
1. Hacia la luz
2. Tierra de nadie
3. El ángel caído
4. Xana
5. La buena nueva
6. Levántate y anda
7. Alma en pena
8. Corazón negro
9. Delirios de grandeza
10. Antojo de un Dios
11. El séptimo día
Las ruinas del Edén:
12. Acto I
13. Acto II
14. Acto III
15. Santa Bárbara
A uno le sucede a veces que le sueltan lindezas de la talla que nuestro power metal es de cartón. Tampoco comprendo muy bien dicha afirmación. Aunque un piropo como que no va a ser. ¿Insinuación de cutre? A lo mejor. Pero no se me ocurre más acertada réplica que poner encima de la mesa a Avalanch y su ya mítico “El Ángel Caído” de 2001. Por eso de desmontar tópicos…
“La Llama Eterna” (1997 con su respectiva traducción a la lengua de Shakespeare el año siguiente) y “El Llanto de un Héroe” (1999) fueron dos cartas de presentación de lo más decentes. Mejorables, por supuesto. Pero es que lo normal no es debutar con “Walls of Jericho”. Nuestros Avalanch se abrían paso, junto con otros nombres a los que siempre han ido en paralelo (con sus respectivos matices, eh) como Tierra Santa y Dark Moor. Para el que les escribe, la tripleta de oro de nuestro power metal (sin contar a Warcry que aún estaban por venir).
Pero teniendo en tus filas a alguien de la talla de Alberto Rionda, todo es más fácil. Supondré que no descubro nada (por eso de que a las alturas en las que estamos este tío merecería una estatua), pero para quien lo desconozca, nos encontramos enfrente una auténtica mente privilegiada. Brillante me atrevería a decir. Por lo que un paso adelante en la trayectoria de Avalanch era más que necesario. Ya se había comprobado que valían para esto. Pero se trataba de ofrecer un álbum que fuera mucho más allá. Y a continuación tenemos el (espectacular) resultado. Obra de corte conceptual sobre pasajes bíblicos.
Introducción de rigor que nos remite a una especie de obertura operística rockera y nos sumergimos de lleno con “Tierra de Nadie”. Inicio a todo trapo en el que ya de entrada palpamos que esto va a ser diferente. Es complicado decir de alguna de las piezas que no es un himno. Pero es que esta no hay duda que lo es. De ésas de puño en alto y coreando como si no hubiera un mañana. Pero permítanme que destaque la clase general con la que está facturado el conjunto del álbum. Una auténtica delicia. Y por si no estábamos satisfechos con el espléndido inicio nos cae el tema título que es otra majestuosa composición de primera, oiga. Puede parecer injusto a veces, pero el maestro Rionda concentra el protagonismo prácticamente en su totalidad. Avalanch no deja de ser su creación. Y se desarrolla en la misma a las mil maravillas.
Aunque uno aquí también ha sido siempre mucho de Víctor, por lo que es todo un placer contar con él a las voces. No negaré que trabajos posteriores que nos ofreció después con Warcry me pueden enamorar más (sobretodo “La Quinta Esencia”). Pero aquí ya demuestra toda su valía. Que es inmensa. “Xana” es sin duda mi predilecta del plástico. Desde ese estupendo riff que me engancha como pocas. Sentimiento en estado puro. Me saca una sonrisilla al recordarme mogollón a Tierra Santa. Aunque por otro lado tampoco negaremos que al fin y al cabo son formaciones coetáneas. Tregua de corte instrumental y se nos viene encima “Levántate y Anda”.Probablemente la pieza más heavy del álbum. En su significado stricto senso, digo. Avalanch son metal por los cuatro costados. Pero está claro que su propuesta en este trabajo que nos concierne va muy enfocada al power con tintes progresivos.
Como “Alma en Pena”, que es para enmarcar. Épica, melancólica y nostálgica como la que más. Esas voces femeninas de fondo me erizan el vello al instante. Un poco de speed metal con “Corazón Negro” que se abre paso como una apisonadora. Contraste con la melosa “Delirios de Grandeza”. Una pequeña joya a tener en cuenta que siempre me gusta reivindicar. Cómo “Antojo de un Dios” y su poso de balada. Soberbia. Medios tiempos que hacen perdernos en una atmósfera depresiva estremecedora.
Otra pequeña intro instrumental y damos paso a “Las Ruinas del Edén” con sus tres respectivos actos. Desconozco el motivo por el que fueron separadas en sus tres pistas pertinentes. Pero esto funciona como un solo tema. Y qué tema, cabe decir. A destacar la tremenda colaboración de Leo Jiménez (menuda voz que daría sin duda por otra disertación). Un cierre de álbum por todo lo alto (sin olvidarnos de la conclusiva “Santa Bárbara”) y muchas pistas de los que nos deparará el futuro. “El Ángel Caído” es un trabajo de transición. De alma power. Pero mucho más que eso a la praxi (sin menospreciar el género). Rionda había emprendido el camino hacia una propuesta distinta en el seno de los asturianos. Y vaya si acertó.
Aún así, como todo genio también tiene sus peros. No entrará el que les escribe en culebrones, pero es sabido que su carácter no es el más asertivo. Al finalizar la exitosa gira de presentación del plástico Víctor y Alberto fueron invitados a abandonar el grupo. Tampoco nos vamos a rasgar las vestiduras. Larga vida a Avalanch y Warcry.
Hora de adornar el álbum con sus respectivas cornamentas. Si fuera subjetivo le calzaba la máxima sin dudarlo. Ahora bien, si nos ponemos técnicos (más o menos lo que aquí se pretende), tal calificación merecería el siguiente “Los Poetas han Muerto”. Su sacrosanta opera magna. Por eso uno aquí que debe ser realista y aceptar que “El Ángel Caído” que nos concierne se lleva cuatro bellos cuernos con la máxima dignidad posible.
Víctor García: Voz
Alberto Rionda: Guitarras, teclados, bajo, caja de ritmos
Roberto García: Guitarras
Francisco Fidalgo: Bajo
Alberto Ardines: Batería
Iván Blanco: Teclados, segundas voces