
1. The Cosmic Trance into the Void
2. Infinite Consciousness
3. Death in the Abyss of Meditation
4. Into the Bowels of the Absolute
5. Maharkala
6. The Catacombs of the Mandala
Nada como un poco de misterio ¿no? Pues aquí tenéis un grupo de esos cuyo/s artífice/s se mantiene/n en el anonimato. Nada más y nada menos que unos compatriotas míos llamados Hic Iacet, gallegos… sean cuantos sean. De esta agrupación no se sabe gran cosa, por no decir nada. Lo único que tal, es que la banda se fundó en 2010, y que hasta ahora lleva una demo, un EP y este disco que os presento: The Cosmic Trance Into The Void, de principios enero del 2015. Unos quince mesecitos que ahora tiene, y a pesar de que el álbum se me presentó hace cosa de un año aprox (por uno de nuestros camaradas), parece que ha pasado más tiempo. Y no lo digo porque el álbum haya envejecido bien o mal… todavía no es tiempo para decidir esas cuestiones, es que sencillamente mucho ha llovido desde entonces. Recordad que ahora mientras me leéis, estoy en Galicia... y aquí llueve un cojón.
Pues ahora, pensad en una propuesta extrema, pero que no tira hacia un género concreto. Por aquí se juega con el Black Metal más bestia, desde luego… pero del mismo modo, esta faceta se ve fusionada con el Death y Death/Doom más cavernoso que se os ocurra. Es una atmósfera negra como la historia de la humanidad, negra como el horizonte del universo… atosiga, machaca como un martillo pilón y envuelve con unos riffs claustrofóbicos. Pero sin duda, lo que le da a Hic Iacet un brillo, un toque especial, es el uso de la batería y los tempos: El modo en que se desenvuelven los breaks como el de la canción homónima The Cosmic Trance into the Void en el 1:50 y 5:28. Son esa clase de pasajes, de atmósferas las que hacen de Hic Iacet una banda algo distinta, puede que incluso exótica para tocar esa música tan ortodoxa y primaria… después de todo, es metal extremo sin casi melodías ni tecnicismos ni florituras: directo a nosotros con mano abyecta y mirada ladina.
Riffs como los del desenlace de Infinite Consciousness, con sus “derrapes” de palm-mute, o esos tremolo pickings de su comienzo o el de Death in the Abyss of Meditation… tan a la orden del día en la obra de Hic Iacet. En el caso de esta Death in the Abyss, hay que reconocer que tiene un estilo muy semejante al del death sueco más guarro como podría ser el de Grotesque, Grave o Entombed. Por aquí van los tiros… según como afinemos el oído va a sonar más a un sub-género que otro. Más ambigua suena todavía Into the Bowels of the Absolute, cuyos riffs cabalgan de manera interminable con el fin de hacernos entrar en una suerte de trance con los graves de las guitarras. Así, de este modo, cuando llegamos al cuarto minuto, ese break nos vuela la cabeza con doble intensidad. Es curioso… las melodías y riffs son predominantemente deathers, pero las estructuras… ¡ay amigo! ¡Eso es más black que el corpse-paint!
Los cánticos meditacionales de Mahakala confirman esa idea de que The Cosmic Trace Into The Void es un álbum con cierto enfoque místico; entre sus letanías y recursos cuasi-religiosos, la verdad termina por salir a flote en este mar de negras aguas. Al fin el disco va tocando a su fin, pero el último sendero a tomar es la extensa y tortuosa Catacombs of the Mandala, con sus diez minutos de pesadas descargas. Los tempos se van estirando y encogiendo como un muelle, por momentos nos acercamos al Doom/Death, y en otros, sencillamente cabalgamos sobre las vibrantes cuerdas, mientras su vez la batería hace posible esta danza macabra.
Sobre las voces, no tengo queja alguna, son de esa clase de registros rasgados al mismo tiempo que graves, de los que complacen al mismo tiempo a los amantes del Death como del Black por igual, que no molestan ni saturan. En resumidas cuentas: casan con la música. Y añadiría también que aportan ese aire de misterio que tan a juego le viene a Hic Iacet. En cuanto a la producción, pues tampoco hay razón de protesta: se trata de un sonido sucio, algo oxidado… con su dosis exacta para ser precisos, para conseguir que este trabajo tenga el tono adecuado; que asusten sus cuerdas… y que los parches y platos vibren sinuosamente, como debe ser en un disco de esta condición.
En mi opinión personal, pienso que este disco ofrece una propuesta interesante, y aunque no sea del todo original, sí que tiene un toque especial que bien vale la pena explorar. Y más, teniendo en cuenta que son compatriotas (míos al menos, vaya…). Yo lo veo claro: cuatro cuernos bajos para The Cosmic Trance Into The Void de Hic Iacet, un 7,25 para él.
(Desconocido)