
1. Rotted Futures
2. Excelsior
3. City Swine
4. Atomic Age
5. Transmission to Mercury
6. Alphaville
7. The Greater Good
8. Experiment
9. Happy Home
Ante nosotros se presenta uno de los trabajos más fabulosos del año. Precedido por aquella ventana al abismo como fue "Vile Luxury", el trío neoyorquino Imperial Triumphant nos hace entrega de una nueva obra maestra. Una colosal demostración de talento por parte de un conjunto que, lejos de dormirse en los laureles, rápidamente fue y se encerró con su habitual Colin Marston (Gorguts, Krallice, Dysrhythmia) para esculpir su cuarto largo oficial.
El resultado fue un álbum maravilloso. Una propuesta que destaca por su brutal sinceridad, presentándonos una versión bastante refinada de su sonido, el cual se desarrollará de una forma casi cinematográfica. Aludiendo a su musa y principal fuente de inspiración, Imperial Triumphant realiza una nueva ofrenda a su natal Nueva York; deshilachando sus miedos y angustias a la vez que la reivindican como eje central de la civilización occidental, haciéndola participe de la acción y encasillándola de manera casi conceptual en aquellos "locos años veinte". Aunque también nos presentan referencias de la "Alphaville" gris y totalitaria de Godard, de la cruel "Metropolis" de Lang, y de la enigmática y morbosa Nueva York que nos entregó Kubrick con "Eyes Wide Shut".
Con una brillantez instrumental pasmosa, los de Zachary Ezrin nos teletransportan por medio de su música a una época donde la Gran Manzana se elevó por encima de la Europa herida tras la guerra. Nos reviven imágenes de la ley seca, de los gangsters con sombrero de fedora, de los rascacielos y sus luces, de la revolución que significó la entrada del sonido al cine y el posterior auge de Hollywood; mezclándolo a su vez con el sentimiento de angustia perpetua del emigrante, el sueño americano, la enfermiza rutina laboral, la zozobra y la avaricia. Todo esto se logra mediante un componente lírico magníficamente conseguido, estableciendo claros paralelismos con el presente que vivimos y proyectando así un mensaje horripilantemente pesimista del cual la obra se beneficia muchísimo.
En una hora y nueve temas, el trío se despacha un disco neurótico, de una profundidad compositiva que gambetea los limitados recursos literarios que poseo para describirlo. La estructura del álbum se articula mediante una marcada tendencia hacía el Death Metal contemporáneo, de claro influjo disonante. Se llenan los huecos con un acento Black que reviste las composiciones de oscuridad, más no logra hacerse con el predominio total de las estructuras. En cambio, el Jazz sí ejercerá rol protagónico, haciendo de catalizador y otorgándole concesiones a un grupo que, con variabilidad de recursos y maestría, desenvuelve sus inquietudes mediante el caótico empleo de acordes y compases complejos que no hacen más que desnudar un altísimo calibre de ejecución.
Analizar cada canción de manera individual sería caer en la redundancia más absurda. Este es un álbum que debe estudiarse quizás más allá de lo estrictamente musical. Hay que vivirlo, sentirlo y sufrirlo. Bastará con escucharlo mientras se camina por la calle y ver cómo todo lo que desarrolla la banda se materializa frente a tus ojos. Todos estos males de ciudad se condensan en un aura abrasiva y decadente, creando una conexión directa con el oyente. Cada uno de los temas, incluido los covers de Voivod y The Residents, se sucedan en un vaivén de emociones. Se unifica con éxito y naturalidad la tradición musical de su urbe natal con el Metal en su vertiente más moderna y atrevida.
Es palpable en la producción que se abandona la oscuridad insondable y cavernosa en beneficio de un sonido limpio y cristalino. Atrás queda ese eco abisal de sus primeras obras para adentrarnos ahora en las luces de la ciudad, en una especie de art decó putrefacto. Un extraño glamour decadente y corrompido que se manifiesta sin renunciar jamás a su faceta musical más extrema. El decorativo de los temas vendrán de la mano de un Black-Death endemoniado que siempre empezará con cierta parsimonia, pero que irá intensificándose progresivamente hasta terminar salpicándolo todo de sangre.
La interpretación del álbum es magistral. Hay profundidad y pasajes bien marcados entre sí, aunque muy proclives a caer en el caos total. El minutaje goza de un ritmo especial, a la vez que la agrupación marca el pulso mediante el gran valor que le otorga a los espacios, a los silencios abruptos y a los coros. La guitarra de Ezrin sabe imponerse y tomar el mando, ejecutando un amplio aglomerado de punteos, arpegios y riffs que se manifiestan como vapor de alcantarilla en noche de invierno. Por su parte, la batería deambula un poco a su suerte. Siempre cuidadoso, calculado y simétrico, Kenny Grohowski mantiene un equilibrio despampanante, apoyándose en el bajo de un Steve Blanco que se gusta a sí mismo. Todo será levemente barnizado por cuarteros de barbershop a capella, samples y radiodifusiones mixtas que le dan al disco un toque "retro" muy auténtico. Todo sumado al plus que significa tener invitados de gran nivel, como Tomas Haake de Meshuggah o Andromeda Anarchia, quien también comparte con Ezrin en Folterkammer.
En vocales nos toparemos con toda una baraja de recursos. Desde un growl de ultratumba hasta el shriek más esquizofrénico, el álbum logra mantener un increíble carácter unitario. Los trazados instrumentales pertenecen al mundo del misterio, con piezas recortadas y remarcadas por un gusto sublime por la técnica y el recurso disonante. Imperial Triumphant es capaz de lograr todo este ambiente sumamente refinado -incluso aburguesado- mientras se mantienen sumergidos en la oscuridad. En esa atmósfera de puro misticismo de donde proceden este inquietante juego de resonancias y contrastes que rallan en lo desagradable. Odas al hastío vital que se ahogan en la vorágine instrumental, enredándose sobre sí mismas para terminar explotando en un clímax sorprendente y de harta expresividad.
Un capítulo más en la apasionante y todavía corta carrera de la banda. Una producción moderna, que oscila entre esbozos abstractos y de disonancias malditas. Una bella obra de arte. Pura, arrogante, con chispazos de fantasía, fuerza y una ingeniería de sonido que permite que los instrumentos brillen y sean encaminados con total fluidez, creando una propuesta que se palpa orgánica y sublime. Es el triunfo de la creatividad y la experimentación por encima de los esquemas tradicionales. Reinterpretando a Portal, Gorguts y Ulcerate bajo su propia inventiva, buscando siempre ir un poquito más allá. Una especie de salto al vacío que escudriña profundo en el alma del oyente.
"Alphaville" es un disco complejo, pero a la vez es el más accesible de su carrera. Un detallado y exhaustivo análisis del devenir de la sociedad por parte de una agrupación que se siente totalmente conocedora de su entorno y de su cultura. Nueva York, la selva de concreto que encierra lo mejor y lo peor de la humanidad, como bien representa el imponente coloso de la portada, obra del genial Zbigniew Bielak.
Poco más que agregar. Espectacular trabajo. Realmente notable. Cinco cuernos.
Zachary Ezrin: Voz, guitarra, orquestaciones
Steve Blanco: Bajo, teclados, piano, voz
Kenny Grohowski; Batería
Invitados:
Yoshiko Ohara: Voz (coros)
Sarai Chrzanowski: Voz (coros)
Andromeda Anarchia: Voz (coros)
Phlegeton: Voz (8)
Colin Marston: Guitarras adicionales
J. Walter Hawkes: Trombón
Tomas Haake: Taiko
R.K. Halvørson: Cuarteto de barbería