido al desgano de sus integrantes, Morpheus Descends se disolvió (aunque con el nuevo milenio retomaron la actividad). Su vocalista original, el cavernoso Jeff Reimer, falleció en el 2005 y con eso perdimos a lo que llamaría un gran exponente de la vieja escuela.
Cuatro cuernos con intenciones de un quinto para este puntal del género que parece haber pasado inadvertido en medio de la explosión de Death Metal en esos nacientes años 90. Otras bandas gozaron del éxito que les fue negado a estos dioses de los sueños. Curioso, porque con semejante obra tendrían que haber subido algunos peldaños (o descendido, si el objetivo era el Hades).
Ken Faggio - Bajo
Sam Inzerra - Batería
Rob Yench – Guitarra principal
Steve Hanson – Guitarra rítmica
Jeff Reimer (QEPD) - Vocales