The Clash - London Calling

Enviado por Stoned el Dom, 21/02/2016 - 17:30
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FÚTBOL, PELEAS Y ROCK AND ROLL
Es imposible hablar de The Clash sin hablar de la crítica política. Lejos del carácter vagamente nihilista y hedonista de los Sex Pistols, fueron quizá la primera banda que se involucró directamente con una ideología clara, siendo el mensaje político de sus letras tan (¡o más!) importante como su música.

Sus dos primeros albums son clásico punk-rock de la época (¿nadie se fijó nunca en ese “¡One, two, three, four!” que abre “White Riot”, y a continuación la sencilla y ruidosa progresión de acordes al más puro estilo Ramones?), y les llevan a girar por E.E.U.U. (aunque realmente el éxito americano llegaría entrados los ochenta) con gente como Bo Diddley, que tiene el honor de ser uno de los padres del rock ‘n’ roll, y era más punk que todo el área de Candem, y si quería, más heavy que toda la NWOBHM. Cuentan las crónicas que este insólito matrimonio (¿alguien se imagina, por hacer una analogía, una gira americana con los Sex Pistols siendo teloneados por Chuck Berry?) influyó enormemente a The Clash.

Así pues, si bien The Clash eran musicalmente mucho más complejos y polivalentes que los Pistols, fueron incluyendo cada vez más y más influencias en su música, hecho que se plasmaría muy visiblemente en su tercer álbum: “London Calling” (1979).

El primer paso fue encontrar un nuevo productor, y lo eligieron a pesar de la contrariedad de la discográfica: el inestable y violento Guy Stevens, que sólo dos años después de la grabación del disco moriría a consecuencia de sus graves adicciones. Cuando los Clash le visitaron en su casa para proponerle el trabajo de productor estaba viendo en la televisión la película de Led Zeppelin “The Song Remains The Same”; Stevens estaba visiblemente colocado y le gritaba a la tele irritado por las imágenes fantasiosas de inspiración medieval que salían en la película: no pudo más y terminó por arrojar el LP de la banda sonora del filme, que blandía entre sus manos, furioso, a Joe Strummer con inmejorable puntería. En todo el ojo.

Una vez en el estudio, Guy Stevens solía pelearse con el ingeniero de sonido día sí día también, a veces porque quería parar todo el proceso para ver tranquilamente los partidos del Arsenal, equipo del que era acérrimo seguidor. Además solía gritar y destruir cosas por el estudio, pensando que así The Clash conseguirían un ambiente más crudo, creativo… y destructivo. A pesar de todo ello, Stevens se llevaba con el grupo a las mil maravillas y fomentó un ambiente de camaradería entre ellos organizando partidos de fútbol justo antes de las sesiones. Para cuando los de la discográfica CBS cometían el error de acudir y aceptar jugar una pachanga con ellos, se volvían a sus lujosos, amplios y luminosos despachos en la City con las espinillas llenas de moratones…

KEEP CALM AND LOVE MARGARET THATCHER
Así pues, si The Clash habían ido absorbiendo desde su formación más y más influencias –Mick Jones llegó a declarar por esa época que el punk era demasiado estrecho de miras-, no sólo lo musical les influía; su entorno, el contexto histórico en el que los Clash vivían en 1979 fue también motivador a la hora de crear el contenido lírico de las canciones que se publicarían en “London Calling”. En aquel momento en el Reino Unido acababan de celebrarse elecciones que terminaron con el ascenso al poder de uno de los personajes más odiados de la historia inglesa reciente: Margaret Thatcher. Con sus políticas neoliberales, su conservadurismo propio de la era victoriana y su apoyo a sanguinarios dictadores latinoamericanos no se ganó precisamente las simpatías de la clase obrera, que por aquella época comenzó a sufrir salvajes índices de desempleo, recesión industrial y económica y, en general, un aumento de las desigualdades sociales y económicas.

En aquel Londres de finales de los setenta comenzaban a verse los primeros skinheads, algunos de los cuales se terminaron por convertir en matones neonazis, y muchos en hooligans que sembraron el pánico por igual en estadios británicos y europeos; el problema de Irlanda de Norte seguía candente –varias decenas de muertos aquel año- y la capital era una megalópolis opresiva, gris, contaminada. Casi siniestra. Y The Clash plasmó todo ese desencanto, esa oscuridad, en “London Calling”. Si bien en sus dos primeros discos dispararon indiscriminadamente contra cualquier cosa que ellos consideraban una injustica, en éste álbum capturarán, casi de manera conceptual, el ambiente lúgubre de su propia tierra, de su contemporaneidad.

YO TE QUIERO INFINITO
El combativo Joe Strummer conoció a mediados de los setenta, en una casa okupa de Londres, a una chica española, andaluza, con la que comenzaría una breve relación. Si bien esta fue efímera –aunque mantuvieron amistad durante el resto de la vida de Joe- despertó en el vocalista y guitarrista de The Clash una pasión desmedida, entre otras cosas, por la ciudad de Granada y la Guerra Civil Española; visitó la ciudad por primera vez más o menos en esa misma época, y se quedó tan prendado de ella que terminó por comprarse allí una casa, en la que pasó largas temporadas hasta su muerte. Se involucró en la vida social y cultural de la ciudad –produciendo un álbum a la gran banda granadina 091- y hoy una plaza de la ciudad lleva su nombre.

Strummer desarrolló también una obsesión en torno a uno de nuestros mejores poetas, Federico García Lorca, cobardemente ejecutado en los primeros compases del conflicto fraticida que se desarrolló en los años treinta en España, desconociéndose actualmente el emplazamiento exacto de sus restos mortales… así que cuando Joe llegó a la comarca por primera vez, reclutó a un amigo y periodista español y, armado con unas palas y un pedrusco de hachís, comenzaron a explorar la zona en busca del poeta, de nuestro poeta, de su poeta… sin suerte alguna.

The Clash han sido una de las bandas más queridas e influyentes para músicos y artistas españoles, cerrándose así el círculo de mutua inspiración… y Joe Strummer lo demuestra colando en “London Calling” una canción, “Spanish Bombs”, que menciona a Lorca, a Andalucía, la Guerra, a la Guardia Civil, y cantando además en castellano… siendo uno de los mejores temas de un álbum rico, ecléctico, profundo en géneros y matices, influyente hasta el extremo… y demasiado largo. Sí.

LONDRES AL HABLA
Si bien el punk británico de los setenta renegaba de sus mayores, las grandes y dinosáuricas bandas que les precedieron, The Clash comenten aquí uno de los pecados capitales más célebres de esas formaciones: la edición de un mastodóntico disco doble. Aunque en este caso, su espíritu proletario se impuso: sería vendido, tras una titánica pelea con su casa discográfica, al precio de un disco sencillo.

The Clash muestran un lienzo en “London Calling” en el que plasman desde el punk más salvaje al rock and roll de onda más fifties, del ska al reagge, del pop vagamente nueva olero al rock más épico. Incluso pinceladas disco…

Siempre he dicho que para hacer discos dobles hay que estar muy seguro de lo que se tiene entre manos, porque el doble de duración requiere el doble de atención. Y para mi gusto The Clash, si bien crean uno de los mejores discos de su época, terminan por hacerse infinitos en este “London Calling”; un disco simple hubiese sido, en mi modesta opinión, un trabajo muchísimo más disfrutable –y eso que es un disco que me encanta-, más condensado, más al grano. Ya se sabe, lo bueno, si es breve, dos veces bueno.

A pesar de esta pega, “London Calling” contiene enormes canciones: la homónima, por ejemplo, es una de las mejores que compusieron jamás. Basada en una distopía post nuclear, su nombre proviene de la expresión que utilizaba la BBC en transmisiones a la población durante la II Guerra Mundial; curiosamente terminó siendo el himno de los JJOO de Londres de 2012, hecho que suponemos que a Joe, de haber estado vivo, le hubiese sentado regular…

En “Brand New Cadillac” los Clash tiran por los cincuenta con un riff de rockabilly distorsionado hasta límite, creando un tono realmente violento y guitarrero durante toda la canción. Con “Jimmy Jazz” coquetean con sonidos jamaicanos en una de sus canciones más conocidas, cuyo inconfundible groove ha sido además mil veces imitado.

Tras la ya mencionada “Spanish Bombs” suenan otras dos grandes composiciones que se encuentran entre lo mejor del disco: en la llena de detalles “Clapdown” Strummer critica a toda esa gente endeudada o arruinada que un día confió en las bondades del sistema y en “Lost In Supermarket” canta Mick Jones envuelto en una musicalidad casi new wave, una crónica escrita por Joe a cuenta de la niñez del propio Mick.

En “Guns Of Brixton” los Clash suenan realmente jamaicanos, y además predicen los disturbios que no demasiados años después se produjeron en el distrito londinense del mismo nombre. Una de mis favoritas del álbum, “Lover’s Rock”, oscila entre el rock y el pop para terminar desmarcándose con una coda ¡funky!

La última canción del álbum –publicada en un primer momento como “hidden track” o pista oculta- sonará definitivamente disco, estilo que a finales de los setenta estaba causando furor en las pistas de baile.

SU REVOLUCIÓN, GRACIAS
Queda así pues “London Calling” como una gran amalgama de sonidos y géneros, rico en arreglos y ambientes, pero también, como dijimos, algo largo e inconsistente. Si bien contiene grandísimas canciones –algunas de las mejores que los Clash compusieron nunca las encontramos aquí- suena más compacto, más redondo, su anterior segundo disco, a pesar ser más plano en cuanto a sonoridades.

La portada, una de las más famosas de todos los tiempos, muestra a Paul Simonon destruyendo su bajo contra el suelo (“la única vez que lo hice”, declaró él) y aunque a los propios Clash no les gustó en exceso terminaron por aceptarla. Completó así la imaginería visual de uno de los mejores discos de su época, un disco en mi opinión algo sobrevalorado, un disco influyente como pocos –los ochenta estaban a punto de comenzar en una orgía multicolor-, un disco que supo captar su tiempo a la perfección.
Un disco que puede sonar en una virulenta revolución callejera en un barrio marginal de Londres y a la vez en los lujosos almacenes Harrods mientras uno busca un buen traje inglés, caro, de los de mil libras para arriba.

Joe Strummer: Voz, guitarra, teclado
Mick Jones: Guitarra, voz, teclado, coros
Paul Simonon: Bajo, coros
Topper Headon: Batería, percusión
Mickey Gallagher: Órgano

Sello
CBS