Mekong Delta - Mekong Delta

Enviado por Antipoeta el Mar, 13/07/2021 - 23:18
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Without Honour 3:47
The Cure 3:39
The Hut Of Baba Yaga 4:11
Heroes Grief 4:43
Kill The Enemy 3:51
Nightmare Patrol 3:31
Shivas Return 4:12
Black Sabbath 4:08
Back Home 3:45

Alemania ya era un campo ubérrimo en bandas de metal para el año en que este debut de Mekong Delta los situó en la escena. El thrash metal constituía una bandera que los alemanes portaban con absoluta propiedad, desafiando a quienes tuviesen la osadía de hacerles frente. Tankard debutaba el año anterior con el furibundo y dipsómano “Zombie Atack”, Kreator y Sodom hacían lo propio con “Pleasure to Kill” y el demoníaco “Obsessed by Cruelty”, respectivamente. Destruction, algo más precoces a la hora de publicar, dieron su primer golpe en 1985 con “Infernal Overkill”. Es decir, los cuatro grandes habían meado sobre los surcos del vinilo y se preparaban para emprender un camino que los situaría a la par que sus homólogos gringos, mirándolos a la cara sin siquiera pestañear.

Si bien Mekong Delta estaban, parecían no estar a la vez. Practicaban thrash, pero distinto. Insertaban por aquí y por acá sonidos disonantes y peculiares, que escapaban de la estructura que se venía definiendo desde los orígenes del subgénero. Jugaban con influencias clásicas sin vacilar, haciendo de Mussorgsky su principal referencia. Experimentan y lo disfrutan, y mejor aún, te persuaden y lo disfrutas también. Es importante recordar que originalmente, Mekong Delta se inició con integrantes de los enormes Rage (aunque definieron usar seudónimos), y ya con ese dato, disponemos de una referencia convincente a la hora de ponerles play. Con los años, Ralph Hubert (que acá usó el mote de Björn Eklund) iría cambiando integrantes y se mantendría liderando, con sus ideas y su bajo, los designios de su creación.

El trabajo comienza con un sintetizador caótico al que se suma el bajo, para luego encontrar el aditamento de los restantes instrumentos y la irrupción de Keil con una voz limpia de tono agudo, que en algo podría recordarnos a Belladona, pero sin su impostación melódica. El tema es “Without honor” y nos conduce por una pendiente a gran velocidad, como anticipándonos que el viaje será vertiginoso, extraño y hasta surrealista. La disonancia en los riffs no se hace esperar y, en mi caso, no sólo me sorprende gratamente: imanta mi oído como un puto magneto.

“The Cure” también parte con un aura misteriosa. Pronto se acerca irremisiblemente una locomotora comandada por un loco recién fugado del nosocomio. Keil ataca con unos agudos frenéticos y unas carcajadas inquietantes. Doble bombo y solo guitarrero de gran factura. Un temón delicioso que aumenta el vértigo del viaje.

“The Hut of Baba Yaga” es un soberbio instrumental basado en la mitología eslava. Aquel ser sobrenatural y deforme del cual no puedes esperar más que ambigüedad y desconfianza, haya otra representación artística más en este tercer corte del disco. El bajo serpentea con elegancia y el conjunto acomete con inspirada técnica para demostrarnos que aun en su debut, la experimentación no es óbice para deleitar al oyente.

“Heroes Grief” baja las revoluciones y las intenciones. Es una canción “normal”, en comparación con las bofetadas progresivas conque hasta ahora nos han ido maquillando.

“Kill the Enemy” toma la posta y con aliento recobrado, emprende la carrera nuevamente. Riffs que escinden el acero van acompañados de una batería capaz de partir cráneos. El solo de Stein se bifurca por caminos sorprendentes, variados y ricos en recursos melódicos, mezclados con la dosis justa de distorsión.

“Nightmare Patrol” parece la hermana furiosa de la entrega anterior. Nos lleva por un tobogán colmado de pústulas infectas y contagiosas (¡y nosotros en bolas!). Keil parece disponer de unos pulmones adicionales para soltar tanta frase, una tras otra, de manera furiosa y lacerante.

“Shivas Return” replica las disonancias y nos sume en un caos que no pretende encontrar el orden. Por el contrario, si es que hay intenciones, están orientadas a afectar tu equilibrio, desestabilizando tu oído medio y mandándote de bruces (y de jeta) al suelo.

El penúltimo corte es “Black Sabbath” y no se trata de un cover de las deidades británicas. Aunque sí tenemos acá un entramado más lento, doomico, que se arrastra como un reptil acechante. Keil disminuye sus niveles de locura, como un orate medicado que, aunque presa de la sedación, no claudica en su deseo de proyectar frases mordidas y oscuras, con una que otra risotada sugestiva.

Para finalizar, parecen establecer una sincronía melódica, basada en el trabajo completo. Medio tiempo cuyos riffs van más acelerados que la base rítmica; una batería que como en otros temas, adiciona el doble bombo y, tenemos, por otro lado, el solo más melódico del disco. Keil, moderado a la hora de cantar “Back Home”, parece despedirse con las energías reducidas a un nivel de serenidad veleidosa, inestable.

La portada Lovecraftiana reúne una serie de símbolos que derivan en la inminente caída del único ser humano que figura en su base, quien parece avanzar armado para sorprender a su enemigo, sin sospechar que un aguijón mortal está apunto de atravesar sus cervicales (se le ocurrió mirarnos y esa distracción, le costará la vida al muy pelotas).

Cuatro cuernos bajos para el puntapié inicial de estos adelantados. Lo mejor estaba por llegar y ellos lo sabían, lo tenían muy claro. Pero este, su debut, establece un punto de partida digno de tener en cuenta y mantener en la memoria (y en tu selección de próceres del metal).

Keil: Vocalista
Vincent St. Jones: Guitarra
Björn Eklund: Bajo
Gordon Perkins: Batería
Rolf Stein: Guitarra

Sello
Aaarrg Records