
1. Hooch (02:51)
2. Night Goat (04:41)
3. Lizzy (04:44)
4. Goin' Blind (Kiss Cover) (04:32)
5. Honey Bucket (03:02)
6. Hag Me (07:04)
7. Set Me Straight (02:26)
8. Sky Pup (03:49)
9. Joan of Arc (03:37)
10. Teet (02:50)
11. Copache (02:07)
12. Pearl Bomb (02:45)
13. Spread Eagle Beagle (10:13)
Hay que tener, y esto que quede bien claro, unos huevos descomunales y bendecidos por Cronos para hacer lo que se te da la gana una y otra y otra vez y nunca perder esa originalidad sagrada. Ese sello sempiterno que te identifica, que habla de ti y que, definitivamente, hace de ti lo que se supone que eres: un maldito revolucionario.
Eso de hacer de cada álbum una nueva forma de percibir lo que los vivos conocemos como “paraíso sonoro”, y no sólo ir reorganizando cada segmento de una pieza con el fin de engrandecer el trabajo, es sencillamente único. Cuando, aún ni harto de haber cocinado cien pizzas, volteas la cara y entregas mil ensaladas. Cuando tan boca-ancho te quedas al ver pasar frente a tus ojos millones de colores que terminan desembocando en un negro rojizo que te inyecta poco a poco cada centímetro cúbico de un brebaje etílico. Cuando tu historia no es más que la recopilación de miles de noches ciegas con tu amada princesa, revolcándoos en una cama de paisajes armoniosos para dar de ti lo máximo.
Y Melvins, un nombre que llevaría cualquier grupo Emo dedicado a versionar las canciones de Panic! At the Disco, son la fiel imagen de una virgen consagrada con gafas de pasta, sombrero plano y un tatuaje de la hojilla del British Steel. Un grupo que se esconde, que te hace creer que no vale nada, que ni siquiera está interesado en que lo conozcas. No te da ninguna pista ni ningún “éxito” de etiqueta para que te introduzcas en su mundo. Melvins sólo pasan frente a ti como la chica de tu vida; pero mal vestida, desarreglada, oliendo a cebolla y ajo. Pero cuando la besas eres capaz de viajar de Mercurio a Sirius B en cuestión de segundos. Una sensación de evaporación carnal que te deja totalmente noqueado. Ese pastel de melocotón que está lleno de barro, pero que nunca deja de ser eso: una joya frente a tus sosegados ojos que todavía no captan la magnificencia del efecto que el fruto produce dentro de tu psiquis y le da vuelta a tus hormonas ya corrompidas por una sensualidad perseverante.
Con cada disco de Melvins, uno puede decir fácilmente que se hacen de nombres complicados, portadas vulgares y que empezar con ellos es más difícil que intentar seducir con tus músculos a una chica ciega. No sabes qué hacer. Pero cuando le das tiento a cualquiera de sus trabajso, aún te quedas muy corto y no te haces ni una mínima idea de lo que representa verdaderamente el nombre de MELVINS. Porque entre tanto Avant-Garde, Experimental, Noise, Grunge, Punk y Rock y Metal de casi cualquier índole, Melvins se te hacen un grupo muy cuesta arriba. Una torre que tienes que escalar, pero, al no haber entrada, no sabes por dónde entrar o cómo comenzar
Así como el verdadero Houdini, Melvins se sacan de la manga sus trucos de magia. Luego de unos cuantos álbumes con discográficas medianamente under y demostrar con su mezcla de vanguardia, Punk, opresión sabbática y el grosor de la voz de Osborne que Melvins no era un grupo cualquiera, era hora de ir más allá. Y sin bien no tuvieron casi ninguna atención de los medios, eso los consagró como los verdaderos padres de aquello que luego llamaron Grunge. De acuerdo, no fueron los primeros en pisar las tierras, sería muy evidentemente el error de tacho, pero aquellos que llevaron la furia de Black Flag y la densidad de Black Sabbath hasta su máxima expresión fueron, ni menos, los Melvins. Exactamente: los enfermizos Melvins que luego estarían haciendo cualquier cantidad de cosas en una veintena de discos que se extienden desde mediados de los 80 hasta nuestros tiempos postmodernos.
Ya fichados con Atlantic Records, Melvins regresan luego de un incomprendido Lysol (aka Melvins) a sorprendernos con una de sus obras más representativas (por no decir la máxima entrega): Houdini.
1993 pudo ser un año extraño cuando hablamos del panorama internacional del Rock y del Metal. El Grunge había desplazado al Glam Metal de las listas de popularidad gracias a Nirvana. Pero, paradójicamente, sin haber inventado el Grunge, Nirvana fue quien permitió que grupos como Mudhoney, Soundgarden y Melvins fueran “conocidos” en el panorama internacional. Un año verdaderamente interesante, con lanzamientos importantes, y con ellos este maravilloso, mágico y magnífico Houdini.
Dicen que sin Nirvana, Houdini hubiese pasado por debajo de la mesa, como sus 4 discos anteriores. Y, yo pregunto, ¿eso importa acaso? Haber sido reconocidos o no por una mayoría de “fanaticada” me parece tan relevante como los pedos de un vendedor de nueces. Aquí lo que sobra es talento, calidad y gracia en cada una de sus formas fantásticas.
Houdini trae a nosotros una amplia variedad de sonidos y movimientos musicales que se juntan para mostrarnos que esta vez Melvins iban muy enserio, por si sus lanzamientos anteriores no fueron suficientes para demostrar el nivel del dúo Osborne-Crover, los padres del grupo y los únicos miembros permanentes desde el comienzo.
El esplendor de Houdini comienza automáticamente desde la portada. Aquella ilustración tan inocente e introvertida de la mano de Frank Kozik nos hace sentir confundidos. Cuando yo vislumbré aquella portada hace añares desde la distancia de mi fría visión, no pude contener el carcajeo. Como un imbécil preadolescente sólo pude esbozar: “Qué grupo tan tonto. ¿Cuál es la gracia de esta ridícula portada? Mejor me voy a escuchar música más sería”. Craso error. Porque ahora cada vez que veo a esos dos niños de porte sajón y el simbólico perrito de dos cabezas, no puedo sino concluir que la portada es tan profunda como un vaso de agua, pero que transmite y me da una sensación macabra de autocrítica. Sencillamente, un art que cada día da más para pensar, porque ese toque humorístico de Melvins se ve básicamente entremetido por una musicalidad enferma de cojones. Esa bipolaridad tan épica del Grunge aquí está plasmada sólo comenzando con el CD entre la espada y el destino.
Como yo en su tiempo, cualquiera que quiera tener una puta mínima idea de Melvins, tiene que comenzar con este álbum. Quizás el más “digerible”, por ende el más apto para iniciar el concurso de quién se come más rápido el bisteck de 15 kilos.
Houdini llega en un momento extraordinario: adolescencia. Cuando te parece que, entre tanto Death Metal y Blues Rock, quieres meterte en el mundo retorcido y amarilleo de la alternatividad. En donde las escalas no son tan típicas y los blast-beats a veces sí y a veces no. Aquí es donde comienzas a valorar lo que la dupla originaria del estado de Washington (en donde nació el Grunge) plasmó a través del tiempo.
Houdini, evidentemente, no es un disco que pones en una cafetería para la clientela Hipster o que oyes un día aburrido en la clase de cocina de la señora Parkinson, no. Cuando uno quiere entender la verdadera profundidad y el talento contenido en cualquier producción discográfica del género que sea, uno deja de hacer lo que está haciendo y dedica el 1000% de su concentración a absorber aquello que está llegando a tus oídos. ¿O será que uno hace Yoga pendiente de las nalgas de la chica más próxima o intentamos meditar y llegar a nirvana mientras vemos un episodio de Los Simpson a través de la ventana del vecino?
Aquí nos encontramos, sin ningún tipo de dudas o de preguntas triviales, como un disco que puedo catalogar con mis dos testículos por delante de obra maestra. ¿Por qué? Fijaos en el siguiente ejemplo. Cuando un trabajo es capaz de ser tan creativo, tan llamativo, tan oculto, tan misterioso, tan épico, tan cínico a la vez de no parecer nada del otro jueves, eso tiene un mérito interesante. Suponeos que un diamante viene envuelto en una bolsa de basura. Pero, aún a través de ella, eres capaz de saber lo que es. Porque tiene “aura”, y transmite más que si estuviera expuesto. Cuando oigo Houdini, sólo puedo postrarme. Entender que, sin muchos elementos, aquí hay más variedad que entre tanto “-Progresivo” de latiguillo. Cuando un álbum es tan básico que, de pronto, adquiere una tonalidad tan distinta, eso es estar por encima de lo que uno puede asimilar como “común”. Cuando entre tantos rojos uno se topa con un vinotinto, sólo nos fijamos en eso, aun habiendo de todos lados para consumir, pero eso que te da lo “diferente” sin serlo formalistamente, no deja indiferente por más que quieras.
Nunca he estado muy de acuerdo con aquello que llaman “Sludge Metal”; cada vez que escucho o leo la palabra, me quedo pensando “¿Sludge? Suena como a comida china…”. Pero si el Sludge tiene un máximo exponente, ese sería Melvins y específicamente Houdini es un trabajo importantísimo dentro de esta categorización. Porque, sin tener que estar demasiado atento a cada Power Chord, se siente perfectamente ese sentir punkarra y sucio mezclado con la hegemonía y el espesor Sabbath hasta que ya no tiene forma de comprenderse. Los riffs son increíbles; es como oír a Tony Iommi en plena Jam Session con ganas de ir al baño, por eso toca más rápido de lo usual. Y con eso uno puede intentar encuadrar lo que es Sludge: básicamente un Doom acelerado e influido por el Hardcore Punk. Y aquí en Houdini hay momentos que lo fangoso del sonido se vuelve tan legendario, fusionándose con la voz de Osborne en plan Guerrero Nórdico, que te hace sentir más fuerte que mil caballos de guerra.
Cada canción de Houdini es sencillamente un temazo de primer nivel. Este disco no tiene ningún relleno ni ningún tema que baje la calidad, no. Usted podrá sentir a Houdini como un compendio de sensaciones poderosas de grandilocuencia y Black Pride intensificándose dentro de las inmediaciones de nuestros sentimientos. El humor reina en el disco, pero, cuando suena tan tenebroso y mortuorio, hay chance para hacerse en el pantalón mientras te mueres de la risa.
Cada día me levanto y pienso
que tus besos de mantequilla son la Muerte Negra
Creía que nuestra primera noche juntos
iba a ser como una cena en mi funeral.
Feeling coreable en Hooch, sensualidad implícita en Night Goat, coña de sobra y maniática en Lizzy, un excelente cover de Kiss como lo es Going Blind, headbanging profundo con Honey Bucket y su quiero lamer tus labios como un jarrón de miel, coloso poder en la perturbadora Hag Me, sonidillo Stoner en Set Me Straight, más sensualidad y bromeo hormonal escondido en Sky Pup y Joan of Arc, pasión psicodélica en Teet, Blues Rock en Copache y vanguardia iniciática entre Pearl Bomb y Spread Eagle Beagle. Cada canción tiene su momento, y en ningún momento encontrarás fallos o aburrimiento. Calidad suprema que asciende y asciende cada día más.
Definitivamente, un disco imprescindible en la librería. Un trabajo mágico que incluye también la colaboración del primer fan de Melvins: Kurt Cobain. Ambas bandas nacieron en Aberdeen, así que estos dos grupos, Nirvana y Melvins, tienen mucho en común, y oír esa guitarra de Cobain habla de la amistad y el conjunto social que involucraba a ambas agrupaciones. Y mientras una triunfó y se apagó rápido, la otra siguió y siguió experimentando y nunca tener un verdadero triunfo en las listas. ¿Y eso es importante? Melvins, Melvins y más Melvins. No les importa ser “los perdedores”, porque siempre fueron los que se lanzaron, experimentaron y han mantenido la frente en alto. Estos SÍ son guerreros de la música, y, por ende, un grupo al que le tengo muchísimo cariño y profundo respeto.
Houdini reúne todas esas características de un álbum que definitivamente se impone por encima de todo y entrega el cáliz de fuego. Nombre épico, portada icónica, musicalidad tremenda, colaboración importante, variedad y una verdadera carga de pasión que se le inyecta a tus sensaciones metálicas. Melvins no son Metal, Melvins no son Rock, Melvins son ellos mismos. Cualquier disco que escojas es una aventura y un sonido completamente distinto. No les importa un carajo, y, a pesar de cualquier crítica, hacen una excelente labor que es de apreciarse y admirarse. Buzz Osborne, uno de los frontman más grandes que he visto, y con un estilo de guitarra que sería clara influencia para muchos guitarristas de los años 2000, especialmente para Mastodon. Dale Crover, un batero que sin ser el más rápido o el más lento, ha contribuido con una particularidad y unos breaks que a través de los álbumes sólo puedes soñar con ser tan ñongo y tan frívolo dentro de tu concepto Y, bueno, también cabe resaltar la labor de muchos bajistas dentro del grupo.
Obra maestra y un álbum sencillamente especial. Aquí no importa si tal sonido o que si la producción, no. Houdini es producto de la imaginación y la creatividad de unos genios que llevan el “ridículo” nombre de Melvins como portaestandarte de lo que son capaces de producir dentro de cualquier género. Algunos dirán “¿Quién coño son Melvins? Menudo grupo de pintaos”, pero nunca podrán soportar aquel monolítico impenetrable que es su discografía y Houdini, el cual, literalmente, se sacaron de la cabeza y del que salió aquel perro en plan "BAD" cual conejo del sombrero mágico.
Conjuros, magia, desequilibrio, experimentación… ¡Carajo, sí! ¡Son los Melvins! ¡Es H-O-U-D-I-N-I!.
Buzz Osborne (King Buzzo): Voz, Guitarra y Bajo.
Lori Black (Lorax): Bajo y Coros.
Dale Crover (Dale): Batería, Bajo y Coros.
*Colaboraciones*
Billy Anderson: Bajo.
Kurt Cobain: Productor, Guitarra y Percusión Adicional.
Bill Bartel: Bajo y Guitarra.
Al Smith: Percusión Adicional.
Flexible Mike: Percusión Adicional.
El 10 de enero Melvins lanzó…
El 10 de enero Melvins lanzó nuevo EP llamado "Lord of The Flies". Aquí más información y singles (muy buenos por cierto):
http://hipnosismx.com/2022/01/04/melvins-comparte-never-say-youre-sorry…
https://polvora.com.mx/2022/01/06/melvins-lord-of-the-flies-ep/
https://www.lahabitacion235.com/musica/noticias/lord-of-the-flies-nuevo…