
1. Occidental, Beware the Steppe
2. Those Who Worship the Sun Bring the Night
3. No Stronghold Can Withstand This Malice
4. To the North of Pontos Axeinos
5. Anxiously They Sleep in Tumuli
6. Melanchlaeni
7. Shadowed by a Veil of Scythian Arrows
Tras dieciséis años de inactividad, Roman Saenko despierta a Hate Forest de su letargo y publica en plena navidad un trabajo feroz y ciclópeo que sorprendió a propios y extraños. Un testimonio más del poderío compositivo que es capaz de montarse él solito, un tipo al que siempre le reconocí un gusto innato y un tremendo pedigrí para componer piezas realmente memorables, tanto aquí como en Drudkh, Blood of Kingu o unos todavía incipientes Precambrian.
"He aquí un ejercicio lacónico y honesto de Black Metal elaborado en la frontera oriental de la vieja Europa. Lleno de disgusto por ese Black Metal moderno y pseudointelectual de selfies en Instagram." Con esa escueta pero contundente nota que dejó en su Bandcamp, el señor Saenko no sólo entabla puentes de dialogo y de amistad por el mundo, sino que marca de entrada los senderos por los que se moverá el álbum en cuestión, el aquí reseñado "Hour of the Centaur".
Siempre rodeado por esa aura de misterio y sospecha que le ha acompañado a lo largo de su carrera, el ucraniano coge por los pelos muchas referencias clásicas de su sonido y nos revela, nuevamente, su faceta más cruda y descarnada. Un trabajo que desde la primera escucha arremetió contra mí con la fuerza de un batallón eslavo marchando a través de las estepas. Todo esto es posible gracias a una minuciosa labor de composición, muy bien provista de esos elementos fundamentales para erigir el sonido típico de Hate Forest, el cual destina recursos importantes en pro de estas atmosferas tan bélicas y crudas que se sienten como un inmisericorde golpe de desprecio directo en los dientes
Con una duración acertada que ni llega a los cuarenta minutos, los siete temas nos declaran sus intenciones por medio de títulos rimbombantes y categóricos. A falta de letras, esto nos será de guía para dilucidar por donde pueden ir los tiros. Un canto de furia y sangre. Una oda que se arraiga como puede a los campos medievales de la estepa euroasiática y encuentra en sus mitos y leyendas la inspiración necesaria para descerrajar el que es un mi opinión un maravilloso trabajo de Black Metal en toda la regla. Todo ideado por un Roman Saenko estelar, apasionado, sabedor de sus cualidades y que nunca necesitó de grandes alardes de técnica ni virtuosismo para emocionar y conmover mediante sus ataques en la guitarra.
Los riffs son monolíticos e inminentemente propicios a caer en el caos más atroz, dado la velocidad con la que son ejecutados. Sin embargo, la magia en este trabajo radica en ese interés constante por ahondar en la vorágine más absoluta al mismo tiempo que se manifiesta una gran sensibilidad en lo que a melodías se refiere, por más que se las pretendan arrinconar entre capas y capas de una distorsión implacable que concede siempre muy pocos resquicios para el sosiego. Incluso diría que lo más impresionante del trabajo será precisamente esa yuxtaposición constante de riffs avasalladores y melodías con tintes folk, propiciando así un atractivo juego de texturas que es fácil pasar por alto, dado la indudable simpleza con la que Saenko encara la mayoría de sus composiciones.
Detrás de estas persistentes ofensivas instrumentales yace el que es para mí el factor determinante para erigir el sonido distintivo de Hate Forest: la batería programada. Este artilugio, cuya programación se le acredita a Vlad Petrov, quien ha sido baterista de Drudkh en los últimos catorce años, es una autentica trituradora de carne. Este perpetuo blast beat embiste con una bestialidad casi irracional y humillante que sólo logra deshumanizar todavía más una propuesta que encuentra sus puntos fuertes precisamente en este empeñado mensaje de aborrecimiento y antipatía para con el oyente. No obstante, he admitir que me sorprendí gratamente cuando, en momentos muy puntuales, esta percusión decide arrojar las armas y se deshace ante la presencia de esos largos y letárgicos pasajes atmosféricos más propios de Drudkh, de los cuales inevitablemente se conservaran algunas reminiscencias por acá. Es sorprendente la soltura con la que todo es hilado, entronizando un apartado vocal digno de alabanza, por cuanto se logra realzar el mensaje de hostilidad y odio gracias a ese devastador growl de ultratumba que bien se le conoce a un Saenko que se despacha a gusto.
Un álbum que se desarrolla entre la vorágine y la rememoración de tiempos arcaicos, por lo cual Saenko se sirve de un amplio espectro de temas que le permiten explorar esos terrenos y dotarlos de una brutalidad realmente insultante. A su vez, me resulta chocante ver cómo cada composición despide un inusitado aire de solemnidad eslava que se forja gracias a un formidable dominio de los ambientes. Todo está ordenado a la perfección, esquematizado en el marco de un sonido áspero y dominante. Un gran trabajo por parte de uno de los hombres más importantes e influyentes de la escena de Europa del Este. El GOAT, como se le dice actualmente. Cuatro cuernos.
Roman Saenko: Voz, guitarra, bajo
Músico de sesión:
Vlad: Batería programada