Manowar - Louder than Hell

Enviado por Cuericaeno el Mar, 16/12/2008 - 01:26
86

1. Return Of The Warlord - 5:19
2. Brothers Of Metal (Part 1) - 3:54
3. The Gods Made Heavy Metal - 6:03
4. Courage - 3:49
5. Number 1 - 5:10
6. Outlaw - 3:22
7. King - 6:25
8. Today Is A Good Day To Die (Instrumental) - 9:42
9. My Spirit Lives On (Instrumental) - 2:10
10. The Power - 4:09

Mientras cumplía un año de vida este álbum en las calles, yo descubría a Manowar por medio de su histórico Fighting The World, que aunque prestado y malgrabado en una cinta, tuvo la fuerza más que suficiente para izarme a un atractivo Valhala de espadas y Harley Davidsons, predicado con intensos himnos eléctricos. Maravillado por ese descubrimiento, seguí a la búsqueda de más, encontrándome en unos grandes almacenes y en ese entrañable formato de cassette a aquel coloso encadenado de ígneos ojos. Iluminado como él, me lo llevé de un puñado a la caja sin mirar precio, para darme en mi casa otra dosis de guerreros moteros de la ‘Ámerica nórdica’. Ese álbum se llamaba Louder Than Hell

A día de hoy, y ya conociendo la discografía del grupo al completo, este álbum podría empequeñecer al lado de ilustres hijos heroicos del cuarteto como Into Glory Ride o Hail To England, a la vez que tampoco alcanzaría la estatura de aquel Fighting The World con el que empecé con ellos, ni el significativo Kings Of Metal… Pero este álbum tiene algo especial, encierra una gran calidad dentro de su minimalismo del riff y del ritmo, donde la voz es la que impera en la melodía, sentido y sentimiento de las composiciones, la voz de Eric Adams y sus pasionales líneas, amparadas por esa sencillez casi perenne de los músicos en básicas líneas de riff que sirven de mero remolque al texto, sólo ganando protagonismo y sofisticación en las estructuras no cantadas, tales como los frenéticos solos y melodías, de gran calibre.

Quizás queriendo adoptar la fórmula de aquel British Steel de Judas Priest, claro y conciso, Manowar hicieron lo suyo a la americana para añadir 10 himnos más a sus sagradas escrituras del ‘True Metal’, que aunque sectario, mejor olvidemos su arrogancia separatista del todo cuestionable y disfrutemos de su música, pues los motores ya empiezan a rugir y hay que prestar atención…

La máquina de riffs es encendida, traqueteando ruda y rauca para presentarnos a Return Of The Warlord, el manifiesto introductorio de estos bárbaros que reincorporaban a la batalla a su fiel batería Scott Columbus, alistando también sangre nueva con un virtuoso Karl Logan que no tardaría en encandilar al Mundo con sus laberínticos tappings. El bajo de DeMaio palpita frenético al compás de las firmes pegadas del retornado Columbus, mientras el nuevo hacha Logan viste al dúo de acordes sueltos. Con este primer tema y su tan orgánica estructura, la banda nos sumerge de boca del rugiente Eric en su libertino mundo de birras, motos y Heavy Metal, jinetes de caballos de acero que vuelven a acercar el micrófono a sus bestias motoras para que éstas vuelvan a saludar como lo hicieron en 1988 con Wheels Of Fire, pero colándose esta vez tal rugir en pleno corazón de la canción, para dar un ceremonial paso al primer solo del disco donde hervirán ya las doctas artes del recién llegado. Buen comienzo, sin duda, y muy buena pista de cómo será casi todo lo que se viva a continuación hasta el final de esta obra, una sencillez omnilatente que pese a ello irradia un sentimiento y una fuerza abrumadores, siendo una mejor prueba aún su siguiente himno, el colosal Brothers Of Metal

Tumbado en mi cama, ampliamente suspiré cuando emanó de ese antediluviano radiocassette de mi dormitorio aquel apasionado cántico de hermandad metálica, encarnando a uno de los mejores estribillos de la historia de esta banda. La ceremonia es sencilla pero robusta, y ello la hace eterna, como un basto muro que sobrevive a los siglos: Esa concisa y amenazante línea de riff del verso, sobre la que es desgranado con saña su texto, crece en fulgor hasta que de un parón da paso al tronar a capella del multitudinario coro de siempre, el aguerrido orfeón que nos lanza el nombre del tema como un tsunami, retomando el impulso de la música para con más energía que antes presentarnos la continuación del estribillo, ya capitaneado por el gran Eric con una emocionante línea vocal que te hace creerte lo que estás oyendo, te hace sentirte desde tu casa miembro ilustre de esa mítica horda de cuero y acero, transmitiéndote todo ello desde el improvisado púlpito de una básica composición de guitarras, que sólo sirven de ariete y atmósfera para lanzar esa sentida melodía vocal y su correspondiente mensaje. Canciones como ésta son las que te hacen dirigirte mentalmente a aquellos que no comprenden esta música con un “Estamos muy bien sin ti”, parafraseando a Sam Dunn y su tesis de matrícula de honor sobre el Metal.

Cuando creemos que no se puede sentir más que con lo acaecido en el estribillo, los últimos hervores del solo de Karl son invadidos desde atrás por un Eric más apasionado si cabe que redecora la línea del verso con más sentidos acentos, desbordándonos mientras Karl acaba su trabajo solista con un penetrante chillido final, siendo retomado luego el estribillo donde volverán los atronadores coros, esta vez más insistentes para acompañar hasta su marcha al descendiente bucle de estribillos, donde en lo remoto destella un balanceante grito de Eric que esboza una melodía de acompañamiento a tal mensaje de hermandad de este Brothers Of Metal. Con toscas armas también se ganaban batallas en el pasado, el alma es la misma.

Pero aún nos queda un detalle que hace más importante y atractiva si cabe a esta segunda pieza de Louder Than Hell, y es el hecho de que ya fue concebida 10 años antes de que aquí fuera presentada, descubriendo este servidor hace poco en la red su demo de 1986, una reliquia para llorarla, pues si ya de por sí es un magno himno del Metal, aquí en su versión primigenia la sentimos ungida por la atmósfera de los ’80, y algo distinta en ciertos detalles a la vez que dirigida en una línea más contundente y riffera, pero siendo a su vez más sentimental que la que se conoce, debido a esa interpretación más pasional y delicada de aquel joven Eric que estremeció a más de uno con su canto a Thor (The Powerhead) en aquel Sign Of The Hammer de 1985. Un tesoro este Brothers Of Metal, sin duda, another ‘secret of steel’.

Siguiendo con el decálogo de himnos, nos topamos con el más que gráfico The Gods Made Heavy Metal, de mismo talante que el anterior pero mostrándose algo más rudo, pero no exento de cierto halo pasional contagiado de Brothers Of Metal. Un tema que va bien de la mano con el anterior para seguir recreándonos en el sentimiento que irradia esta obra, conociendo otro gran estribillo en el que Manowar nos deja claro que quienes crearon este género musical tuvieron que ser dioses, pero ¿qué clase de dioses?, ¿celestiales o terrenales?, cada uno que lo interprete y sienta como quiera, o que disfrute a la par de su doble sentido.

La sabia técnica de erizar nuestros vellos desde los últimos coletazos del solo en adelante se repite aquí, retornando el verso tras el punteo con temperamento cambiado para luego machacarnos con una buena dosis final de estribillos, sobredosis diría yo, todo hay que decirlo, hasta despedirse con un típico final al estilo concierto en el que no sabes cuál será el último guitarrazo que le de el tiro de gracia a la estertórea canción, muriendo todo finalmente de una explosión, efectismo de Pure Fuckin’ Heavy Metal Style.

El primer contraste llega con Courage, una balada a piano que después rompe en eléctricas. Quizá quiso ser una especie de secuela de aquel Heart Of Steel de Kings Of Metal, pero no con mucho éxito a mi parecer, siendo para mí un soporífero episodio de estos 10 que conforman la obra, haciendo de barrera que frena de forma incómoda la creciente inercia que iban acumulando los primeros temas. Pero la llama vuelve a arder con Number 1, entrando al acecho un susurrante Eric en soledad con las primeras líneas del corte, no tardando en entrar cortantes los primeros riffs, mordiendo los flancos hasta estallar todo en la ya conocida maquinaria de siempre. Otro estribillo más, tan efectivo y pegadizo como el resto, hace pasar a este Louder Than Hell como un más que digno sucedáneo de aquel Fighting The World, pero siendo éste que nos ocupa algo menos épico, y seguidor de una línea más cerrada, pero igualmente adictivo que aquellos cortes que lanzaron como singles en el ’87.

Y para no romper la tradición, atentos de nuevo en ese Number 1 y a cómo retoma el verso tras el magistral solo de Logan, donde de nuevo el último racimo de notas construye el puente, esta vez cruzado por un penetrante grito de Adams que permanece sonando mientras el ‘otro’ Adams entra al contraataque con ese “Today is the day…!!”, más enérgico para avivar más el fuego, seguido todo ello por los últimos estribillos hasta el final. Misma historia, pero al menos a mí no me cansa. Sublime.

En este preciso instante me hubiera tocado darle la vuelta a la cinta, ejercicio que aunque hoy diera pereza, siempre me era grato entonces, pues esa cara B despegaba con el tema más rápido y trallero del disco, el incendiario Outlaw

Un hostil riff de fruncido ceño cabalga siniestro a lomos del trepidante doble bombo, nos enviste el Forajido a galope tendido, clavando sus espuelas en la bestia. El Metal pasa de ser espada a ser revolver, para contarnos la frenética vida de un bandido del salvaje Oeste, que gruñe, respira, habla y grita de boca de Eric, regalándonos tras un malévolo verso otro intenso estribillo, que esta vez no sólo emociona como los anteriores, sino que goza del plus de avasallarnos y contagiarnos su agitación. El cenit del tema reina sobre el segundo estribillo, que sin dejarlo terminar lo interrumpe bruscamente con un pomposo pasaje coral donde el vocalista recita con vehemencia, para luego lanzar un hiriente “… So be ready to kill!!” seguido de un cañonazo que sirve de violento trampolín al solo, un momento que siempre esperaba ansioso desde que este tema arrancaba. Sin ánimo de ser pesado, decir que vuelven a estremecerme en la frontera clave del solo al verso, llevándonos luego al destino que todos sabemos. ”Live by the gun or die by the law!”.

Tras el asalto del forajido, vuelve la paz, aunque por poco tiempo. Con King, un piano se extiende solitario en delicadas notas para luego acoger la dulce tesitura del cantante. ¿Otro caramelo anestésico tipo Courage?, no, tranquilos, pues es un magnífico preludio que se crece en operísticos coros conforme se apasiona el musculoso frontman, para tras ese tajante ”The power of the man who would be… King!…”, entrar un afilado riff que recupera el ambiente general del disco con otro trallazo machacón de escuela Manowar, seguido de un enérgico estribillo reforzado por la coral de machotes que ya bien conocemos. Después del solo de rigor, Karl Logan adormece su guitarra con la barra de trémolo hasta tumbar su balbuceo bajo un emergente arpegio nimbado por dulces coros, uno de los momentos más bellos de todo el plástico donde Eric emite su línea como una brisa, un mantra de poesía épica que flota entre hipnóticos armónicos de guitarra, que esperan con camuflada impaciencia a arrebatarnos ese dulce sueño de un martillazo con el retorno de los estribillos finales. Mayestático.

Today Is A Good Day To Die es un extenso instrumental que con parsimonia nos encamina a una odisea de oscuridad y misterio, una ceremonia fúnebre que enlaza con su antagonista, el otro instrumental My Spirit Lives On, que básicamente consta de un iracundo y raudo solo de guitarra con vibrantes momentos de neoclasicismo bordados a la velocidad de la luz por los mágicos dedos del mago Karl, como si esto fuera la secuela de aquel lejano Black Arrows de Hail To England, pero con la diferencia de que en vez de ruido, Logan decidió hacer música. El gran Ross The Boss ya se puede ir metiendo sus Flechas Negras en el c…, en el carcaj (eso es lo que iba a decir, no sean malpensados).

Sobre una contundente y presta base de percusión y guitarra, DeMaio hace gravitar una expresiva melodía de bajo de gran sentimiento, luego extinguida de súbito por las guitarras en un prieto aglomerado de rasgueos en mute que nos zarandean gratamente, dando vida a The Power, una digna despedida para el álbum con un intenso estribillo en el que escalamos vertiginosamente por sucesivos ‘powers’ que paulatinamente viajan del amor al odio en medio de la tempestad instrumental, lanzados al cielo por un pletórico Eric Adams con una creciente rabia y poder que lo arrasa todo… ¡Qué portento de animal humano!. Digna también de mención es esa melodía de bajo y guitarra que sirve de puente al solo, dueto donde DeMaio no quiere ser menos a la hora de lucirse, demostrando una vez más que él es uno de los mejores bajistas que ha dado el panorama metálico. Tras la última tanda de estribillos, se cumplen los 50 minutos de esta gran obra, otra joya del cuarteto americano que merece un sitio digno para ser recordada, aunque sea vagamente, a la hora de hablar de Manowar.

Con Louder Than Hell, Manowar crearon un álbum muy homogéneo, tras beber de nuevo en las mismas fuentes de sus inicios, pero moldeado todo esta vez por el dinamismo, elegancia y sentir de su era más tardía, en la que fueron adoptando, y aquí depurando, un sonido propio del que pueden enorgullecerse de ser los únicos en ostentarlo.

Aún conservo ese cassette original que electrificó mi alma como aquellos yunques que golpea el coloso de la portada. Y lejos de querer debatir sobre la ‘realeza’ de la banda, sí admito su realidad, la que hace convencerme de su grandeza.

Eric Adams - Voz
Karl Logan - Guitarra
Joey DeMaio - Bajo
Scott Columbus - Batería

Sello
Geffen