
01. Vile
02. Oven
03. At a Crawl
04. Let God Be Your Gardener
05. Creepy Smell
06. Kool Legged
07. Green Honey
08. Agonizer
09. Raise a Paw
10. Love Thing (Kiss Cover)
11. Ever Since My Accident
12. Revulsion / We Reach
13. Dead Dressed
14. Cranky Messiah
15. Claude
16. My Small Percent Shows Most
17. Candy-O (The Cars Cover)
Hablar de Melvins, es hablar de historia viva del Rock/Metal. Más allá de su aparente intrascendencia (no son poca las personas que desconocen por completo a esta banda), verdaderamente estamos hablando de un grupo que ha sentado importantes precedentes y, le pese a quién le pese, están colocados como uno de los pilares básicos sobre los que se sustenta la estructura de algunos de los importantes subgéneros surgidos a finales de los años 80 y desarrollados durante los años 90.
Ser inventor, creador o precursor de algo en el mundo de la música, no necesariamente se premia con su merecido reconocimiento; esto ha sido una constante a lo largo de la historia y los Melvins son un buen ejemplo de ello. Y es que Melvins han demostrado, a lo largo de su dilatada y prolífica carrera (24 álbumes de estudio, con otro en camino para este mismo año y multitud de grabaciones en directo) ser un grupo enormemente dinámico y ecléctico, habiendo tocado numerosos palos y concebido la música como un espacio en el que moverse, experimentar y donde nunca, absolutamente nunca, estancarse o acomodarse en lo fácil y trillado. Es por ello que, a lo largo de su discografía, podremos encontrar una apabullante heterogeneidad... de esas que verdaderamente incomodan cuando quieres empezar a hincarle el diente a su obra. Todos sus discos sonarán genuinamente a Melvins, pero ninguno de ellos, individualmente, te dará una idea lo más minimamente cercana a la plenitud alcanzada en el conjunto de todos sus trabajos; y es que estamos hablando de un grupo que ha traspasado “fronteras enemigas” (entiéndase, en lo musical) en diferentes ocasiones, adentrándose en sonidos con fuertes connotaciones “underground” (Sludge, Doom, Drone...), a la par que han utilizado elementos propios de estilos que han encabezado la “modernización” del rock, sin dejar de lado la posibilidad de embarcarse en viajes experimentales o de corte cuasi-vanguardista.
Resulta especialmente llamativo que una banda que ocupa un papel central en la generación y posterior desarrollo de algunos de los subgéneros menos comerciales de toda la escena metalera, como son el Sludge y el Doom Drone, también fuera una de las principales influencias para algunas de las bandas icono del Grunge, uno de los estilos que más dinero han generado en la indsutria musical, probablemente, durante los años 90. Bien conocida es la amistad que existía entre Buzz Osborne (bajista, vocalista y miembro fundador de Melvins) y Kurt Cobain, así como que Dale Crover (batería y miembro -casi- fundador de Melvins) llegó a grabar con Nirvana su primer álbum (“Bleach”); es más, Kurt Cobain dijo en muchas ocasiones que los Melvins habían sido una de sus grandes influencias. Sí, ese Grunge de la discordia, al que tantos acusan de haber sido un género vehiculado por las grandes multinacionales discográficas para desplazar al Heavy Metal de su trono particular, debe parte de su existencia a una banda como esta... y es que los Melvins son así, tan peculiares y heterogéneos que han podido convertirse en piedra angular de bandas tan diferentes como Nirvana y Boris (grupo Doom Drone experimental y con múltiples propuestas de corte vanguardista a lo largo de su discografía, especialmente alejado de cualquier tendencia “mainstream”). A pesar de todo, Melvins nunca se subieron al carro de la popularidad a cualquier precio. Ellos siempre fueron a lo suyo, rompiéndose la cabeza por hacer lo que verdaderamente sentían y les apetecía.
“Ozma” es el segundo álbum de Melvins y siempre ha ocupado un papel de segundón con respecto al estilo y el significado que tuvo su trabajo anterior (“Gluey Porch Treatments”, publicado en 1987). Esto probablemente sea debido a que no supuso una ruptura explícita en lo que a estilo se refiere con respecto a su primer disco (de hecho, la versión en CD de “Ozma” incluía todo el tracklist del anterior disco); sin embargo, es innegable reconocerle su lugar de culto, pues estamos hablando de la continuación de un proceso de experimentación y exploración de nuevos sonidos, hasta entonces no desarrollados. Tomando la vía del ritmo lento y pesado, aderezado por un sonido sucio influenciado por el punk/hardcore, el estilo inicial de Melvins se caracteriza por su toque macarra y agresivo. De esta forma, se produce una contribución clave a la hora de entender el nacimiento (o quizá infancia, si nos referimos explíticamente a “Ozma”) del Sludge Metal como subgénero con identidad propia, labor que luego continuarían otras bandas esenciales en el desarrollo de este estilo (Crowbar, Acid Bath, Eyehategod, Grief, etc.), pero la mayoría de ellas ya adentrados los años 90.
Entender el mérito que tuvieron los Melvins a la hora de apostar por continuar haciendo algo diferente, manteniendo la línea de su anterior trabajo y llegando a crear una escuela tan relevante, a posteriori, en el mundo de la música, implica que intentemos contextualizar someramente cual era el escenario en el que “Ozma” vio la luz, allá por 1989. Da vértigo comprobar la plena salud de la que disfrutaba la escena Thrash en aquel momento; algunos de los discos esenciales del género estaban recientemente publicados, tal como ocurría con “South of Heaven” (Slayer), “So Far, So Good... So What! (Megadeth), “Under the Influence” (Overkill), “Illusions” (Sadus) o Punishment for Decadence” (Cöroner) y otros tantos se publicaron ese mismo año o estaban por venir para el próximo, como era el caso de “Season in the Abyss” (Slayer), “Agent Orange” (Sodom), “Persistence of Time” (Anthrax), “The Years of Decay” (Overkill), “Extreme Aggression” (Kreator), “Rust in Peace” (Megadeth), “Spectrum of Death” (Morbid Saint), “Leave Scars” (Dark Angel), “Beneath the Remains” (Sepultura), “Alice in Hell” (Annihilator), “Twisted into Form” (Forbidden)... Joder! Es que asusta el simple hecho de otear un territorio musical como éste, plagado de minas y donde encontrar tu hueco era toda una apuesta complicadísima, más aún si pretendías dar forma a tu propuesta recuperando la vía del sonido lento y pesado.
Buzz Osborne y Dale Crover, recientemente instalados en San Francisco y dejando lejos las tierras del Noroeste, en vez de amilanarse, continuaron con su propuesta. Reclutaron a Lori Black (“Lorax”), hija de la famosa actriz Shirley Temple, para que aporreara el bajo, quien se terminaría convirtiendo en una de los principales miembros de la historia de la banda, pues con ella se grabarían algunos de los discos más importantes de la carrera de Melvins, tales como el que nos ocupa (“Ozma”), “Bullhead” y “Houdini”. Es difícil apreciar de primeras este disco; se trata de una compilación de temas generalmente cortos y con una producción poco cuidada. Da la impresión de que nos encontramos ante cortes seleccionados de una sesión de grabación, o más aún, de un ensayo distendido. Tenemos ante nosotros un total de 17 cortes donde podemos apreciar la combinación de sonidos sucios, baja producción y ritmos predominantemente lentos y de consistencia pesada, donde el “riff” (como concepto) ocupa un papel central, como reivindicación prioritaria del género; no obstante, son más los riffs memorables que podemos enumerar en su primer álbum, en comparación con “Ozma”, pero eso no quita que este sea un trabajo enormemente disfrutable y que, obligatoriamente, debe ser escuchado como un todo, sin caer en la (tan de moda) tendencia de seleccionar canciones y buscar la representatividad absoluta en dos o tres cortes.
Este es uno de esos trabajos en los que resulta absurdo comentar secuencialmente las canciones, pues la distribución de éstas se antoja un poco azarosa, así como tenemos temas muy diversos en cuanto a desarrollo. Vile abre la descarga como uno de los tracks de mayor duración del disco; Su comienzo lento, pesado y abrupto (casi atropellado en algunos tramos diría incluso, a juzgar por el ritmo marcado por Dale crover a la batería) nos marcan los claros derroteros sobre los que irá el conjunto del trabajo. Con una separación muy marcada entre la línea vocal y la del riff, se comienzan a vislumbrar patrones “sludgies” muy acentuados. El Sludge que nos traen Melvins está en pleno proceso de fabricación, pero no por ello dejamos de apreciarlo claramente en diferentes canciones, como At a Crawl, Let God Be Your Gardener, Ever Since My Accident o la genial Creepy Smell, en las que Dale Crover muestra su dinamismo como percusionista, a la par que Buzz Osborne escupe agresivamente el contenido lírico de cada una de ellas.
Insistir en el protagonismo de los riffs en la estructura musical de Melvins es casi una perogrullada, pero es inevitable referirse a la interesante diversidad que podemos encontrar en trabajos como el que nos ocupa, desde la insoportable monotonía de Raise a Paw hasta la genialidad de Oven, donde el riff final (concretamente en 1:04 – 1:22) parece construirse a partir de múltiples intentos de ensayo-error para unir batería, voz y cuerdas, o Cranky Messiah, tema que se extiende en progresión hacia un riff de enorme factura (00:58 – 1:16) que nos deja con la miel en los labios esperando un desarrollo mayor. Y es que aquí no hay tiempo para acomodarse, pues en cuanto la estructura de una canción parece tomar forma, rápidamente se acaba y empieza otra.
Otro aspecto a tener en cuenta, es el continuo juego con los tiempos marcados por Dale Crover a la batería; la ya referida Oven y Agonizer son buenos ejemplos, donde podemos apreciar un trabajo impecable de la percusión, con pasajes muy bien temporizados y ritmos en cierto modo enrevesados. ¡Y no nos podemos olvidar de la tarea de Lorax a las cuatro cuerdas! la línea de bajo está notablemente marcada a lo largo de toda la grabación, destacando especialmente en algunos fragmentos de Claude y en los cortes de mayor predominio doom. En este sentido, destacamos dos canciones con ese mayor poso “doomer”; la tétrica y pesada Kool Legged y la segunda parte de Revulsion / We Reach, el tema más completo y de mayor duración de todo el disco, con una derivación final hacia sonidos cercanos al Doom Drone, del que después ellos serían considerados como uno de sus orígenes.
Finalmente, destacamos las dos versiones que podemos encontrar en el segundo trabajo de nuestros chiflados amigos. Por un lado. Love Thing, versión del tema de Kiss “Love theme from KISS”, tiene los pasajes más melódicos de todo el disco (¡canta a leguas que es una versión!) y, por otro lado, Candy-O, versión de la canción homónima de la banda de pop/rock The Cars. Quizá sería más correcto hablar de trozos de versiones, pues solo se trata de fragmentos seleccionados y transformados en melodías “ensuciadas” por una base sludge más que evidente.
Eternamente ensombrecido por su inmediato antecesor, Ozma no deja de ser un trabajo que ha marcado influencias y que pone un punto y seguido a la obra de los Melvins. Probablemente lo mejor estaba por venir a lo largo de los años 90, con sus siguientes producciones y extensión de sus propuestas. Después de tantos años como han pasado, con sus éxitos y fracasos, es evidente que los Melvins nunca se han rendido, algo que tampoco debería parecernos raro, pues nunca tuvieron grandes aspiraciones en lo que a ventas se refiere. Ahora bien, de lo que no hay duda es que lo que han conseguido se lo deben a su enorme talento y continuidad en la brecha de forma ininterrumpida. Como decía Buzz Osborne en una entrevista cuando le preguntaron acerca de las grandes diferencias en ventas entre Melvins y otras bandas de la escena de Seattle, sobre la que tuvieron importante influencia:
¿Estás bromeando? ¿Pero tú has escuchado nuestros discos? ¿Crees que sonamos como si pudieramos vender millones de álbumes?. Yo nunca lo creí, y tampoco lo hizo el público en general
Y es que, como decíamos más arriba, los Melvins siempre han ido a lo suyo, plenamente conscientes de lo que han sido y son y, por supuesto, orgullosos de hacer lo que hacen, muy a pesar de todo.
Cuatro cuernos bajos para el segundo trabajo de esta banda de culto.
Buzz Osborne: Voz, guitarra
Lori "Lorax" Black: Bajo
Dale Crover: Batería