
1. Rider at the Gate of Dawn
2. Crawl to Your Cross
3. Sacrifice
4. Dies Irae
5. Through Blood by Thunder
6. You Don't Move Me (I Don't Give a Fuck)
7. Odens Ride over Nordland
8. A Fine Day to Die
9. War
10. Enter the Eternal Fire
11. Song to Hall Up High
12. Sadist
13. Under the Runes
14. Equimanthorn
15. Blood Fire Death
Toda ocasión especial requiere una celebración, y más que celebración, lo que estoy dispuesto a hacer, es un homenaje a uno de los músicos y a una de las bandas más mastodónticas, históricas e incluso legendarias que jamás dio la música Metal. Hablamos por supuesto del archi-conocido Thomas Börje Forsberg (alias Quorthon), y su banda Bathory. Y es que lo que se cierne sobre ustedes es un océano de letras cargadas de recuerdos, sensaciones, con sus conclusiones y, sobre todas esas cosas, la pasión que inevitablemente tiene que evocar tratar de quien tratamos.
Primeramente, a uno le llegó el nombre de Bathory por el simple hecho de mostrar el mínimo interés por el Black Metal. Porque si te pones a leer no una tarde, sino media hora sobre el tema partiendo totalmente de cero (da igual la década en te ubicases, buen lector), de lo primero que escuchas hablar es de unos tales Bathory. Luego que también están unos suizos Hellhammer/Celtic Frost, Venom, Mayhem… Todos esos nombres llegan rápido. Luego uno se los administra como buenamente puede. A lo poco que me interesé por Bathory, a los 19 años (2010-’11…), viniendo de Slayer y poco más… me puse su debut hechizado por su icónica carátula y, a pesar de ver un germen de interés, sencillamente no me veía (de hecho tampoco lo estaba) remotamente cerca de comprender de qué iba aquella película de1984 (¡Ojo con el año!). Luego, cosa de un años más tarde llegarían Blood Fire Death (’88) y Hammerheart (1990), por influjo de Emperor y su cover de “A Fine Day to Die”, y terminé de enganchar con la banda.
En este punto culminante de mi historia, se materializó ese nexo con Bathory que sabemos que no tendría marcha atrás. Si te viene gustando el Black Metal, aprender a apreciar la obra de Thomas Forsberg es como el remontar el ancho río desde el mar, y recorrer sus furiosas orillas, echar vistazos a sus afluentes y encontrar las primeras fuentes y manantiales; sus orígenes. Aquello que en el fondo una vez tomada la decisión, estaba destinado a suceder. Y llegados a este punto, con lágrimas en los ojos, COMPRENDER a quienes se lo debes todo. Y seria a alturas de 2012 que tendría tal revelación con Quorthon, a quien admiraría como a un ídolo mesiánico. Como con otras bandas que sencillamente son demasiado grandes como para tomar a la ligera; cosas como Pink Floyd, AC/DC, Judas Priest o Iron Maiden. Esa clase de bandas que toca ir descubriendo progresivamente. A cada álbum de Bathory lo seguiría otro tras haber machacado previamente el anterior con absoluta inclemencia.
Luego llegarían Twilight Of The Gods (1991) y Under The Sing Of The Black Mark (1987), abrumadores en sus dos vertientes. Discos que… para no alargarme, sencillamente diré que (nuevamente) me marcaron; el uno por su inconmensurable belleza y épica, y el otro por su crudeza y aura icónica que despedía desde su portada hasta el último de sus temas. Los años irían pasando y con la discografía entera de Bathory exprimida (a excepción del Octagon y Requiem), me fueron llamando la atención sus recopilatorios Jubileum. Y es que gradualmente, y con cuentagotas, picoteaba cosas de ellos, cosas que surgían al andar ojeando cualquiera de sus tracklist y afirmar con rotundidad “¡Coño! ¡Esta no sale en los discos!” y es que claro, hay cosillas que quedan en el tintero cuando se labra una obra tan magnificente. Hablo de esbozos de canciones que llegaron a ser otras, algún descarte, versiones y mezclas raras… un nuevo horizonte de posibilidades.
A razón de que hace tiempo que no se habla de Bathory largo y tendido como se merece, y que ando en mi cruzada por rescatar recopilatorios del Metal Extremo, y tras un largo período de reflexión sobre la vida, fruto del tiempo libre que proporcionó la pandemia, me veo de vuelta a las raíces. Al génesis del que os hablaba, con un punto de vista algo más maduro pero no menos apasionado. Y es aquí, a partir de este punto, cuando realmente me meto en el meollo de la cuestión:
Rescato el Jubileum I, sacado en 1992 seguidamente del exitoso Twilight Of The Gods bajo Black Mark Productions, por razones meramente cronológicas, pero no puedo esconder que en este documento se encuentran muchas de las numerosas joyas que nos brindó Quorthon a lo largo de sus treinta y ocho años de vida. Justo tras la salida de ese “Crepúsculo de los Dioses” (nunca mejor dicho), el sueco asentaría su carrera y logros con los dos primeros volúmenes de esta trilogía de recopilatorios, dando carpetazo a tu etapa más inspirada, y clasica. Esa que va desde 1984 a 1992 y nos deja nada menos que SEIS álbumes que formarían parte de los leviatanes más sacros y definitorios de nuestro credo. Gesta que solo encuentra precedente con Black Sabbath y sus seis primeras obras de los setentas, con la sutil diferencia de que mientras que los de Birmingham eran cuatro, el ente de Bathory se puede reducir en un solo ente. Sin contar que los Sabbath tenían más campo abierto y horizontes de posibilidades comparados con la escena en la que le tocaría a Quorthon desenvolverse ya en los ochentas.
En una etapa en la que cualquier discografía está a unos pocos clics de alcance para cualquier interesado, no puedo hacer sino enfatizar las obvias diferencias que hay respecto a décadas como los ochenta e inicios de los noventa, cuando el paradigma era otro bien distinto. Y es que el internet hizo mucho en favor de hacer llegar obras de toda clase y condición a los interesados o curiosos. No obstante, en 1992 no era así, y muchos, a alturas de estos años, seguramente descubrirían a Bathory (total o parcialmente) por medio de estos Jubileum, como reacción a los ríos de tinta que fluían en revistas y fanzines al respecto. Con este prisma de visión, el interés de los recopilatorios de Bathory cobra una dimensión nueva, y más tratándose de una agrupación que no llegó a tocar en directo. No solo te podías merendar (en este caso) quince de los mejores temas que jamás compuso e interpretó Quorthon, sino que podías intuir a partir de ahí qué álbumes son los que más te convenían para comenzar explorar en profundidad a partir de ahí.
La inédita hasta la fecha “Rider At The Gate Of Dawn” (1987) abre el Jubileum con claras reminiscencias a “Odens Ride Over Nordland”, para dejarnos ante una slayeresca y atronadora “Crawl To Your Cross” (inédita, de 1989). Bestiales pasajes vocales. A esta le sigue “Sacrifice” (posiblemente la primera canción de Black Metal jamás editada, salida del Scandinavian Metal Attack y del debut homónimo de Bathory. A estas les seguirán otras canciones de no menos categoría como “Dies Irae” y “Through Blood by Thunder”, a las que deviene otro tema inédito (ojo que ya llevamos tres) “You Don't Move Me (I Don't Give a Fuck)” (’83), una de esas joyitas maqueteras que muestran a un Quorthon todavía en aras de desarrollo musical.
En este punto, aparece la dupla que a tantos… TANTOS ha llevado por la senda de las tinieblas con ecos ancestrales que todavía resuenan hasta el día de hoy: “Odens Ride Over Nordland” / “A Fine Day to Die”. Que… bueno: A ojos de un humilde escriba, simboliza el jodido sacramento de nuestra fe. Así de claro. Icónicos doce minutos que cambiaron la historia del Metal. Luego vendrá la visceral y directa “War” (1984) y una de las piezas más crueles e inmersivas del Under The Sign Of The Black Mark: “Enter The Eternal Fire” que, de manera más coherente de lo que cabría esperar, es relevada por la hermosa “Song to Hall Up High” del Hammerheart (una de mis favoritas del disco de 1990).
Luego vendrá la única pieza que hará testimonio de The Return......, que será la inclemente “Sadist” (1985), acompañada de la traca final “Under the Runes” de 1992 (Viking Metal puro), “Equimanthorn” (paradigma de malevolencia) y “Blood Fire Death”, con sus consabidos diez minutos de furor destructivo y no menos épico.
Como no se trata de un recopilatorio precisamente corto (72 minutos en 15 cortes de toda clase de duración), no puedo alargarme más por razones obvias. Para esta tarea, prefiero delegar en el resto de la concurrencia, porque como digo, casi todas las canciones que conforman este Jubileum Volume I, por no decir todas, son clásicos probados y difícilmente borrables de la cultura popular. Prácticamente todas estas canciones supusieron una fuente interminable de inspiración para generaciones posteriores que se decidirían por crear tanto Black como Viking Metal en cualquiera de sus formas y sonidos.
Un mastodóntico recopilatorio, vamos. De esos que difícilmente podían salir mal parados tratándose de la obra que pretendía destilar y purificar a partir de una materia tan valiosa y vasta como la que nos brindó Quorthon por aquellos años. Impresiona escuchar a Bathory y encontrar influencias tan puntuales como Black Sabbath, Motörhead o Slayer y descubrir que Thomas Forsberg ni siquiera llegó a influenciarse por Venom (incluso afirmaría que los originales Bathory jamás tuvieron un disco de los de Newcastle en sus estanterías).
Así pues, y cerrando su etapa más dorada, Quorthon nos ofrecería este Jubileum Volume I (dos años más tarde saldría el II, que da para otro tocho comparable a este). Posteriormente, Bathory entrarían en decadencia con sus trabajos más impopulares (Requiem y Octagon), para luego resurgir de sus cenizas con Blood On Ice y los Nordlands I y II… pero esa, querido lector, es otra historia.
Cuatro cuernos altísimos. Un 8,75-9 para el primer recopilatorio de Barhory. No le pongo los cinco por la de decenas de himnos que, irremediablemente estuvieron condenados a no aparecer en este artefacto... aunque se los merece por goleada. Sea como sea, estamos ante un material que en “pocos” minutos condensa una carrera ciclópea y tan relevante e influyente como la que más. Casi nada, ¿Eh?
Sobran las palabras ya en este punto, solo resta que los que lo deseen, se levanten del palco, bajen a comulgar y, si se tercia, pasen a dar testimonio de la obra, milagros (y atrocidades) de Bathory.
En memoria de Quorthon (17 de Febrero de 1966 – 3 de Junio de 2004).
Quorthon: Voz, guitarras, bajo, teclados, producción, y artwork.
Músicos de Estudio:
Jonas Åkerlund: batería (1983-1984).
Frederick Melander: bajo (1983-1984).
The Animal: voz (1983).
Stefan Larsso: batería (1984-1986).
Adde: bajo (1985).
Paul "Pålle" Lundburg: batería (1986-1987).
Kothaar: bajo: (1988-1996).
Vvornth: batería (1988-1996).