
1. Immortal Rites - 3:56
2. Suffocation - 3:08
3. Visions From The Dark Side - 3:59
4. Maze Of Torment - 4:28
5. Chapel Of Ghouls – 6:13
6. Bleed For The Devil - 2:17
7. Damnation - 4:32
8. Blasphemy - 3:24
9. Lord Of All Fevers And Plagues - 3:43
10. Evil Spells – 5:05
Ser el mejor no siempre implica poseer la mayor cantidad de atributos o ser el más excelso en todos los campos. Muchas veces es lo intangible, lo incalculable e incluso lo místico lo que puede hacernos caer arrodillados ante lo enorme del ente o individuo en cuestión. Es una máxima del ser humano sentirnos atraídos por lo que no es políticamente correcto o lo que suele ser etiquetado como “maligno”. Creo que en nuestra inocencia y juventud muchos de los presentes nos hemos sentido llamado por el Heavy Metal por su aura rebelde y, al menos en mi caso, renegada. Los metaleros somos, por derecho propio, el máximo exponente de lo que un rechazado o una minoría puede llegar a ser. Y nos sentimos atraídos por lo penumbroso, oscuro y casi de ultratumba. Pero, ¿cuántas bandas han podido materializar como es debido la genuina sensación de blasfemia y tenebrosidad sin llegar a sonar falsa o que lo están intentando en demasía? Muy pocas, a mi concepto personal. Pero vamos a dejarnos de mariconadas y vayamos directo al punto: Morbid Angel encarna, como ninguna otra agrupación, la esencia más pura y oscurantista del Death Metal.
¿Qué es el Death Metal? Habrá quienes lo prefieran más técnico y melódico, adaptando y tomando matices de otros géneros para que así oyentes de otros estilos puedan escucharlos sin muchos problemas. Pero si vamos a enfocarnos en lo más clásico del sonido de esta vertiente metalera, tenemos que dejar bien en claro que la banda de Trey y David simbolizan todas las idiosincrasias del Death Metal como ninguna otra. Tal vez han salido combos más pesados o brutales en las últimas décadas, pero este jodido grupazo supo conjurar los mayores espíritus de perversidad y tenebrosidad que tal vez surcaron por los 80s. Morbid Angel, en sus inicios, no eran segundos de nada ni nadie; hay que dejar eso bien en claro desde el comienzo.
Las sensaciones que me dejan álbumes magnos e irrepetibles como Altars Of Madness, Blessed Are The Sick, Covenant (el predilecto de un servidor) e incluso el más que decente Domination son exactamente las mismas que me dejan las historias narradas por el gran Howard Phillips Lovecraft: sentimientos de perturbación y una oscuridad cuasi palpable que te deja varios segundos después pensando en lo que acabas de leer/escuchar y te preguntas desde lo más recóndito de tu alma: ¿Se puede estar tan jodido de mente para hacer algo así? Esta banda jugaba en su propia liga y bajo sus propios términos. Si estamos hablando de Death Metal, Chuck Schuldiner y sus Death surgirán irremediablemente en el debate. Cierto, los sempiternos cimientos fundados por Chuck y sus huestes, al igual que su posterior evolución progresiva, van a ser por siempre las raíces del subgénero, pero ellos eran más musicales y mesiánicos; más cercanos a ser Dioses. David Vincent (la voz absoluta del Death Metal, a mi parecer), Trey Azagthoth (uno de los guitarristas más caóticos y dotados del género) y Pete Sandoval (una maquina sin parangón en el Death) eran la maldad misma y encarnaban algo que es muy difícil de expresar: esa visión tan nihilista y tenebrosa, como si un espíritu maligno entrara a tu cuerpo y te obligara a cumplir su voluntad mientras que tú estás atrapado en un horror irrepetible puesto que no entiendes nada y tu cuerpo no te responde. Así es esta banda, señores.
Pero dejando al costado estas declaraciones bizantinas, vámonos a lo que eran Morbid Angel en 1989: el Thrash comenzaba a dar señales de agotamiento en el underground mientras que en la escena más mainstream, la laca en exceso y la parafernalia fiestera por parte de las bandas de Hard Rock dejaban en claro que el género requería cierta frescura. Los diferentes entes que integraron el nacimiento del Death Metal llevaron al extremo –broma intencionada- los matices del Thrash hasta llegar a su lado más brutal y oscuro; la banda de Trey y David era una de estas. El Ángel Morboso, en 1989, alzaba sus alas oscuras en la plenitud de su altar maníaco para devorar las almas de todos aquellos que se rindieran ante la perversa orfebrería de estos cuatros cabrones dementes. La marcha de los reyes de la condenación y esclavitud lasciva se erigían con ese explosivo y corrosivo debut que era Altars Of Madness, pero no era suficiente; no si amabas esa era de la banda. Con el paso de los años se publicó este Live Madness, sin seguir con la normativa de ir en orden alfabético de la agrupación, para recordarnos que este GRUPAZO, en su apogeo, podía contra los mejores. Temor a nada ni a nadie.
Viajamos en el tiempo, pero esta vez tememos, hombre. Son Morbid Angel en su era más “joputa”. No estamos preparados para esto. Llevaremos una puta armadura para salir vivos de aquí, pero así emociona: la sensación de que estamos a punto de vivir algo irrepetible. Estamos ante la supremacía Deather y veamos si esta vez si logran ese Live definitivo del subgénero. El Entangled In Chaos fue muy bueno, pero no demoledor ni absoluto. Faltaba más mala vibra y pedantería; más espíritu de demonio que va a demorar con urgencia las almas de la audiencia que yace perpleja ante los blasfemos guturales de David Vincent, en sus tiempos de Hetfield cabreado y poseído por un Lucifer borracho. Aquí arriba la majestad morbosa.
Entramos a un bar de mierda (¿acaso no son todos así?) con cierta rapidez para contemplar como la banda inicia con esa marcha caótica que es Immortal Rites. Las tenues luces oscuras nos muestran a los protagonistas en plan destrucción total y la vomitiva voz de Vincent sobresale y retumba con carácter por todo el recinto. La gente se vuelve loca ante un despliegue de odio y rabia sin parangón al ritmo del devastador blast beat de Sandoval y esas torcidas melodías de guitarra de Trey. Brunelle, siempre en segundo plano, cumple con creces la labor que se le ha concedido. Hay que ganarse el sueldo, señores. Si sobreviviste a la primera canción, te felicito. Ahora toca el resto de la odisea blasfema… pero ya quisiera Odiseo haberla pasado tan bien como nosotros la vamos a pasar.
Seguimos con la arrechera dando rienda suelta a un trallazo en todo la extensión de la palabra que es Suffocation. Aquí Vincent muestra todo el veneno que ostentaban sus vocales por esos años y palidecemos al darnos cuenta lo caricaturesco que es en estos días, pero no debemos ahondar en esa tragicomedia. Lo de Sandoval aquí no tiene nombre y si no solo escuchan, pero ven lo que está haciendo con las baquetas, se darán cuenta que este sujeto es un animal; sin palabras. Cada canción parece un rezo inmundo y putrefacto para resucitar al mismísimo Ángel Caído para conquistar la Tierra puesto que pocas veces he contemplado una maldad e intensidad de este nivel. La cosa pinta muy bien cuando Vincent, en plan jodedor/maestro de ceremonias, nos introduce a uno de mis cortes favoritos del combo: Visions From The Dark Side. El riff inicial es bestial y desencadena en un vendaval de brutalidad que nadie –solo Slayer, tal vez- podía igualar en esa época. Es increíble como en directo podían aumentar las revoluciones que alcanzaban en estudio para sonar aún más salvajes de los que ya son. Adrenalina pura es este tema y esta banda. Demasiado gracioso cuando varios muchachos se plantan en el escenario de lo más normal mientras la banda sigue con su masacre musical. Impagable.
Con lentitud, pero reptando como la serpiente más mortal del reino animal comienza Maze Of Torment. Más tralla hecha en 1989 por parte de estos monstruos. Una animalada de esta canción que solo es realzada por una actuación cuasi inhumana. Tal vez no hayan más de 500 personas, pero sabemos muy bien que la vida de esos 500 no será la misma luego de ser testigos de semejante monumento a las tinieblas y a la tortura musical. Oído a ese pasaje intermedio donde bajan la velocidad y tiran un poco de esa siempre latente influencia Sabbath que late en el corazón de cualquier metalero de estirpre; soberbio. Para no dar tregua, porque simplemente no la hay, Chapel Of Ghouls empieza con una actitud de no tolerar ninguna mierda y pasar por encima todo los que esté enfrente de su camino. Como la gran mayoría de las canciones de este grupo, es un mísil auditivo cuyo objetivo es dejarte totalmente suspendido por el golpe que acabas de recibir en tu pobre cara. Siempre pendientes con las caóticas pero brillantes demostraciones guitarreras de Trey, mientras que Brunelle se mantiene efectivo en la guitarra rítmica. Tal vez es que se lleve más reflectores es David, cosa entendible si consideramos su rol como frontman y su gran nivel en esta noche en particular.
Luego de la corta y tremenda Bleed For The Devil (una efímera pero avasalladora de poderío dogmático y oscuro que es esta banda), dan paso para dos pedazos de canciones de la talla de Damnation y Blasphemy, también dos de los títulos de canciones más genéricos que he escuchado en mi vida. Pero hasta los clichés les quedan bien a estos tipos. La primera muestra a un Vincent provocador y embriagado que nos lleva a las profundidades de los infiernos dantescos con una caballería de riffs abrasadores y rugidos inhumanos. La segunda, sin quedarse atrás, es otro portentoso puñetazo a la cara de todos esos oyentes presentes que deben estar ya de rodillas pidiendo clemencia ante Trey y sus huestes. Así los queremos: blasfemos y pendencieros.
Lord Of All Fevers and Plagues, por siempre mi tema favorito de la banda, acaba por decapitarnos con esa batería imparable de Sandoval y un Vincent imperial en las vocales, donde suena totalmente desatado y sin un ápice de cordura. Adrenalina pura; si eres Deather, debes amar este tema con toda tu alma. Yo me habría ido contento, pero como son panas, nos dejan una última ofrenda penumbrosa: Evil Spells. Una demostración infrahumana de como tocan las mismísimas huestes del infierno para castigar a aquellos condenados que decidieron revelarse ante semejante agrupación. Un final adecuado para una masacre sin igual.
Morbid Angel entraron a lo grande al juego y dejaban en claro que en su presencia no habría lugar para segundos planos. Ellos iban por la corona del género y tuvieron todas las cartas a su favor. Cada uno tiene sus opiniones acerca del desenlace de esta historia, pero una cosa es segura: el Live Madness es un testimonio fidedigno y genuino de lo que es el Death Metal en su esencia más visceral, perversa y tenebrosa. Esta banda, en 1989, era la oscuridad misma.
Cinco cuernos (¿cuál otra nota se merecían?) para este irrepetible e histórico Live Madness. Un recuerdo morboso y perturbador… pero la mar de gozador. Por momentos como estos es que nos sentimos atraídos a las fuerzas oscuras. Somos metaleros, hombre.
• David Vincent – Bajo, Vocales
• Trey Azagthoth – Guitarra
• Richard Brunelle – Guitarra
• Pete Sandoval – Batería