
1. Sigullum Naturae (04:15)
2. Sense and Ideal (05:11)
3. X-tro (04:11)
4. Coifrtcilmee (02:54)
5. F.E.A.R. (04:43)
6. My Total Vision (06:20)
7. Concealed Metaphysics (03:06)
8. Grand All-Embracing (03:36)
9. Broken Within (04:38)
10. Golden Gates (Opening for Me) (03:54)
Yo entiendo a quién las extravagancias rebuscadas se les haga algo sin sentido, sin propósito alguno y con ninguna gracia, pero uno como oyente llega a un punto que busca rarezas sonoras no por pajas mentales de que el metal tiene que “evolucionar” siempre y romper sus esquemas mirando a otros lados porque ese es el “progreso”, sino por que uno busca estas fumadas que de primeras no tienen ni pies ni cabeza por mera diversión; por encontrar diferentes texturas, sensaciones, combinaciones y composiciones que sí, lo mismo son innecesariamente intrincadas, pero esa naturaleza laberíntica entretiene.
Grupos como Ved Buens Ende, Anubi, Oxiplegatz, Fleurety o Arcturus pueden alejarse mucho del Black Metal a oídos de varios y entrar más en el territorio del progresivo antes del Metal “puro”, a mí personalmente me la suda si son esto o aquello porque en ese tipo de música no importan las etiquetas, sino las ideas tan creativas y personales que salen que al final dan como resultado inquietantes atmósferas, momentos de belleza imperante, halos etéreos y también de intensidad, aunque no tan marcada, muy pasional.
Dentro de ese grupo de “perros verdes” hay un grupo que me gustaría destacar que no es muy conocido, en parte por ser de esa olvidada zona que es Europa del Este, en donde países como Letonia, Ucrania, Hungría, República Checa o Polonia han tenido una breve y escasa (siendo República Checa y Polonia posiblemente las más prolíficas), pero buena cosechas de bandas underground extremas.
El grupo es cuestión es Graal, una de tantas bandas que no tuvieron nada de suerte y que desaparecieron con un mísero álbum editado, pero más allá de ser un caso anecdótico de una banda del montón que no pudo llegar a más nada por mediocridad, estamos hablando de una banda que era demasiado rara para su propio bien en un país donde la difusión era prácticamente nula.
Empezaron como Brainstorm desde 1992 hasta 1997, practicando un Death Metal elegíaco, primitivo y extravagante y transicionaron de manera natural al Black Metal, si es que se le puede decir así lo que tocaban Graal y es que ese un tema complicado: definir qué coño es lo que practicaban o pretendían los ucranianos.
Siendo honestos, Graal no vienen a inventar nada completamente nuevo ni a partir en dos los paradigmas del Black Metal cómo sí lo hicieron grupos como Ulver, Ved Buens Ende o Enslaved, por nombrar a algunos. Es claro de dónde sacan sus influencias (hasta cierto punto) y que formaciones como Ved Buens Ende, Arcturus y posiblemente Anubi fueron inspiración, pero la cuestión no se queda en una burda imitación ni mucho menos, sino que “Sigullum Naturae” termina siendo un álbum muy personal, peculiar y desbordantemente lisérgico, con un aura naturalista que sí los desmarca de los demás grupos “Avant-Garde” de la época.
Con “Sigullum Naturae" y "Sense and Ideal” para el entendido ya queda claro por dónde van los tiros: voces atormentadas, erráticas que se interponen en capas de locura esquizofrénica que inmediatamente retrotraen a Ved Buens Ende, guitarras caóticas e intrincadas con la extravagancia circense de los Arcturus más locos, sonidos de pájaros resonantes y constantes que te dejan descolocado y una producción deficiente, de garaje, que lejos de restar suma enteros por la extraña y etérea atmósfera que crea, sonando como si la música estuviese en el aire como partículas de éter esparcidas que inundan el panorama. No inventan nada completamente nuevo, sino que toman de aquí y allá, combinan el Black vanguardista de los noventa y también miran hacia atrás tirando bastante del rock psicodélico y progresivo, incluso sonando que da miedo a Jethro Tull bañados en ácido como se evidencia claramente en “Grand All-Embracing” con su desquiciada y vehemente flauta hippie que te persigue como una brisa incesante que sopla con una fuerza capaz de empujarte.
Escribir sobre un disco de esta naturaleza es desorientador y abrumador, porque no es un álbum que riza el rizo sin un ápice de gracia para sonar como un despropósito payaso, sino que juega en el filo de la excentricidad sin aparente objetivo y la genialidad de crear pasajes que te transportan fuera de la realidad y te llevan a lugares inhóspitos, fantásticos, retorcidos e inverosímiles. Y aunque suene raro para estar hablando de un invento de esta calaña, lo que los hace tan especiales no son las composiciones en sí, que no son más alocadas o imposibles que nada que no hayan hecho Ved Buens Ende, Anubi, Fleurety o Solefald, sino es su sonido, posiblemente producto de tener muy pocos recursos (el álbum fue lanzado nada más en cassette), que dota a todos los instrumentos de una capa ahogado, como si de una neblina se tratase, que hace que todo suene más tenue o domado, menos materializado y más abstracto y en ese sentido me recuerdan a un caso similar, solo que tirando al Death y al Thrash, como lo son los bielorusos Hospice con su fuera de serie “Irreparableness”.
Entrar en detalle en cada tema es una tarea en la que me gustaría adentrarme, pero sería, además de pesado, fútil y eterno por la cantidad de momentos que te hacen levantar la ceja, cerrar los ojos, dejarte llevar y levantar de punta los vellos del cuerpo. Y, por pretencioso que suene, explicar en exceso este “Sigullum Naturae” sería tan ridículo e innecesario como buscarle un significado demasiado concreto a las pinturas de un Kandinski, Pollock o Dalí, cuando su arte es para perderse en ella, sentir y no buscarles demasiado sentido.
Un álbum que dejará encantados a los que se evaden y se echan malos viajes con música en vez de con drogas. Un disco que a pesar de tener una más que considerable proporción black metalera en su ADN veo más como una evolución lógica y natural del ya distante rock psicodélico y folclórico de los años sesenta.
Una muestra de que en la música el querer salirse de la línea no siempre es sinónimo de una pretenciosidad antipática para creerse un más brillante y “dotado” artista, sino que muchas veces esa búsqueda de lo diferente surge de una inquietud expresiva y genuina de donde salen auténticas bellezas.
“Sigullum Naturae” puede ser una fumada de mal gusto o un viaje extraordinario y único de los que no se olvidan, tus oídos decidirán y sea cual sea la respuesta al menos te llevas una experiencia distinta contigo. De esos álbumes que difícilmente dejan indiferente.
Valoración: 8.9
Elena: Teclados
Sergey Dembovsky: Batería
Vladimir Malenko: Guitarras
Anatoliy Makogon: Bajo, Voces
Leonid Savin: Guitarras, Voces