
1. Perverse... Almost Religious (1:07)
2. Opium (2:46)
3. Awake (3:05)
4. For A Taste Of Eternity (3:53)
5. Ruin & Misery (3:48)
6. A Poisoned Gift (5:34)
7. Subversion (2:44)
8. Raven Claws (3:16)
9. Mephisto (4:58)
10. Herr Spiegelmann (4:35)
11. Full Moon Madness (6:47)
Álbum completo (42:33)
Edición reseñada: Irreligious (CD, Álbum, 1996)
Sólo los más grandes son capaces de superar, o tan siquiera igualar, el reconocimiento obtenido después de un sorprendente debut. Así pues, todos los que fuimos seducidos por el hechizo de luna que lanzaron los portugueses Moonspell con Wolfheart esperamos con impaciencia un segundo álbum a la altura. ¿Lo conseguirían? Parecía difícil que una banda del sur de Europa, de un país que hasta entonces no había aportado nada relevante al metal, lograra el éxito alcanzado con su primer disco, especialmente a partir de la edición en digipack con nuevo artwork y logo , uno de los mejores que jamás he visto. Al imprevisto volumen de ventas se unió la fortuna, bien merecida, de actuar como teloneros de muchas de las mejores bandas del momento, como Cradle Of Filth, Cannibal Corpse, Samael o Anathema, antes de la edición de su primer disco; y de girar por Europa con Morbid Angel, Tiamat, Kreator o Testament tras su publicación, ayudando a promocionar la banda por todo el viejo continente.
Así pues, a pocos sorprendió que alcanzaran la nada desdeñable cifra de 500.000 copias vendidas de su segundo disco, Irreligious, y que fuera considerada banda revelación del año (1996) por el canal alemán VIVA TV. Century Media Records hizo de nuevo un gran trabajo de promoción, y a su éxito contribuyó la reproducción en muchos medios de su primer videoclip del tema Opium que, para más inri, no estuvo exento de polémica ya que, recrear un fumadero de opio del siglo XIX, no era políticamente correcto en países como Alemania. En fin, eso no impidió que vendieran más de 80.000 copias solo en éste país, es más, seguro que la censura en la MTV alemana contribuyó a ello, como suele suceder.
Me tomaré antes que nada la libertad de hacer una “pequeña disertación” (o divagación, aviso para navegantes) sobre el gothic metal, atreviendo a rasgarme las vestiduras (o la piel, en una particular locura transitoria de luna llena) acerca de ciertos clichés que en ocasiones encuentro relacionados con el género para tratar de dilucidar otro punto de vista sobre el metal de tendencias más góticas, el que he tenido siempre y con el que he crecido en mi antigua pasión por éste estilo tan heterogéneo. Lo que caracteriza al gothic metal son varías propiedades que yo entiendo fundamentales. La primera y esencial es la atmósfera, la capacidad para crear ambientes siniestros, místicos, exóticos, eróticos, sensuales... Todos estos matices vienen resueltos en la temática, de clara inspiración gótica y romántica, evocando paisajes y escenas de terror y misterio, pero que a su vez seducen y fascinan apelando a los instintos más irracionales del ser humano.
Musicalmente, lo más definitorio del estilo se basa en una mezcolanza perfecta entre los tonos graves, sensuales y sinuosos de la voz y el bajo (bien definido y casi siempre en primer plano) junto al misticismo ambiental que aportan los teclados (cuando los hay) y muy particularmente el sonido de las guitarras. Sin querer, ni poder, entrar en incomprensibles tecnicismos musicales, creo que todo el mundo puede reconocer el sonido de guitarra de bandas surgidas del post-punk, con Joy Division tal vez como máximo exponente, que definieron un nueva manera de entender la música a finales de los 70 y posteriormente en los 80 a través del gothic rock. Así podéis traeros a la memoria cualquier canción de The Cure, Bauhaus, Nick Cave & The Bad Seeds, The Sisters Of Mercy, Christian Death, etc, pensad en el sonido particular de las guitarras en esas bandas, en las melodías que creaban, a veces incluso a trémolo, los frecuentes arpegios de guitarra acústica y/o rítmica… hay tenéis el ramalazo gothic del que tomaron nota los lisboetas.
Ese ramalazo es el que hallaréis en la mayoría de bandas de los 90 que ayudaron a sentar los cimientos y a propagar el gothic metal despojándolo de su parte más electrónica y wave en favor de un sonido más metálico, creando una siniestra experiencia casi religiosa: mística, sensual y perversa. Seguramente bandas como Type O Negative o Moonspell son el máximo exponente de la esencia del metal gótico más conocido. Otras menos populares como EverEve, Lacrimosa o Love Like Blood siguen los mismos patrones, pero en un sentido ascendente. Partieron de sonidos establecidos en el gothic rock en sus primeros discos para irse acercando paulatinamente al metal en el transcurso de los 90. Por otra parte, otras agrupaciones eligieron el camino inverso: surgiendo de sonoridades extremas fueron relajando su brutalidad asentándose casi definitivamente en el metal de tendencias góticas, como Therion, Lacrimas Profundere, Atrocity, Crematory, Tiamat y un largo etc.
Lo que nunca he logrado entender es la clasificación de discos como Icon, Draconian Times (Paradise Lost), The Cold White Light o The Funeral Album (Sentenced) como góticos… que sí… que vale, que algo suena y algo hay, pero en mi opinión, acertada o no, eso se sostiene con papel de fumar. Si relacionamos álbumes como éstos con la música siniestra, entonces con las mismas entiendo que el conocido como Black Album de Metallica es también metal del “goticoso”. No creo que sea el único que ve muchas influencias de los Metallica de los 90 en los discos mencionados. No comprendo cómo ni en base a qué se puede considerar a Paradise Lost como metal gótico. Para mí no lo es, en todo caso habría que denominarlo metal icónico o draconian metal. Nightwish, Paradise Lost y Moonspell se parecen entre sí lo mismo que Nirvana, Pearl Jam, y Alice In Chains o que Manowar, Riot y Helloween… y sin embargo todos se encasillan dentro del gothic, grunge y power respectivamente, paradojas de la vida. Sé que con éstas palabras estoy profanando templos sagrados y que mi opinión no está muy extendida si nos limitamos a los registros más comunes que simplemente “copipastean” lo que alguien, con la misma o ninguna autoridad que yo, introdujo en esa enciclopedia virtual que algunos toman como verdad absoluta. Todo depende del enfoque musical y siempre es interesante ver las cosas desde otro prisma.
Entrando, por fin, en lo que ahora nos ocupa, con la misma facilidad con la que se exhala por la boca el humo de cualquier sustancia previamente inhalada, así expulsaron Moonspell el black metal de su sonido. Casi nada queda ya de sus comienzos ni de la influencia black de su opera prima, si bien los primeros compases del tema que sirve de introducción, Perverse… Almost Religious, recuerdan mucho a la ambientación arabesca que predominaba en la lujuriosa y bizarra primera etapa del EP Under The Moonspell (Adipocere Records, 1994). En Irreligious solo hallaremos gothic metal, pero con la exclusiva marca lusitana. Los de Brandoa nunca inventaron nada, pero alcanzaban el cielo, o el infierno, con todo lo que tocaban.
El ojo de Horus sobre fondo rojo parece indicarnos un radical cambio de orientación. Una portada y un logo muy sencillos que parecen dar una pista de lo que vamos a encontrar si nos acercamos a los secretos que se esconden detrás del disco. En el antiguo Egipto y en Oriente Medio en general, el Udyat es utilizado como talismán contra maldiciones, conjuros y enfermedades y simboliza la capacidad de regeneración de la materia, el renacimiento, la salud y la prosperidad. Moonspell abandonan aquí el aire netamente folclórico y los motivos paganos para explorar nuevos horizontes exóticos. Por cierto, no parece casual el parecido con esta otra portada si tenemos en cuenta que The Sisters Of Mercy se encuentran entre una de las mayores influencias de la banda.
En cuanto a la alineación para éste segundo disco, sólo hay dos novedades: los que antes se hacían llamar Langsuyar y Pasionis ahora cambian sus nombres artísticos por los reales, Fernando Ribeiro y Pedro Paixão; la segunda es el abandono de Mantus (Duarte Picoto) a las guitarras y la entrada como miembro permanente de Ricardo Amorim. Éste ya aparecía listado en los créditos de Wolfheart, incluso en la foto de grupo de la contraportada, pero no figuraba como miembro de la banda hasta este segundo disco.
La experiencia irreligiosa que los lusitanos nos proponen sería semejante a la de sumirnos en una banda sonora sin película. Igual que si camináramos por un misterioso corredor, a cada paso, los sonidos que emanan de cada una de las estancias despiertan nuestra curiosidad y el morbo por conocer qué habrá detrás de ellas. La excitación crecerá y no podremos evitar pegar nuestra oreja a la puerta, incluso acercar el ojo a la cerradura y vislumbrar secuencias macabras, sensuales, místicas… desconocidas o prohibidas para los sentidos. Todo un universo siniestro, fascinante, oscuro, intenso y dramático comprimido en un disco casi redondo que invita magistralmente a recrear once escenas góticas en nuestra imaginación.
Así ocurre desde el primer tema, en el que Moonspell evocan, desde perversas imágenes de Oriente Medio en los primeros treinta segundos, a siniestros cantos corales en la segunda mitad de la breve intro, desembocando en el que probablemente sea el tema más celebre y conocido en su carrera, Opium. Composición enérgica e intensa, claro exponente de la esencia gótica de la que hablamos antes. Medios tiempos con guitarras suaves y voz cálida y profunda que mueren en pasajes de bombo intensos, riffs monumentales y el growl áspero de Ribeiro. Tema corto y contundente que se corona con unos últimos versos del poema Opiário de Fernando Pessoa, a través de su heterónimo Álvaro de Campos. Letra que, lejos de inducir al consumo de drogas, trata de sugerir imágenes decimonónicas de fumaderos de opio y de representar el impacto que la adormidera, traída del Próximo Oriente, provocó en muchos de los autores de ese siglo. Según palabras del propio Ribeiro, trataba de indagar en la mente de estas personas cuando apelaban al consumo de sustancias como fuente de inspiración.
Las referencias a autores y personajes clásicos son frecuentes en Irreligious. Sin ir más lejos, el tema que sigue, Awake, comienza con una voz sampleada, como extraída de una película, pero no, el que os habla es Mr. Crowley en una extracto de las grabaciones de The Great Beast Speaks (1920) concretamente del poema The poet (también encontramos otro fragmento más adelante en el tema A Poisoned Gift, ésta vez recitando un pasaje de La gitana). Éste tercer tema, con un tempo más moderado, continúa con esa atmósfera oscura y melancólica, seña de identidad de los portugueses, y desemboca en la sensual For A Taste Of Eternity, con un ritmo más frenético, una taquicardia de emociones lascivas y lujuriosas que nos tientan a probar un poquito de esa pecaminosa y maldita eternidad.
Este primer bloque se sucede sin pausas como si conceptualmente estuvieran relacionadas. A partir de Ruin & Misery, encontramos una selección de canciones en una parte central mucho más heterogénea. Éste tema y el que sigue parecen recuperar las atmósferas de Wolfheart, especialmente en A Poisoned Gift, donde los teclados y el grito de 0:34 nos hacen volar de nuevo a los fríos paisajes de los Cárpatos de la mano de Vampiria. Realmente sorprenden las semejanzas entre ambas canciones, especialmente a partir del magnífico solo de Amorim acompañado del ritmo acelerado de la base rítmica, rematada con los últimos versos de Ribeiro, cantados exactamente igual que en el susodicho tema. Por cierto, no puede dejar de destacar el loable esfuerzo de Fernando por tratar de darle un “acento transilvano” a su voz al comienzo del tema así como la inclusión del sample de Aleister Crowley que mencionábamos más arriba.
El contraste se acentúa aún más en los temas que siguen. Subversion experimenta con la música electrónica pero sin perder el punto macabro y morboso del álbum. Éste pequeño escarceo con los sonidos de sintetizador, desprovistos de pesadez metálica, supondría un toque de atención sobre el camino a seguir por la banda en sus siguientes obras. El segundo de los contrapuntos llega con Raven Claws, tema que rompe drásticamente con la tonalidad oscura del álbum ofreciendo un registro más roquero. Pasamos de los sonidos exóticos y de los instintos más básicos y arcanos al misticismo soul en la voz de Birgit Zacher, que trae a la memoria música evangélica de iglesias afroamericanas. Birgit colaboró también en Wolfheart pero en un registro más operístico dando cuenta de su versatilidad, no en vano, es profesora de canto e instruyó a Ribeiro en la mejora de su técnica vocal. Algunos reconocerán también su estilo en multitud de canciones de bandas como Tiamat o Sentenced. El tema en sí es genial pero está fuera de lugar, no encaja en absoluto con la atmósfera siniestra y decadente del álbum.
Llegamos al final con una sucesión de clásicos que no tienen desperdicio alguno. Mephisto nos atrae al averno más profundo para situarnos frente al trono del práctico, racional y frío Mefistófeles a través de melodías infernales pero a su vez irresistiblemente seductoras. Todo un himno de la banda. Intensa, oscura, malvada. Le sigue Herr Spiegelmann, inspirada en la obra El perfume: historia de un asesino (Das Parfum – Die Geschichte eines Mörders, 1985) de Patrick Süskind, adaptada al cine en 2006 bajo la dirección de Tom Tykwer. A ésta novela pertenecen los versos del principio de la canción, cita que al parecer impresionó y marcó profundamente a Ribeiro. Repleta de hipnóticas y místicas melodías con mucha presencia de teclados catedralicios, es sólo el preludio al clímax interpretativo dramático con el que nos deleitan los portugueses: Full Moon Madness. Insignia de la banda y tema con el finalizan prácticamente todas sus actuaciones. Solemne y majestuosa, con muchas reminiscencias a su anterior disco. Repleta de oscuridad y garra, la interpretación de todos sus actuantes se torna en una simbiosis licantrópica de furia y pasión donde destacan el demente growl de Ribeiro aullando a la luna ese “full moon” y el apoteósico final donde se funden el memorable solo de Amorim con las vesánicas melodías y sinfonías de Paixão a los teclados.
Trve gothic metal. En ésta obra encontraremos abundante teatralidad gótica y siniestra en una excepcional mezcla de furia y serenidad, misticismo y perversión, exotismo y oscuridad. También hay mucha diversidad en las composiciones pero con una estructura sencilla, con melodías asequibles y mucho gancho. La producción de Waldemar Sorychta, de nuevo impecable, hace hincapié en las profundidades sonoras de la voz y del impetuoso e irreverente bajo. Éste último, de la mano de Ares (João Pedro), adquiere mucho protagonismo y hará las delicias de los amantes de las cuatro cuerdas. Sin olvidarnos de la discreta pero muy eficaz labor de Mike Gaspar a las baquetas, ni de los teclados, siempre en su punto. Estos tíos se sincronizan y compenetran de una manera comparable a una manada de lobos a la caza de su presa. Un equilibrio perfecto de todas sus fuerzas para recrear estados de ánimos y sentimientos profundos, que van directos a la esencia y la naturaleza irracional del ser humano. Colmado con una magnífica capacidad narrativa de clara inspiración gótica y romántica. Cinco cuernos para el asalto impío e irreligioso de Moonspell al trono del gothic metal con un disco que representó la cima de su carrera y que proporcionó las señas de identidad de un sonido y un estilo muy personal de entender el metal.
Ares: Bajo
Mike Gaspar: Batería
Ricardo Amorim: Guitarras
Pedro Paixão: Sintetizador, sámpler
Fernando Ribeiro: Voces
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Birgit Zacher: Voces en tema 8
Markus Freiwald: Percusión en tema 4