Judas Priest - Live After Midnight [bootleg]

Enviado por Cuericaeno el Dom, 19/06/2011 - 00:06
8

1. The Ripper (2:46)
2. Diamons & Rust (3:21)
3. Troubleshooter (4:11)
4. Breaking the Law (2:41)
5. Sinner (7:52)
6. Beyond the Realms of Death (6:35)
7. Grinder (4:10)
8. You Don't Have to Be Old to Be Wise (6:02)
9. Hot Rockin' (3:19)
10. Living After Midnight (3:52)
11. Tyrant (5:59)

Judas Priest ha sido siempre una banda muy reacia a editar directos, así que la mayoría de sus giras sólo pudieron ser inmortalizadas de forma clandestina, gracias a los “grabadores furtivos” que en el lugar y momento oportunos pusieron en marcha su instrumental para surtir al coleccionista de borrosos y valiosos trozos de historia, compartiendo con el resto del planeta para siempre esa noche memorable que vivió frente a su banda. El fenómeno bootleg, o sea, los discos "piratas”, son algo que incentiva mucho al melómano porque le permite explorar en el lado extraoficial, en la cara más auténtica y orgánica de su banda favorita, en este caso, nuestros Metal Gods.

Este apócrifo sonoro que os traigo fue grabado durante la gira de aquella entrañable ’highway soundtrack’ que fue Point of Entry, ese disco donde Priest se americanizaron y amariconaron por designio de la discográfica, pero que personalmente a mí me chifla, no exento tampoco de su propia proporción de pequeños y grandes clásicos.

Live After Midnight recoge la descarga que dieron Priest en la lujosa ciudad balneario de Wiesbaden, en Alemania, el 27 de Febrero de 1981. Revisando hoy mi agenda de entonces, ésta me recuerda que me vino mal ese día para estar en tierras teutonas, porque entre otras cosas me quedaban cuatro meses para nacer (el justificante lo veo válido). Y según escucho, hubiera merecido la pena haber estado allí físicamente para disfrutar en primera fila de aquel recital de los sumos sacerdotes del Heavy, perpetuado aquí en once fabulosas pistas.

Quizá sea el pirata de Priest con mejor sonido que he encontrado, quizá por ese toque del Rey Midas que da nombre al sello que lo lanzó (Midas Touch), aunque más bien al haber salido esa grabación directamente de la mesa de sonido que se usó para el show, abasteciendo a las guitarras de un omnipresente flanger que hace que percibamos tan familiares clásicos desde otro prisma, desde otra dimensión, ganando las canciones un nuevo cariz de poder. Ese último es uno de los puntos que hace tan interesante a este pirata, no sólo por la nitidez y corpulencia con la que suenan los temas, que también, o ese maravilloso estado de gracia del que gozaba Rob Halford, con algún desliz vocal lógico del directo pero dándolo todo como pocas veces se le ha escuchado en una grabación en vivo. “Ultimate sound quality” reza en la contraportada, y no iban mal encaminados en cumplirlo los de Midas Touch.

Este show tampoco pertenece a la gira de presentación de uno de los mejores álbumes de Judas, precisamente, pero la fuerza de su performance y esa aura ígnea que posee su sonido me han animado a hablaros de él. Contamos con la rareza del resultón Troubleshooter sonando sobre las tablas, y otro de misma genética pero más acertado, ese You Don’t Have to Be Old to Be Wise que conformó uno de los nueve mandamientos del icónico British Steel.

Y abriendo el evento con The Ripper, la ceremonia es desde luego realmente exótica (en aquellos tiempos llegaban a abrir con Solar Angels, bizarra belleza). Con semejante acto primero, notamos ya cómo queman esas guitarras, y cómo todo se erige en altos relieves escapando de los altavoces de lo nítido y sólido que fluye (siempre con el siseo de rigor que empaña, y empana, a todo pirata, no pretendo venderos la moto). Cada fraseo incide a puñal en nosotros, como casi sacado del mismo Unleashed in the East, clavando los músicos a la perfección toda esa tétrica y regia sinfonía, esos elegantes punteos, quizá no en otro lugar mejor que como sonaron en Wiesbaden.

Cuando Richard Wagner se gastaba los cuartos en el célebre casino de esta urbe alemana, ni imaginaba que fuese a pisar mismo territorio un siglo después de su muerte una versión tan compacta y eléctrica de su herencia musical. Grinder y ese riff suyo seccionado a guillotina hubiera dejado pasmado con o sin agrado al famoso compositor, por ver en su acorde-martillo la más comprimida cristalización de su pasión por los graves y la contundencia, de su afán por que las paredes retumbasen en sus conciertos con el rauco fragor de los octabajos. Sin duda Wiesbaden retumbaría y no por esos antiguos monstruos de madera citados, sino por la muralla de Marshalls que irradiaron este himno del British Steel, que por un fallo de la grabación cae en pequeños bucles en cierto momento, como si se rayara el disco, pero que pese a ese ínfimo contra que en pocos segundos se soluciona, podemos disfrutarlo muy gratamente, y a dientes apretados por la garra que tiene y por las ganas con las que lo canta Rob. Perfecta ejecución del solo, y atentos después de ello al pasional giro del cantante en ese ”… of this earth” con el que concluye la tercera línea.

Como los giros que tan maravillosamente enrosca en la frenética Hot Rockin’, sumados a esa fonética rockera tan única con la que pronuncia y entona este himno del Point of Entry. El sonido altamente electrificado de las hachas de Tipton y Downing empuja a cuchillazos de acorde una de las interpretaciones más vivaces y pujantes que se han registrado de ese tema, una de las pocas además al caer pronto de los set-lists de la agrupación esta canción de videoclip tan gracioso, y tan gay (ese momentazo del gimnasio, la sauna y el secador de pelo se queda para siempre en los cocos más peludos de la movida).

Originario del misterioso Sin After Sin del ’77, donde aparece un Diamonds and Rust que en aquella noche germana volvió a cobrar vida, el Rock ‘N’ Roll diabólico de la épica Sinner también asiste. El solo de K. K. Downing, tan contorsionista como su dueño, vuelve a dar pie a la improvisación para hacer más único a este bootleg. El formato no oficial de la grabación, que aunque sobresaliente deja sonar irremediablemente su pobre status, potencia así más la figura fantasmal del Pecador en sus secciones más lúgubres, dándole ese visillo sonoro un aire más terrorífico aún del que ya mostró en pleno hall de ese mausoleo que dio rostro a Sin After Sin. Sea en estudio o en cualquier representación en directo, Sinner siempre me absorberá a su tenebroso horizonte como toda una entidad hecha canción, como una de las piezas más hipnóticas y perversas de los Priest setenteros. Pura magia.

Y aquéllos tan ajenos al invento que al asomarse no comprendan cómo una banda cuyo bajista se empecina en su “dumdumdum” y su cantante no tiene melena, pueda ser una de las agrupaciones más deificadas del cosmos metálico. A esos curiosos les pediré que acerquen el fonendoscopio a Beyond the Realms of Death, pues en cada segundo de esa pieza descansa y destella el fundamento que da respuesta a esa pregunta, y a aquélla tan manida del sentido de la vida, pues hay que nacer y vivir para oírla, y morir sin olvidarla.

Sin olvidar ese solo de Glenn Tipton, cuya partitura debería tallarse en mármol y erigirla como monumento en una plaza de Birmingham. Todos los que hayan pinchado en esta reseña al leer “Judas Priest” en la cabecera conocerán o deben conocer semejante power-ballad, pero en pocas ocasiones se habrá escuchado a la voz de Lord Octave relampaguear como lo hace aquí en el estribillo, que seguro que puso a más de una melena como la de Marge Simpson, por ello y por su tan suave y sentida actuación en los versos, recurriendo en cierto momento al rescate de esos mántricos graves que tanto practicó en Rocka-Rolla y pronto abandonó, dándole así al tema una pátina más antigua aún que su propia procedencia, haciéndolo renacer con más solera y romanticismo. La llamarada solista de Downing al final produce toda una deflagración en el estéreo, punteada con una exactitud tremenda y revolviéndose en ella ese feeling salvaje del rubio del mismo modo en que lo hizo en la versión original. Posiblemente ésta sea la mejor versión en directo que existe de Beyond the Realms of Death, potenciada su furia en sus momentos más intensos y acariciada con más dulzura en sus momentos más pacíficos. Emocionante.

La batería de Dave Holland emprende con su dueño un juguetón paseíto y ya todo el mundo sabe qué empieza. De mucho sirvió ese desvele de Rob cuando intentaba dormir en la planta de arriba de la mansión de John Lennon (donde grabó la banda el British Steel), mientras que abajo Glenn daba la murga con su guitarra recién sacando el riff base de Living After Midnight. “¡Es más de medianoche!”, gruñía Robbie entonces, y de ahí nació la canción, canción que aquí no podía faltar como tampoco falta Breaking the Law, y en su versión más castiza, conservando aún su tempo original y sin aditivos ni colorantes (como aquel solo que escuchamos en la versión del Priest…Live!). No podían faltar esos dos hits, credenciales tan válidas como aquella cuchilla que los protegía en la puerta.

Antes de cerrar telón nos invade el Tirano de las Tristes Alas del Destino. Tyrant es una canción frondosa de matices, tanto vocales como instrumentales y rítmicos, y en esta versión acelerada todo ello se ciñe más rotundamente pero no pierde su belleza y melodía. Las ganas con las que lo anuncia Rob pegadas a esa demencial intro que se le prepara ya la hace diferente, pero luego igualmente animada y vital en su proceder, aunque hable de un tema tan dramático como una dictadura. La progresión de melodías que codo con codo van tejiendo Tipton y Downing en esta canción marca uno de los mejores duetos guitarrísticos que registraron en su era de los ’70, esa armoniosa arborescencia que va mejorando cada vez más y más hasta llegar a su cima de frenesí y morir con el acorde que da pie al último estribillo. Soberbio. Y nuclear ese último ”Fall!” de Halford, que lo agudiza, alarga y con furia lo va tornando más corrosivo hasta fusionarse con los últimos licks de guitarra (más sentidos que los del famoso pseudo-directo de Japón) y así desatarse el terremoto que terminó de derrumbar los lujos de esta elegante urbe teutona donde Judas Priest aterrizaron, antes de que su aeronáutica infernal diseñara a aquella rapaz de metal que pronto llegaría.

En contenido e interpretación no dudo que hayan rulando por ahí mejores conciertos piratas de Priest que el que aquí os traje, pero más verdad es que de cada uno de ellos se saca algo que queda para toda la vida en la psique del fanático de esta banda… Un viejo y nuevo giro en cierto verso que nos cautiva, escrituras diferentes de esos solos que tan bien conoce cada huesecillo de nuestro oído, un punteo furtivo que redecora un momento legendario, un fill de batería no esperado pero bienvenido… Ésa es la magia del directo, duplicada por magos del directo… Por dioses del Metal.

Priestmaniacs, sean bienvenidos al show:

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4

Parte 5

Rob Halford - Voz
Glenn Tipton - Guitarra
K. K. Downing - Guitarra
Ian Hill - Bajo
Dave Holland - Batería

Sello
Midas Touch