
1. Lynch For God's Love- 0:50
2. Dusk And Dawn - 0:39
3. Tomorrow - 0:38
4. Solitary Confinement- 0:45
5. If Everything Fails- 0:55
6. Blue - 0:43
7. 100 Doors - 0:34
8. Contempt - 0:33
9. Truth And Belief -0:38
10. Leisure - 0:23
11. Quest - 0:46
12. Pale - 0:55
13. Practise What You Preach - 0:10
14. Succesive Suicide - 0:32
15. Entertain Me - 0:30
16. Dare! - 0:29
17. Scorn - 0:31
18. Think For An Minute - 0:22
19. Autumn - 0:29
20. Rage - 1:30
21. Shit System - 0:35
22. Reprise - 0:29
23. Cliché - 1:09
24. Use Your Mind - 0:06
Álbum Completo
Sale el sol, suena la molesta alarma anunciado que ya es un nuevo día. ¡A levantarse amigo, que hay que trabajar! Encorbatarse y a ponerse zapatos, pero no sin antes haberse dado un buen lavado de cara y cepillarse los dientes. ¿Y qué sigue? Pues el mismo trayecto de todos los días, a ver las mismas caras, caminar por las mismas calles, volver a la tan amarga rutina. Hacer lo mismo, lo mismo y lo mismo... una y otra y ooootra vez. Es lo que nos queda en este mundo moderno: vivir en la monotonía, lo plano, lo cuadrado.
Es curioso el cómo esto también se transporta a otros ámbitos como la música. Pareciera que los artistas están forzados a encajar en un género en específico para atraer a un segmento de la población. ¿Pero puede alguien que se acomoda en un estilo considerarse en esencia un verdadero artista? Picasso no pintaba pensando en lo que diría la gente, o si iban a ponerle etiquetas a sus cuadros, él solo hacía lo que le salía del alma y hoy es de los pintores más aclamados. Vamos, un genio que pensaba fuera del cajón y lo plasmaba muy bien con pintura y pinceles.
Así mismo en la música aparece de vez en cuando un chiflado que se despierta un día con el pie izquierdo, se mira al espejo y se dice así mismo: “¿Por qué carajos tengo yo que hacer lo que la gente espera?”. Unos cracks que no les importa gustar a nadie, encajar en géneros o agradar a las masas; ellos solo quieren expresar su arte, porque son artistas no “entertainers”, eso déjaselo a aquellos que explotan una y otra vez la misma fórmula millonaria. Para explotar la gallina de los huevos de oro ya están otros, pero para innovar en un mundo donde pareciera que todo está inventado hay que tener un par de cojones. De esas mentes rebeldes que se salieron del laberinto e hicieron los que les dió la gana conocemos unos cuantos, por citar a Paul Masvidal que en el 93 nos regaló el extraterrestre Focus o el señor Kawashima que con Sigh nos da una lección sobre lo que debe ser avant-garde o si ya hablamos de influencias directas de quienes nos toca reseñar hoy también está John Zorn, que con Naked City se puso una bata como el típico científico loco y empezó a experimentar de una forma extrema para averiguar cuáles eran los límites a los que podían llegar ciertos instrumentos. De este “taller” nació su álbum homónimo que es de las mayores locuras que pudieron parir los 90s (y casi casi los 80s).
Ya volviendo a lo que hoy nos acontece, ¿quiénes son estos Le Scrawl? Todo comienza en un pueblo de Brandenburgo en Alemania en 1989 cuando Mario Anders y Peter Weiss deciden formar una banda de grindcore tradicional influenciados por los grandes Terrorizer y otras agrupaciones de vertientes undeground como Patareni. Luego por cosas de la vida tal vez se dieron cuenta que el grindcore más burro es un género un poco limitado y de vez en cuando repetitivo por lo que decidieron añadirle su propio toque a la fórmula poniendo en el bowl elementos de géneros de los que ellos no eran posiblemente fanáticos pero que sí se influenciaron de buena forma para lograr el sonido auténtico del grupo. Tiempo pasó y grabaron algunos demos, lograron cierta notoriedad en la escena underground de aquellos días y no fue hasta 1995 cuando salió a la luz su primer mini CD “Q” y lo que también sería su obra magna.
La receta que los alemanes nos traen en el día de hoy consta de muchos ingredientes que son muy efectivos. En la licuadora tenemos grindcore, jazz, swing y hasta un toquecito de funk que al licuarlos surgió una mezcolanza de lo más amena. La combinación del grindcore con elementos de jazz no es nada nuevo ni lo era para ese entonces. Unos 5 años antes ya había salido la locura de Naked City que es una lección de lo que es la experimentación genuina en la música y sobre cómo deberían ser verdaderamente las mezclas entre géneros. Combinar géneros hasta cierto punto tiene su gracia, pero no te creas el músico prodigio del siglo porque un día empieces a mezclar pop con death metal. No es tanto lo que mezcles, es cómo lo mezcles. Y Le Scrawl aprendieron de la escuelita de Zorn (eso sí, son un poco más accesibles y -digamos- enmarcados en una misma línea y estilo) y a pesar de todo crearon un sonido fresco, diferente y que los hace únicos. Toda una amalgama de estilos vueltos un popurrí con buen gusto, canciones cortitas pero intensas, cambios de ritmos, blast beats, mucha experimentación y más instrumentos de los que se podrían apreciar a primera escucha: acordeón, teclados, saxofón, trombón, trompeta, etc.
Nuevamente se abre el taller de la experimentación y en los que son 15 escasos minutos este plástico puede encajar en 10 géneros musicales y ninguno a la vez. Momentos en los que se te revienta el tímpano con blast beats para de un segundo a otro ponerte pasajes jazzeros, de ska o swing pero hay otras secciones en las que todos estos puntos convergen para darnos un resultado sin igual. Pero ya sea en los momentos más rápidos o los de una envergadura más apacible, lo que siempre predomina es la clase y el airoso estilo que pone el sello de la casa. Aunque toda la instrumentación está a la altura debo hacer mención especial al bajo que es una delicia durante el cuarto de hora que dura este viaje, bastante flexible, juguetón, cabalgante y omnipresente en los mil y uno cambios de ritmo que nos acompañan (¿cómo se hará esta gente para tocar en vivo?). Insisto, ponerle etiquetas a esta música de por sí sobra, porque -por citar algún ejemplo- está un poco complicado de encasillar momentos como en: Succesive Suicide donde nos suenan unas rápidas acústicas junto a unos siempre contundentes bajo y batería mientras Mario Anders va berreando alaridos inentendibles y encima en medio de todo el caos te meten unas trompetas como para terminar de armonizar la propuesta. En otros temas como Think For A Minute hay unos tintes folclóricos que hace del conjunto muy variopinto y en Truth And Belief te meten muchos estilos comprimidos en una cantidad extravagante de cambios de ritmo considerando que son cortes de menos de un minuto de duración. Así que voy a ser tajante y firme: aquí no hay etiqueta amigos míos, aquí solo hay buena música.
Los amantes del grind más putrefacto y escandaloso no lo van a poder disfrutar al cien por ciento, pero si eres fanático de la música más “rompe-esquemas”, de los ritmos impopulares, de sectores aún no explorados en este vasto universo, como mínimo una escucha debes darle a este disco. ¡No hay excusas! Hay canciones que duran el doble que esto en su totalidad. Además, el trabajo se disfruta mejor escuchándolo de una pasada porque está organizado de tal forma que pareciera un solo track de 15 minutos pero con muchísimas alternancias y estilos conjugados.
Le Scrawl trae una obra diferente para paladares con gustos exquisitos. No es para todo el mundo y tampoco intenta serlo. Esos colegas decidieron darle una vuelta a la tuerca y arriesgarse a crear un sonido fresco e innovador. Otros que también intentaron romper el ciclo. Así que dime: ¿te quedas dando vueltas en círculo para toda tu vida? ¿o de igual forma te unes al circo?
Nota final: 8,8
Dieter Ortlepp: Acordeón
Felix Partzsch: Bajo
Peter Weiss: Batería
Mario Anders: Guitarras
Michael Kautzsch: Teclados
Clemens Vogel: Saxofón
Olaf Schabik: Trombón
Matthias Deichstetter: Trompeta
Mario Anders: Voz
Seth Putnam: Voz (track 11)