
Disco 1
1. The System - 0:23
2. Babylon - 2:47
3. Loud, Loud, Loud - 2:42
4. The Four Horsemen - 5:54
5. The Lamb - 4:33
6. The Seventh Seal - 1:30
7. Aegian Sea - 5:22
8. Seven Bowls - 1:29
9. The Wakening Beast - 1:11
10. Lament - 2:45
11. The Marching Beast - 2:00
12. The Battle of the Locusts - 0:56
13. Do It - 1:44
14. Tribulation - 0:32
15. The Beast - 2:26
16. Ofis - 0:14
Disco 2
17. Seven Trumpets - 0:35
18. Altamont - 4:33
19. The Wedding of the Lamb - 3:38
20. The Capture of the Beast - 2:17
21. ∞ - 5:15
22. Hic and Nunc - 2:55
23. All the Seats Were Occupied - 19:19
24. Break - 2:58
- Álbum Completo -
No voy a negar que mi acercamiento con Aphrodite’s Child se debió más por indagar en la historia de Demis Roussos, un músico griego cuya voz me ha cautivado con baladas inmortales como “Forever and Ever” y “Goodbye My Love, Goodbye”. Fue mucha mi sorpresa cuando leí que tocó en esta banda junto con Vangelis, otro titán de la música, eminencia dentro de terrenos electrónicos, progresivos y new age, así como principal artífice de bandas sonoras que han hecho mella en el imaginario colectivo (véase Blade Runner, por ejemplo).
Pero Aphrodite’s Child no fue una banda cuyo mérito recayera totalmente en Demis y Vangelis, ya que, al menos en este álbum, las habilidades de los ya mencionados se vieron bastante equilibradas con la soberbia ejecución del baterista Loukas Sideras, la fascinante guitarra de Silver Koulouris y el interesante concepto desarrollado por el cineasta Costas Ferris. Hay que dejar en claro que el rock progresivo no fue el estilo que el conjunto había considerado en un principio para llegar a una gran audiencia, pues la idea inicial fue manejar un pop en la onda de los primerísimos Genesis, Procol Harum o The Moody Blues, lo cual les haría cosechar una considerable cantidad de ventas en un lapso tan corto de vida.
Por esto mismo, la grabación de algo tan enigmático y experimental como lo fue su tercer y último álbum resultó un punto de conflicto entre los mismos músicos y un tipo de suicidio comercial. Tan polémico fue el resultado que incluso su publicación fue atrasada por un largo tiempo (para cuando vio la luz la banda ya se encontraba tres metros bajo tierra). Y es que las fricciones no sólo se debieron a que el cambio de estilo propuesto por Vangelis le resultase menos redituable a sus compañeros, también jugó una buena parte el hecho de que el concepto fuese una adaptación bastante libre del Apocalipsis de San Juan y que se incluyesen temas como “Lament”, “The Wedding of the Lamb” o “∞”, los cuales, en esos tiempos, serían considerados “blasfemos” y provocarían que los sectores más conservadores se rasgaran las vestiduras.
Pero primero vayamos a lo que es la semilla de este 666: Vangelis, quien compartía ciertas afinidades con Costas Ferris, le encargó a este último la creación de un concepto con el que pudiera mostrar todo su talento compositivo para darle un giro progresivo a su banda, pues ya estaba previendo su posible ruptura. De tal forma, a Ferris se le prende el foco y termina plasmando la visión de una caravana de circo representando el Apocalipsis en una de sus funciones, sin tomar en cuenta que, casualmente, el verdadero suceso ya está teniendo lugar afuera de la carpa, y para cuando la audiencia logra reconocer que la ficción se ha vuelto realidad ya es demasiado tarde. Era algo parecido a tratar de explicar un sueño febril… o más bien fumado, ¿no?
Así pues, se replicaba lo que San Juan había manejado originalmente en su obra al hablar de las problemáticas políticas y sociales de la época con el uso de diversos símbolos; claro, en este caso la “Bestia” ya no era el gobierno de Nerón, Vespasiano o Domiciano oprimiendo y dando caza a los cristianos, ahora la figura se “manifestaba” en la Junta de los Coroneles en Grecia, la Guerra Fría y la represión de otros gobiernos, mientras que el cambio parecía darse con la agitación en Europa derivada de las protestas de Mayo del 68.
A primera vista como que la idea no merecía ser motivo de escándalo, incluso se sentía como la respuesta helena al Jesus Christ Superstar publicado por esos años, pero también habría que tomar en cuenta que algunos sectores en la sociedad se toman muy a pecho el tratamiento que se le da a lo que consideran “sagrado”; asimismo, muchos apuntan a que el tema “∞” (del cual hablaré un poco más adelante) tuvo buena parte del peso sobre la negativa inicial de la disquera para publicarlo y que estuviera vetado de ciertos países.
Qué decir del resultado final, aunque el rock es lo primordial aquí, es grato apreciar el enorme abanico musical de los involucrados , podemos encontrar momentos de psicodelia, jazz, toques de música tradicional griega, alguna que otra experimentación a lo Zappa, un poco de pop y hasta un tema que bien podría ser considerado que se elaboró específicamente para la Iglesia Ortodoxa. 666 es uno de los trabajos más geniales que se han publicado dentro de la rama progresiva, muy aclamado por la crítica y que se coloca fácilmente en el pedestal de otros álbumes conceptuales como Days of Future Passed, The Lamb Lies Down on Broadway o el ya mencionado musical de Andrew Lloyd Webber y Tim Rice. Pero lo que me parece una apreciación bastante interesante del álbum es que el mismo Salvador Dalí, después de escucharlo atentamente, dijese: " esta sería una de mis grandes obras si yo fuese músico y letrista".
Cada canción y segmento tienen vida propia, pero en conjunto enaltecen el esoterismo y misticismo de lo que significa el álbum igual que aquellas imponentes figuras con patas largas que se ven en el horizonte en La Tentación de San Antonio. Y similar a tal pintura, se nos permite presenciar toda una caravana de elefantes, algunos aún más extraños que otros, avanzando detrás de un coro que reza “tenemos el sistema para joder al sistema”.
Así, casi sin darnos cuenta, se da entrada a una animada “Babylon”, canción en plan “Pinball Wizard” en la que destaca bastante el talento de Demis Roussos, no por su voz, sino por esa compleja línea de bajo que no tiene nada que envidiar a otras eminencias como Geddy Lee o Chris Squire. Le continúa la misteriosamente apacible “Loud, Loud, Loud”, donde una narración nos habla sobre un futuro en el que se celebrará a un mundo sin desigualdad, guerra, sufrimiento; y de ahí pasamos rápidamente a una de las mejores composiciones de la banda, “The Four Horsemen”.
Si me pidieran elegir un corte en donde se muestre el enorme poder de Aphrodite's Child, tomaría a “The Four Horsemen” sin lugar a dudas. Es una canción tremenda en la que la versión salvaje de Pavarotti utiliza su voz de timbre bastante único como vehículo para llevarnos a surcar los cielos y más allá, incluso a acercarnos a la divinidad. No se diga del resto de la banda, que le complementa perfectamente, porque cada elemento tiene una razón de ser, desde las cortinillas en los versos hasta el solo de guitarra, los teclados atmosféricos y la cereza del pastel que es ese gran estribillo. Con esto, y lo que le sigue, les aseguro (incluyendo a los ateos) que hasta les darán ganas de leerse el libro de la Revelación.
Tengan tranquilidad, que no es mi intención estar describiendo el resto de los temas de uno en uno (principalmente por lo difícil que es hablar de esta música), pero eso no me impide resaltar los momentos que, a mi parecer, son los más álgidos del conjunto. Ahí están “Aegian Sea” y su sabor a Pink Floyd; “Altamont”, que parece salida del debut de Magma; la magia de los dedos de Vangelis en “The Lamb” y la interdimensional “The Wedding of the Lamb”; la inquietud que generan “Seven Bowls” y ese canto bizantino llamado “Lament”; el desenfreno de guitarra y batería en el tandem formado por “The Battle of the Locusts” y “Do It”; la versatilidad de Loukas Sideras al cantar ese chiste a lo Zappa que es “The Beast” y a la vez sonar emotivo en la balada “Break”; y la delirante jam session que resulta “All the Seats Were Occupied”.
Pero definitivamente hay un corte que a nadie dejará indiferente. Sí, aquel del símbolo del infinito que hasta en el titulo te provoca cierta inquietud. Aquí la actriz Irene Papas realiza un performance en donde repite la frase “Estoy… estoy… estoy por venirme… estaba…” hasta simular la petite mort mientras suena un tambor que nos hace imaginar que estamos en presencia de un ritual prohibido. Para mí es una genialidad de tema, y aunque puedo comprender que a algunos les deje una mueca de extrañeza, jamás le daré la razón a quienes trataron de tacharlo de “blasfemo”.
No les juzgo si el Apocalipsis según Vangelis/Ferris se les hace complicado de escuchar en un principio, pero siempre hay que tener cierta disposición para enfrentarse a algo de tan abrumadora extensión. Conforme vayan avanzando le irán encontrando cosas que les llevarán a un mundo difícil de explicar, vaya, a otra dimensión, pues es en su grado de experimentación en donde está gran parte de su riqueza. Personalmente recomiendo escucharlo de una sola sentada para no perderle el ritmo y apreciar toda la atmósfera que nos propone la banda (claro, si se tiene el espacio y tiempo requeridos). Les aseguro que lo vale completamente.
5 cuernos para el canto del cisne de Aphrodite’s Child. Obra para encerrarse en el dormitorio, apagar las luces, ponerse los audífonos y dejar que el alma se separe del cuerpo...
Demis Roussos – Bajo, Guitarra, Trompeta, Coros, Voz en "Babylon", "The Four Horsemen", "Lament" y "Hic and Nunc"
Vangelis Papathanassiou – Teclados, Órgano, Piano, Vibráfono, Bajo, Flauta, Percusiones, Coros en "Lament", "The Beast" y "Break"
Loukas Sideras – Batería, Coros, Voz en "The Beast" y "Break",
Silver Koulouris – Guitarra, Percusiones
Músicos adicionales:
Harris Halkitis – Bajo, Saxofón (tenor), Congas, Percusiones, Coros
Michel Ripoche – Trombón, Saxofón (Tenor) en "Babylon" y "Hic and Nunc"
Irene Papas – Voz en "∞"
John Forst – Narración
Yannis Tsarouchis – Narración en "Ofis"
Daniel Koplowitz – Narración en "Loud, Loud, Loud"