
01. Madrid
02. Rock ‘n’ Roll Mama
03. Hey Nena
04. Lujuria
05. Miéntelas
06. Jim Dinamita
07. Sin Tiempo Para Vivir
Los que verdaderamente estamos enamorados de Madrid, capital de ese prado de pena llamado España, sabemos que la banda sonora más propicia para pasear por sus calles, para beberte sus bares, para tener sexo con sus mujeres y para partirte la cara con sus ciudadanos, son los discos de Burning; tanto es así que me arriesgo a decir que si el término “Madrid” hubiese de tener un sinónimo sonoro, este debería ser “Burning”.
Así que el primer disco de Burning, como no pudo ser de otra manera, tuvo que llamarse “Madrid” (1978), y la banda posaba en la portada con sus gafas de rock y su pitillo en la boca mirando desafiantes a la cámara, como unos Rolling Stones castizos, quinquis y gitanuzos. Chungos. Lo que se vislumbra a sus espaldas no es más que la entrada principal del Cementerio de la Almudena (situado muy cerca del barrio de los Burning, La Elipa), dato que no puede tomarse si no como algo siniestramente profético: menos de dos décadas después, dos de sus miembros más importantes –Pepe Risi y Toño Martín- acabarían muertos víctimas de sus excesos.
Burning son una de las bandas más legendarias del rock español, y su debut “Madrid” –junto con su siguiente disco “El Fin De La Década” (1979)- uno de los álbumes más importantes jamás grabado dentro de nuestras fronteras; y además, uno de los testimonios musicales –y también culturales- más destacables de la España preconstitucional de la época.
Si bien Burning llevaban juntos desde 1974, hasta 1978, año de su debut, sólo habían editado un par de singles, cantados además en un macarrónico inglés. La mili hizo que pasasen los años hasta que la banda pudo tener una relativa estabilidad. Por aquella época vivían en la extrarradial ciudad de Torrejón de Ardoz, en un lujurioso y caótico piso que los Burning compartían a la manera de esas comunas hippies en las que vivían en los sesenta bandas como Grateful Dead… y este hecho no hizo más que unirles más y más en un ambiente de camaradería que terminaría por inspirarles a escribir allí casi todas las canciones de sus dos primeros discos, algunas himnos inmortales del rock español a día de hoy.
Torrejón, además, contaba con una peculiaridad: dentro de sus límites municipales se hallaba una base americana; allí, los Burning podían comprar discos de importación (por aquella época lograr tal hazaña era algo caro y difícil), artículos de diferente índole rockera… y Pepe Risi compró allí su legendaria Gibson Les Paul negra, bautizada por él como “Negrita”, uno de los instrumentos más reconocidos de toda la historia del rock español.
Así pues, los Burning mezclaron el rock and roll decadente y enérgico de los Stones con unas gotas de las atmósferas oscuramente hipodérmicas de Lou Reed, aliñando la mezcla con la frivolidad hedonista de los putones de los New York Dolls –ellos mismos en sus primeros años solían actuar travestidos y pintados como puertas, lo que en 1974-75, les trajo no pocos problemas con alguno de esos Guardias Civiles de mano suelta y aliento con fragancia de “Sol y sombra”) y añadiendo un espíritu castizo, de barrio obrero, una personalidad quinqui y marrullera y la esencia madrileña tatuada a fuego en el ADN de sus composiciones… y todo ello estará más que presente en “Madrid”.
“Madrid” está criminalmente producido, “but i like it”: suena desharrapado, sucio, peligroso, suena a “descampao” de periferia; suena a unos cuántos cubatas de más –en vaso de tubo, a lo madrileño-, a ese punto exacto en el que la bebida te comienza a hacer perder el control y tú vas mirando mal a todo el mundo, buscando pelea, o mejor, que te partan la cara; suena a Ron Wood y a Keith Richards litroneando unas Mahous en el parque mientras tocan guitarras baratas; Pepe Risi está inmenso acariciando a la “Negrita”, además el tono de ésta es el sonido que mejor producido está de todo el álbum. Toño, que obviamente sabe cantar lo justo, destila chulería y aúlla a veces, otras susurra y siempre desprende feeling, algo que o se tiene o no se tiene. Simplemente se nace con ello, y si no pues te aguantas, oyes.
Johnny Cifuentes, ese macarra que toca el piano (bastante) peor que Jerry Lee Lewis aunque con la misma mala leche, llena “Madrid” de teclados, hammonds y pianos de espíritu honky tonk. Quique Pérez al bajo y Teto a la batería le dan empaque a todo, aportando una coherencia casi milagrosa entre el tono caótico de los Burning.
“Madrid” comienza con una canción titulada igual; está precedida por una melodía de espíritu circense, porque los Burning querían hacer una intro con un castizo organillo interpretando un clásico y madrileño chotis, pero lo más parecido que encontraron fue eso… eran tiempo aún muy oscuros para la música, y más para grabar un disco de rock. La letra hace una analogía entre una prostituta que se prepara para hacer la calle y la ciudad de Madrid, vista como una furcia a veces cruel, otras sensual. Toño canta con una furia contenida, aunque también berrea cuando es menester y Pepe hace una demostración a las seis cuerdas supongo sin parangón en aquella época, si exceptuamos al gran Rosendo que por esos tiempos estaba dándole cera de la buena a su Stratocaster y a puntito de fundar otra de las grandes bandas madrileñas de la historia: Leño.
Con “Rock ‘n’ Roll Mama” Burning facturan un tema deudor de los Stones con una letra macarra hasta la médula, quedando una de las mejores del disco; en “Hey Nena” hay un nuevo homenaje a Sus Satánicas Majestades: los aullidos diabólicos de “Sympathy For The Devil” (que en aquel momento “sólo” tenía una década) sobrevuelan los más de cinco minutos de canción; Pepe Risi y la Negrita escupen fuego y protagonizan “Hey Nena” junto los stonianos “¡uhh, uhh!”, y la letra… digamos que hoy, en 2016, nadie, ni los Burning, podrían publicarla… al menos sin que les cayesen encima riadas de colectivos feministas. Y es que “Madrid” es una demostración testosterónica de varonil hombría, conteniendo partes líricas grotescamente machistas.
La siguiente, “Lujuria”, es una oscura y decadente composición con aires de balada… aunque no es lo que se entiende por ese término, ya que acaba por transformarse en algo retorcido, siniestro y casi etílico. El saxo termina por hacerse con gran parte del peso instrumental, saxofón tocado por Maykol, que es algo así como el Bobby Keys de los Burning; mi padre solía contarme con respecto al propio saxofonista que compartió con él y unos colegas una noche de juerga… y asegura que aunque no lo recuerda bien –espero, por su bien, que diga eso sólo para cabrearme- le suena horrores que una de esas mismas noches le metió un puñetazo en los morros a Rosendo Mercado. Ay, Edipo, como te comprendo.
Con “Miéntelas” regresa el rock and roll, Risi continúa desplegando artillería pesada y Toño Martín canta igualito que el señor Jagger, salpimentando todo Johnny con su hammond. Toma el testigo, “Jim Dinamita”, una de las más míticas composiciones de Burning, un clásico del rock español, aunque la letra vuelve otra vez por derroteros machistas; hoy en día, casi cuatro décadas después, es un plato fijo en los recitales de Burning, aunque eso sí: con la letra algo cambiada.
“Madrid” toca a su fin con “Sin Tiempo Para Vivir”, un medio tiempo con aires narcóticos, adormecido, estremecedor a lo largo de sus más de once minutos de duración. Ya por el final, Risi y la Negrita hacen magia con uno de los mejores solos de la historia del rock español. Y quien no se lo crea, que lo escuche, carajo. Cuando parece que “Sin Tiempo Para Vivir” y “Madrid” han terminado, suena una frenética coda de aires punk que deja sin aliento. Toño termina desgañitándose y el fade out transporta al álbum a su final. Uno de los mejores discos de nuestra historia, un disco con muchos defectos que termina por volverlos a su favor. Que sonando hoy en día sorprende por su frescura, por sus canciones, por la época en la que fue concebido.
También puede ser que alguno diga que no está mal pero que no hay para tanto, hombre. A lo mejor es que no sois de Madrid, leñe… porque como vociferaba Toño en la canción del mismo nombre: “No, sin vivir en Madrid no lo entenderás…”
Toño Martín: Voz
Pepe Risi: Guitarra, coros
Johnny Cifuentes: Teclados, coros
Quique Pérez: Bajo, coros
Roberto Oltra “Teto”: Batería
Otros:
Miguel Slingluff “Maykol”: Saxo