Como siempre, puede que haya algún cambio en el orden, pero más o menos fue:
- Teutonic Terror
- Bucket full of Hate
- Starlight
- Love Child
- Breaker
- New World Comin’
- Blood of the Nations
- Restless and Wild
- Son of a Bitch
- Aiming High
- Metal Heart
- Losers & Winners
- Neon Nights
- Bulletproof
- Beat the Bastards
- Princess of the Dawn
- Up to the Limit
- No Shelter
- Burning
Bis:
- Fast as a Shark
- Pandemic
- Balls to the Walls
Pues era cierto. Los alemanes Accept volvieron a Madrid anoche con un set de canciones que pocas, muy pocas bandas actuales en el mundo del Heavy Metal, podrían igualar. Otro nibelungo, el escritor Thomas Mann, describió hace un siglo en su novela “Los Buddenbrook”, la excitación que el amor al arte produce en el espectador: “Yo podría estar horas ante el escenario esperando que se alzara el telón”.
Ayer, a las 21:00 horas, sobre el austero escenario de la Riviera, cinco soldados germanos se plantaron en la oscuridad, recortadas sus sombras sobre un haz de luz roja, dejaron que sonara una lenta introducción, y arremetieron con “Teutonic Terror”, uno de los temas destacados del excelente “Blood of the Nations”.
A nuestra izquierda Peter Baltes y el guitarrista Herman Frank. El pequeño Mark Tornillo en el centro. Un discreto Stefan Schwarzmann sobre la tarima con su batería al fondo, y a nuestra derecha, llenando todo el escenario con su increíble presencia, Mr Wolf Hoffman, el metal en carne y hueso.
La Riviera presentaba un aceptable aspecto, era fácil moverse cómodamente, y a diferencia de algún que otro reciente concierto, aquí no había iletrados que se acercan al show para hacerse la foto y colgarla en facebook. Aquí había un público real con ganas de pasarlo bien que sabía a quiénes tenía delante, y que disfrutó de las veintipico canciones que los germanos interpretaron como un rodillo.
Al inicial nuevo himno teutón siguió otra de las nuevas, “Bucket full of Hate”, que en directo adquiere gran dinamismo. Hacia la mitad presentaron también “New World Comin´”, “Beat the Bastards” y “No Shelter”, y sorprendió la inclusión en el bis de “Pandemic”, nada menos que entre “Fast as a Shark” y “Balls to the Walls”. Estos son los Accept de 2011, saben que han vuelto con material de primera y no dudan en darle tratamiento de canciones ya clásicas.
Me hubiera gustado que, puestos a incluir nuevos temas, hubieran tocado “The Abyss”, con ese ritmo de taladradora que tiene y el estribillo de “The Woooorld is turning…”, uno de mis momentos favoritos de la nueva cosecha. Pero vamos, es absurdo quejarse cuando tienes la oportunidad, que espero se repita pronto, de escuchar en vivo semejante colección de canciones, plagadas de recuerdos, que se han ganado un lugar en la historia del Heavy Metal a lo largo de los tiempos.
“Restless and Wild”, “Son of a Bitch”, “Metal Heart”, “Princess of the Dawn”… son diamantes que nos acompañarán siempre. Alucinante la cara de felicidad del frontman de torso y brazos peludos cuando enlazaron “Restless…” y “Son…” ante el estallido de palmas y cuernos al aire del respetable. Impresionante el duelo a guitarrazos y golpes al mástil del bajo que Hoffmann y Baltes se marcaron en mitad de “Bulletproof”, la única pieza que rescataron de la segunda etapa con Udo en los noventa.
Yo no voy a muchos conciertos donde pueda tararear los solos de guitarra, como me pasó ayer con los punteos de “Love Child” y la soberbia “Up to the Limit”. No voy a muchos conciertos donde vea a un quinteto darlo todo durante dos horas con esas caras de felicidad. Las muecas del gran Wolf Hoffmann son impagables. Él sólo podría llenar todo el escenario con sus guitarras en forma de flecha y ese saludable e imponente aspecto. Debe rondar los cincuenta años, y aparenta veintitantos.
Y no voy a muchos conciertos donde casi termine llorando de emoción cuando la banda rescata temas del olvido como “Neon Nights”, “Losers and Winners” o “Aiming High”. Es como si vas a ver a Iron Maiden y al señor Harris le da por incluir “Invaders”, “Prodigal Son” o “Sun and Steel”. O como si Judas Priest nos regalan en su tour de despedida “Raw Deal”, “Dreamer Deceiver” o “Evil Fantasies”.
“Aiming High” en concreto me supo a gloria. “Russian Roulette”, del 86, no es el mejor disco de Accept, puede que ni siquiera esté entre los tres mejores, pero es mi favorito. Diez temas inolvidables. Y si ya hubieran metido “Tv War” o la balada “It´s Hard to find a Way”, a quien os habla le habrían tenido que sacar de la sala en ambulancia de la emoción.
Hoffman es el cerebro de esta banda, pero Peter Baltes es el corazón. Lo relaciono con esa especie de bajistas, al estilo Cliff Williams en AC/DC, Ian Hill en Judas o Tom Hamilton en los Aerosmith de los días de gloria, que siempre han estado ahí. Que todos pensamos normalmente en el vocalista y en los hachas de nuestros grupos favoritos, y tendemos a olvidar que actúan gracias a la sangre que bombea desde el corazón de las bases rítmicas.
Me gustó la discreción y eficacia del drummer Schwarzmann y de Herman Frank, ese secundario de lujo con aspecto de trabajador que necesitara enseñar su visado a diario para volver a casa en los tiempos de la Alemania dividida por el Muro de Berlín. Y me encantó ver a Tornillo interpretando con esa entrega el legado de Udo, al que sólo eché de menos en las conversaciones previas al concierto. Se requiere un tono vocal de dragón escupefuego para dominar el repertorio de los Accept clásicos, y el inquieto vocalista cumplió con profesionalidad y pasión, aunque, como es normal, estuvo más cómodo en los temas nuevos. “Beat the Bastards” y “No Shelter” rozaron la perfección, con el calvo Hoffmann al volante, ofreciendo el mejor rock duro que ha sonado en esa sala en mucho tiempo.
Y el cierre antes de los bises con la rockera “Burning” puso la Riviera patas abajo, con el bajista de melena rizada corriendo sin parar de un lado a otro del stage.
La sobriedad de la puesta en escena, un telón de fondo con el logo del grupo en tonos grises entre dos hileras de misiles antiaéreos, el predominio del rojo en la iluminación, y el negro de las vestimentas de los cinco “kaisers”, fue otro punto a favor del show. Nada de distracciones, ningún artificio escénico, solo heavy metal puro.
En el bis, un “Fast as a Shark” tremendo, mucho mejor que el que interpreta la banda de Udo; la citada “Pandemic” con sus reconocibles y sencillos coros, y un “Balls to the Walls” que coreamos todos al unísono como verdaderos soldiers of metal. Qué putada cuando se retiraron y una cinta pregrabada con la coda guitarrística de “Bound to Fail” anunció el final. Los Generales de la Brigada Teutona tocaban retirada, pero pronto habrá nuevas contiendas. Una banda en este estado de forma, con su fiable base de fans, no puede tardar tanto en volver a la carretera.
Media hora después, Tornillo, Baltes y Frank firmaban cds, entradas, camisetas y lo que hiciera falta en el puesto de merchandising. Ante la visión de la camiseta de “British Steel” que llevaba mi colega Ovione, autor de la magnífica foto que ilustra esta reseña, una pequeña y adorable Metal Head nos felicitó y animó a encontrarnos todos en la despedida de Judas Priest. Vamos a prepararnos para convencer ese día con nuestro entusiasmo al tío Halford de que no pueden dejarnos, que les necesitamos. Y si es necesario, ¡que corra la sangre de las naciones! ¡Vivan Accept y viva el Heavy Metal, coño!
Mark Tornillo: Voz
Wolf Hoffmann: Guitarra
Herman Frank: Guitarra
Peter Baltes: Bajo
Stefan Schwarzmann: Batería