Monstrosity (FIN) - Theatre of Operations

Enviado por Cuericaeno el Mié, 01/08/2012 - 18:31
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1. Intro (1:04)
2. Repeatedly Intered (3:06)
3. Approaching the Scaffold Side (3:27)
4. Promised Paradise (3:17)
5. The Fields of Gore (6:01)

El universo de las demo tapes siempre fue fascinante a lo largo de toda la historia del Metal. Pero bajo mi punto de vista y mi propio gusto, cuando este fenómeno realmente crió un verdadero poso de encanto, sombra y, porqué no, misterio e inaccesibilidad para nuestro hoy día, fue cuando tal vehículo de intercambio fue usado y “decorado” por las bandas pertenecientes al hoy llamado Old School Death Metal.

Si ya de por sí uno se interesa en el aspecto más vital, que es la música, si ésta viene confinada en una cubierta como la que vemos aquí en el cacharro que os traigo, el interés por ver qué diablos hay dentro crece considerablemente. Eso es innegable.

Cual arcaico grabado vemos el esqueleto de un guerrero amortajado con su atuendo de batalla, con sus lánguidos bigotes blancos y su yelmo alado cual dios escandinavo. Sublime envoltorio aquél para el terroso pastel que prepararon los fineses Montrosity en lo que fue y es su unicum opus, la demo Theatre of Operations de 1991.

Al hablaros de estos Monstrosity debemos procurar no confundirnos con la banda floridiana de mismo nombre y género, mucho más célebre además que los que aquí traigo. Pese a eso último de la fama (graciosa la palabra refiriéndonos a una vertiente tan marginal), los protagonistas de esta review merecen mucha atención, porque ya por la datación y denominación de origen que su única obra ostenta, tienen más que suficiente para que todo aquél que haya aprendido a amar a esta escabiosa abominación llamada Death Metal preste rendido los desvencijados huesecillos de su oído a esta cinta.

La banda fue fundada en 1990 y su origen está afincado en Paimio, una ciudad perdida en Finlandia que lo más notorio que tienen y por lo que son vagamente conocidos es por su sanatorio para enfermos tuberculosos construido en los años ‘30. Una delicia para el turismo.

Por ello, de ahí no podía salir gente muy buena del coco, y aunque locos hay en todos lados, no sé si es la humedad de tantos charcos juntos por los que es famosa Finlandia que de ella nacieron las bandas más grotescamente bizarras de la historia del Death. Y dentro de las mismas, las que no resultaban tan eclécticas o exóticas sí irradiaban un halo de una naturaleza tan fantasmagórica que a día de hoy sigue resultando aterradora.

Ese último aspecto lo poseía Monstrosity, aunque en muy escasas ocasiones, pero cuando se empeñaba en ello, sin llegar a mantener el embrujo de unos Adramelech sí lograba nebulizar sus partituras a niveles pavorosos. Sólo hay que abrir los oídos ante esa intro tecleada para que nos lo constate, pulsada como en trance mientras algo bajo esas teclas se derruye y lo nubla todo de polvo. Aún así ése no es el mejor ejemplo que defiende ese aspecto. Pero mucho antes de que esa muestra llegue, debemos recrearnos en cómo brillan en la oscuridad las entorchadas cuerdas del bajo de Teemu Jalo cuando con esa alevosía entra Repeatedly Intered tras aquella introducción. El riff con el que rompe a medio tiempo la pieza es excelente, paseando el mórbido cimbreo característico del género. Luego nos sacudirán las baquetas y pedales de Seppo Kittilä, el que fuera batería de Funebre durante la etapa 1989/90 (grabó con los de Turku la demo Cranial Torment y el EP Brainspoon), dando osamenta a este primer asalto donde escucharemos por vez primera gruñir a Markus Ketonen, que ejerce su dual labor de growler y hacha en el combo, culpable de ese paseo de siniestro emperador que luce el riff del minuto 2:03 y también de los esquizofrénicos solos que lo adornarán luego.

Marcha de elefantes alternada con vibropisones es lo que nos espera en Approaching the Scaffold Side, aunque no debemos pasar de largo sin fijar nuestra atención en esos medios tiempos como el de 1:54 o 2:19, donde el bajo de Teemu gana una presencia imponente, en una pieza donde mayormente iremos pasando en fila india bajo el cuchillo de carnicero del ex-batería de Funebre, que nos cortará a taquitos con su afilado blast-beat. No será menos en Promised Paradise, donde la base rítmica llega a tomar toda la presencia de unas cadenas de tanque a partir del minuto 1:05, enfrentándonos este “paraíso prometido” a un debacle bíblico entrada su segunda mitad, a orden de un solo riff cuyo esqueleto va transformándose a niveles cada vez mayores de aberración y devastación. Su nombre es traicionero, pues esto de paraíso no tiene ni una brizna verde.

Los 6 minutos de su monumental colofón, The Fields of Gore, liberarán el ectoplasma del que hablaba tan al principio, además de presentar la composición más trabajada y destacada del trío. Esa melodía con la que echa a andar es maravillosa, con cierto halo Doom y mayestática presencia; pero el momento cumbre se sitúa comenzando el 1:25 al reaparecer los teclados para sumirnos en una bella niebla, donde se medio esconde una voz limpia que cuesta discernir entre las teclas, como una psicofonía engarzada en las mismas, soltando una melodiosa letanía escalofriante. Ese fenómeno volverá a manifestarse cerca del final como coda, pero mientras, es un goce el eslabonado de riffs que nos presentan de principio a fin en esta pieza magistral que daba término a la cinta. El natalicio y epitafio de una banda en un sólo trabajo, el único que los tiempos contemplaron de este trío de furias que fueron Markus, Teemu y Seppo, los diestros artífices de esta Monstruosidad.

Oh, Paimio y su parque temático a la tuberculosis. En aquella ciudad jamás volvieron a gravitar las placas de permafrost que fabricaron los teclados de Monstrosity, ni volvió a temblar su terreno con aquello que más abundaba en ellos, que no era otra cosa que el espeso maremoto de su autóctona praxis old school. Hubiera sido interesante experimentar el siguiente paso de estos chicos, pero el destino quiso que todo se quedara en su Teatro de Operaciones. La misma historia se volvía a repetir, para convertirla en leyenda.

Markus Ketonen: Voz y guitarra
Teemu Jalo: Bajo
Seppo Kittilä: Batería

Sello
Autoeditado/independiente